jueves, 18 de junio de 2015



Cap. XV - La Ciguapa y el Tirano(saurio) 
(de mi novela "Yo, Rodrigo de Siglos")




       San Cristóbal, Cuna Gloriosa del Benefactor de la Patria -así decíase entonces, motivo a haber alumbrado de sus espléndidas ancas al más terrible de los dictadores jamás parido por estos predios-, convirtiose en mi nuevo hogar.
       Allén residí un montón de años (trascuento)...
       Ya perto a la Catedral. O adosado al Mercadillo. U…
       Retantos, que hasta la cuenta perdime.
       Entonces, había decidido aceptar mi suerte. No.
       Agreste, y após fartos amores, y dolores, y partidas (y exabruptos), empezaba yo hasta hastiarme deste duelo sempiterno.
       (El aroma a café proveniente de la cocina obnubilábame a...)
       Y aunque vivía (respiraba, esgrimí), día a día, aminorado moría, a cada micra (de segundo). Existíame, apenas.
       (Patrón, patrón, una tacita nomás, ¿sí?...)
       Circunspecto (o no), traté de obviar prolijidades. Tan, de exceso rehacer, y deshacer (me desfacía)…
       Consumía, yo.
       Mal, igual (símil), la res pública, discúlpome (quise decir), la república… (trillado, consiento pos).
       Así, y cuando arribose el tirano (Trujillo) en 1930 -para el ciclonsazo de San Zenón-, fui de los que contribuyose a su entronizamiento. Había que enderezar a este país, con tanto embrollo, y quita y pon (y jamaqueo). Ora, quien más…
       (Aquel, antiguo jefe de la Guardia -creada por los americanos como mencioné, ya ahora Ejército Nacional-, habiendo sido cuatrero o ladrón de vacas en su mocedad, se había enriquecido comprando alimentos, ropa y calzado para las falanges y...)
       Vigorizante Era.
       (Construyéronse casas, escuelas, avenidas, hospitales, carreteras, edificios, puertos, y hasta se pagó la impagable deuda externa mediante un Tratado con Hull, reconocía... Aun, contratáronse a tantos braceros vecinos -p'al corte y tiro- en sus ingenios azucareros, que agravose el drama ya...).
       Llano, conocime a su estirpe (nel vecindario) -allegado a Negro y Petán-, lo cual sirvió para acercarme a tan preclara figura (entonces). Le idolatraba.
       Manque luego conferime, arrepentido (erré).
       (Con la matanza de haitianos -nombrada del Perejil- nel 37, pasose. Y no sólo en su afán por blanquear la raza…)
       Ya, percataba a mí demás (aquel).
       Tal, fui su asistente (y leal consejero) durante varios lustros.
       Trasladábame casi interdiario a la Capital -que ahora era Ciudad Trujillo, sí-, don aprovechaba para visitar a alguna noviecilla en la calle de La Noria (ah añoranzas)...
       Entonces bajábamos al Ariete, con la hermana mayor de chaperona jo… O por la Hostos, a los Imperiales -o a los Capri, más lejos-, valiendo el viaje.
       Don, las tardes imborrables del Rialto... Aún atrona Arabian Nights, de la criolla María Montez -la Reina del Technicolor- y John Hall a...
       (A antinomia, con estupor recuerdo los destrozos causados por el catastrófico conflicto bélico que desgarró a la humanidad del 39 al 45, y en el que viéronse involucradas la mayoría de las naciones del mundo -incluyendo a la República Dominicana, de refilón-, y en el cual pereció la astronómica y espeluznante suma de ¡70 millones de personas! Las naciones aliadas, lideradas por Churchill, Roosevelt y Stalin, derrotáronse a los países del Eje -con Hitler, Hirohito y Mussolini a la cabeza-, impidiendo la empoltronización del nacionalsocialismo y su doctrina fascista y racista, -acrimónico- no ajena a nuestro patio)
       Un día -en su despacho personal del Palacio- Trujillo eyectose, con aquel peculiar tonecillo de voz (edulcorado): “Je, je, tu no te pones viejo, ni una arruga. Hmmm, cuida(d)o si has hecho un pacto con el maligno”, y solazaba. Yo reía. “Es de familia”, apenas refutele.
       Usábame yo ropas anchas, y gafas, y sombrero de pajita (oscuro) -a lo Gardel-, con barbas y mostachos, para lucir más maduro, ya mi oblivia juventud brotaba siempre en mi sana jovialidad, y retozos (no amanerados, consiento)…
       (Tangencial, sentí demás la partida abrupta de don Pedro Henríquez, una eminencia -conforme a Borges, y hasta Sábato-, al abordar un tren en Buenos Aires, hacia La Plata…)
       Sin embargo, el Generalísimo Rafael Leónidas Trujillo Molina -a nombre completo, Benefactor y Padre de la Patria Nueva- siempre me distinguía (y en mí creía).
       (Aun recuerdo los fastos –y derroche- de la Feria de la Paz y la Confraternidad del Mundo Libre. Angelita I –la hija– desfilose en despampanante vestido blanco -de 80 mil dolores, digo dólares-, bajo 60 pieles de armiño ruso, traído de Roma, y dame grima …)
       Memoro, fue una de sus últimas visitas a esta provincia. Él (todo Él), nombrado (por sus alabanceros) “Perínclito Varón” -de bicornio emplumado-, concitonos a la refriega.
       "¡Navajita, Navajita! ¡Navajita", ya aquel sanguinario general consorte (Espaillat) apresurábase a...
       Somero, perdímosnos en la espesura de la sierra (arriba), don arrumámosnos como guaraguaos al acecho (gregarios pues).
       Entonces oíanse (quias) historias de extrañas criaturas -deformes (profesanse)- las cuales, de manera advenediza, dedicábanse a fisgonear o a marotear frutos (en veces) por la zona.  
       Y refiérome (real) a las ciguapas.
       Seres asexuados o del sexo femenino, con la vedeja hasta las piernas, y los piés en sentido inverso a su cuerpo, mas de visibles rasgos indigenoides y torpe andar, que en noches de luna clara, emite un gorjeo como de perdiz (en celo) execrada de su aviar parnaso, dizque que hace perder la cabeza “a algunos hombres”.
       Tan solo “a algunos” (presumiéronse).
       Entanto, unotros aseguraban que todo aquel asunto era caballá -vocablo del argot popular criollo que supongo proviene del término cábala, a ser suposición o conjetura vaga-, razón por la cual estos hechos caen en el campo de lo sobrenatural o esotérico (observeme). 
       A decir verdad, la versión cartesiana (o racional) decántase por malformación hereditaria (congénita), y hasta de desarraigo neonato forzado se ha hablado. (¡O vaya Usted a saber lo que aquí cabría!).
       Avizor, al Jefe había que rendirle cuentas (rápido). Y no con cuentos de caminos. So, explayeme (tras mi experticio):
       “Cuentan que aquella había crecido sola, en los oteros (perdida), amamantada por carneros cimarrones que vagaban por aquestos cerros, sobreviviendo apenas deglutiendo insectos y hojascas comestibles”, extendía yo.
       “Aquel ser, de carácter huidizo mas nóblego, había hecho migas con algunos cazadores furtivos y hasta maleantes que aventurábanse naquellas tétricas lomas don sobreabundaba la epopeya y el rito. Empero, y a bastante distancia, siempre”, solteme.
       “Tanto dicen, que balbucéase una lengua. O dos o tres proemios, quizás. Tartamudea. Gesticulando con todo el cuerpo, y brazos, y manos, siempre de espaldas a su interlocutor, quien nunca atrévese a otearle a sus ojos (oblícuos), por temor a ser hechizado”, proseguime en perorata. “Y ¡ozú!, ante el más mínimo amago, escabúllese desaforada (sin dar gabelas), encaramándose en algún palo o árbol expedito, reptando entre su follaje como una culebra, permaneciendo allí todo el santo día, hibernando, o traspirando apenas (camuflajeada)…. ”
       (Alteaban por aquellos días novelillas -de pacotilla- de hombres lobos y hasta vampiros o zombies, y claro yo...)
       “...O alojándose (escondiéndose) en las tenebrosas e inaccesibles (lejanas) cavernas -o cuevas- del Pomier (o de Borbón), embebecida con el arte rupestre pre-colombino de sus paredes arcillosas (ay, Boinayel), atiborradas de murciélagos y cagarrutas, ya estalactitas, y estalagmitas, candidatas a columnatas goteantes perpetuas...”
       (Uf, qué verbo, babeaban. So, bajele algo)
       “Aunque a veces, vésele escoltada de un can blanco, con rasgos semi-humanos, y que más bien aseméjase a un bacá -extraño ente mitad gente y mitad animal-, quien defiéndele de rufianes que intentaren (o intentasen) propasarse, amedrentándoles.”
       “Ya mayormente, deambula solitaria, como ánima en desconsuelo, apenas retozando con las aves y entrotras alimañas de aquesta mágica floresta (impenetrable)”.
       Todos escuchábanme, gaznápiros.
       “A voces, llámanle Fiordalisa. Aunque (a veces) no acéptase aquel mote, y amohina (o enfada). Mas, y en el fondo, no es mala gente. (Supe) contanme los lugareños que, y en las noches (no lluviosas), ella arrúllase vencejos y rolas, caídos de los árboles, y les canta y acuna naquel lenguaraje enrevesado que utiliza para comunicarse.
       Tal, el vulgo hablaba mucho (y demás).
       Y fablaban (harto) de aquella, y de sus “poderes sobrenaturales” y designios fatuos. Tan, créome exageraban (no)...
       Trujillo nin pestañaba.
       “Así, de agudísimo oído y extramundana percepción, escucha cosas, e historias. Y cuentan, que hasta anécdotas de raptos, y de orgías (o canonjías). Y vahos, don meretrices asesinadas. Cruentos desfalcos fuen... Anales patrios”, disoluto adscribime (jo atrevía ya).
       (Es que las cosas habían llegado a tal punto…)
       Ésto último disgustole (mucho) al Jefe (en itálica, pos), quien mandome a “freír tuzas” (por lenguaraz).
       “¡Tarado atrevido!”, exclamose aquel sobrado régulo cabreado (luego sopláronme).
       Veraz, aquellos bosques y pantanales aledaños albergaban relatos horrorosos de prisioneros de la tiranía, y desaparecidos, que en su huida (desesperados, y aterrorizados) los más, eran “cazados” cual si jabalíes (montaraces), y puestos “en puyas” como barracos ayermes.
       Y claro, los bufidos, y las plegarias, le escandalizaban, e irritábanle (tanto) a aquella…
       Tras una semana de arresto, reincorporeme (de manera subrepticia) a aquel macabro team (y desmanes).
       (Dios y Trujillo, rezaba una placa sobre el dintel del postigo abierto al...)
       Corría el año de 1960, y la primavera arribaba a la isla con sus primeros aguaceros. “Abril (aguas mil)”, perorateaba doña Donata (la criada). Aquella gustaba de llevarle algunas viandas a la “peque” (como llamábale), y hasta dulces de ajonjolí y nuez de coco (o de guayaba) que solaz hacía, y cual “más le deleitaban”. Ora, el ambiente general que respirábase era agobiante.
       “Treintón vea, fuele…”, arrestose a decir.
       Mazo y progreso, se argüía.
       Tanto, había sido demasiado, tanto...
       (Cantinela, o latiguillo ya).
       Quesque... Vence el mal con el bien... / Romanos 24:21,  díjome. Capaz ni sabía...
       De Trujillo City llegaban noticias, aisladas y veladas, de conspiraciones y enredos, dizque los exiliados vendrían, de nuevo (mas desta vez, mejor apertrechados). Deliraban. Soñanse. Y el resto, apenas ni se enteraba. O preferían hacerse los chivos locos, por si las moscas.
       Grave, el sátrapa nin reculaba. 
       (La invasión de Cayo Confites -en el 47-, y la de Constanza -ay mi Ananí-, Maimón y Estero Hondo, en el 59, abortaron el...)
       Antonces, el derredor ardía. So, atentados a doquier: Lescot (por Haití), Figueres (de Costa Rica), Betancourt (en Venezuela), ya Galindez, gasificaba - in the Big Apple
       (Luna sobre el Jaragua, al baile de galas tocanse…)
       Aquella tarde, decidimos pernoctar en casa de un conocido correligionario amigo del tirano de apellido Toromoto (¿sería japonés?). Tras los ánimos atibiados, la caballería motorizada internose en un camino polvoriento que conducía a un claro en medio del monte, donde erigíase una choceta de blocks, techada en asbesto, y palmas (entrelazadas) a modo de tapia.
       Diminuta, más efectiva, pues allí hacíanse de las suyas los esbirros y el dictador, rara avis (mirando gozaban), martirizando, y atormentando inmisericordemente a sus contrarios.
       Allén había desde matracas de fierro, con punzones aguzados, fasta aquesta poltrona mefistofélica, de calabrotes irradiados, conectada a un interruptor eléctrico (de 2-20), entre otros luzbélicos artefactos lacerantes embetunados de porquerías, y tajos humanos... ¡Horripilante antro! (resopleme).
       Socarrones, aquellos sonreían... Y brindaban, cuan felicitábanse, por su eterna gracia. Abstraíame, yo (ubérrimo). 
       Aliado del “Mundo Libre”, tal férreo luchador anticomunista -naqueste tórrido y forzado escenario de Guerra Fría global, tras las dos grandes conflagraciones que devastaron al orbe-, aquel (sádico tiranosaurio) se las lucía…
       (Ya al jet-set hollywoodense, Sinatra, Rubirosa y la Gabor... That's Life!)
       En tanto, una cuadrilla de calieses (acechadores del SIM, baraustado por el despiadado Abbes), rastreaban y peinaban toda aquella zona, sin trasumptos en nuestra insular geografía por lo “enmarañada e inextricable” dijéronme.
       “¡Desaparézcanla!”, fue la orden (trascendiose). “Pero hagan que parezca un accidente (de caza)” agregó aquel (jocoso), como era la praxis.
       (Dos biembienes merodeaban, víanse).
       Y a orillas del río Nigua, caudaloso entonces y límpido, -contiguo al trapiche antiguo, dentre cañafístulas y non cañas- ensámbláronse el campamento (reseñeme).
       Al cabo de los meses (y los días), y tras infructuosos intentos de alcanzar a tan codiciada presa, los milicianos exasperáronse. Hasta el extremo de temer por sus vidas, y las de los suyos. El tiempo apremiaba, y al Jefe no se le apañaba con pusilanimerías, ni pretextos baladíes. Una orden era una orden, y punto. Y a cabalidad, había que cumplirla, a cualquier costo (y templanza).
       Tanto demás, artilugios (sofisticados), y trampantojos, sobráronse, y nada. Comprensible, la paciencia atestaba. Mal, esa noche, la soldadesca arrestose. Y dividiéronse en varios grupos (pintanme), doce en cuatro frentes mayores.
       ¡Había que acorralarla! (a la “bestia”). Mas la “bestia” morábase al infinito, y no en la Tierra, reverberaban, por lo que era impracticable su captura, incoáronse unotros...
       Vasto, el desparpajo fue épico. Apenas retornáronse trece, y para contar el cuento. Los demás, nin siquiera los cadáveres se encontraron. ¡Desvaneciéronse!
       (Glglgl).
       (Nese saldo), la prensa local y nacional (leía) reseñose -ascético- acerca de los sucesos acaecidos en la Loma del Jacho Roto, paupérrima población (escasa), donde acaso habitábanse unas doscientas cincuenta y ocho almas (y mal contadas), pero que hacíase un ruido...
       Após, las noticias esparciéronse, y regáronse por toda aquesta insular geografía y locaciones allende.
       (Desarboléaronse a las avispas, pos)
       Cierto, la paranoia de aquel gobernante déspota (otrora mi deífico gerifalte) alcanzaba niveles paranormales.
       Entonces, viose que se podía (si se quería).
       Que no eran tal invulnerables.
       Y tramáronse (muchos).
       Tramaron y conspiraron, en los colmados y cafeterías de los pueblos.
       (Mauricio Báez en La Romana, y Dato, o Tavárez Justo, y Freddy Valdez, demás…)
       En los salones de belleza. Y en los parques, en los campos y ciudades, en sus suburbios elegantes y vericuetos o barrios...
       Bajo las jacarandas (urgidas), pobladas de florecillas púrpura acantonadas al vuelo...
       Y fasta las orugas (p'al Gobierno), convertidas en mariposas -las Mirabal en pleno- reincidían. Ya esquilmadas atrozmente fuéronse (oprobio). Aún retomo (alicaído).
       (A su lauro, cada 25 de noviembre se conmemora en todo el mundo el Día Internacional de la No Violencia Contra la Mujer por Resolución 54/134 de la Asamblea General de...)
       (1961) 30 de mayo: era la fecha clave.
       Aquel grupo de hombres férreos sacrificó sus vidas y familias por la patria: mataron al chivo (nela carretera).
       (No hay deuda que no se salde, ni…)
       Trujillo finalmente sucumbe, aun el régimen perviviose por unos pocos meses (sangrientos más, desgozo)...
       ¡Ay Ramfis! –el primogénito y delfín-, ensañose contra los conjurados que cayeron cual naipes (heróicos), en as de picas, jo.
       (Aun Balaguer, último presidente títere, se las ingeniaba para…)
       Mil novecientos 61.
       Neso, huía (yo).
       Huíme a la sierra (desbandado). Perseguido (por paleros, así les decían)…
       Tanto, y una vez más  -por vez millonésima, y no abulto pues-, sobrevivime.
       Degustando insectos, y frutas, y aves que cazaba, furtivo. Al soto (escondía).
       So, en mi apilada choza (de tablones desvencijados que fise), un cantar lejano (oí, entrecortado) escuchose a lontananza.
       En mitad del monte que abrevaba en la ría que brotaba de la montaña...
       Era el canto de Fiordalisa, la ciguapa, que exultaba, y erizaba los valles y las sierras de mi isla (redimida), en su fragua...
       Mal, en la Loma del Jacho Roto, lloraban (?), y concelebrábanse (otros).
       Soplaba un viento nuevo.
       Tal, aquella, danzaba libre, libre, libre...
       Sabíalo (yo).                                                                                                        

                                                                                                C.V.

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