viernes, 21 de octubre de 2011




El 
Clavicordio 

Prodigioso



                                                                                                                                                      

Situada al pie de los Alpes gélidos, la entonces villa arzobispal de Salzburgo acogía entonces en su seno sacro a quien luego vendría a convertirse en su más universal promotor. 

“Madame Mutter” quebraba aquella noche su acostumbrado silencio y buena traza, e irrumpía en sollozos de jubilo y bienaventuranzas al Creador. Don Leopoldo, quien y a duras penas arribaba al lar, tras sortear el vendaval de nieve y viento que asolaba a la señorial comarca, tomó al pequeño Wolfgang en sus brazos, y alzolo al cielo, agradecido. 

Aquel inclemente clima no era ciertamente el más propicio para tan frágil criatura esbozar sus primeros pasos, mas la Divina Providencia protegiolo, a sabiendas de su glorioso devenir. 

Transcurría el año de 1756, y doña Ana María, que así se llamaba en realidad la también enfermiza tutora, se desvivía por mantener al pequeño bebe en aséptico y estuósico resguardo ante el asedio de las pestes que asolaban al continente por aquellos días. 

Mas, - y por si las moscas -, a la mañana siguiente ambos aprestáronse a presentarse en la sacristía de la Catedral, con aquel niño bien envuelto, a fin de que recibiese los sagrados oleos. 

Desde entonces, ambos dedicáronse en cuerpo y alma a hacer del pequeño Wolferl –como cariñosamente le apodaron- un hombre de bien. E instruyéronle rigurosos en ese sentido. 

Este a su vez aprendió del padre todo lo concerniente a la música, y desde muy enano veíasale componer galantes piezas que asombraban por su genialidad y maestría al interpretarlas al piano. También aprendió a tocar el clavicordio, y el violín, y también el clavecín! 

Ambos estaban sorprendidos de la precocidad del niño, y consideráronlo una gracia de lo Alto. Por lo que seriamente obtemperaron y acordaron mostrar sus ya  geniales dotes al mundo. 

Y presto armaron sus bártulos, y partieron tras la gloria. 

En esos afanes, -y pese a su quebradiza salud-, dan a parar a Munich, donde el pequeño Mozart y su hermana Nannerl hacen galas de sus habilidades y virtuosismos frente a la corte, recabando exacerbados encomios y atinadas ponderanzas merecidas. 

Y claro, la voz corriose, y toda la realeza europea quiso regodearse entonces en tan elevadas notas.  Así el azar, presentáronse en los salones del Palacio Schönbrunn de Viena, impresionando grandemente a sus imperiales huéspedes. 

De inmediato, inician un largo periplo por toda Europa que les lleva a presentarse en los principales palacios y teatros del Viejo Continente: Frankfurt, Paris, Londres, Bruselas, La Haya, etc., etc. Recién cumplía los siete años, y ya había compuesto su primera sinfonía! Con pleitecía todos exclamaban: “Que prodigio! Cuanta genialidad!”. 

Por aquellos días conoce al hijo del excelso Johan Sebastian Bach, J. Christian, con quien entabla una fructífera afección. Así, pletóricos en elogios, mas con las árganas exhaustas, retornan a Viena, donde aquel reanúdase su sarta de éxitos. 

Hacia la Navidad del 1766 regresan al  dulce lar. Tras una breve pausa para recargar las pilas, se traslada junto a su padre a Italia. En Bolonia, el joven Wolfgang es increíblemente aceptado, - y digolo, dada su imberbe edad-, en su muy prestigiosa Academia Filarmónica, bajo la tutela del gran maestro Battista Martini. 

Allí el Sumo Pontífice, Clemente XIV, le nombra Caballero de la Orden de la Espuela de Oro. Entonces escribe varias composiciones operísticas de impecable valía. Finalmente, regresan de nuevo a Salzburgo, donde Mozart continúa componiendo, principalmente conciertos para violín, así como para piano y orquesta, verdaderos y pulidos exponentes del romanticismo europeo. 

Mas de cierto remunerábanle apenas, lo cual le disgustaba, y sacaba de casillas (Scheisse!), por lo que un día, enfurecido, se harta, y renuncia! Tanto, infructuosamente busca trabajo fuera de su patria. En estos inusitados afanes, conoce en Munich a la hermosa joven Aloysia Weber, de quien se enamora perdidamente. Mal, y a desfortuna, no es correspondido. 

Entre tanto, su persistente falta de recursos le seguía jugando de las suyas. Y estando lejos, recibe la desconcertante y devastadora noticia de que su madre había fallecido (dicen, que por desatención). 

Definitivamente, “se le caían los palitos”. Pero nada de esto le amilanaba. Y continúa componiendo. Y tras aceptar a regañadientes – y digo a regañadientes por causa del ínfimo salario que habíanle ofrecido- , regresa a Viena. 

Más tarde estrena en Munich la opera “Idomeneo, Rey de Creta”. Tal, los constantes enfrentamientos con su requiriente y altivo superior, el Arzobispo Colloredo, terminan en que fuera “sacado a patadas” de aquel sacro antro, lo cual indispúsole con su padre, quien le rogó sobremanera que  se excusara ante Su Venia. 

Mas todo fue en vano. Por lo que decide instalarse en Viena, actuando como compositor e interprete independiente, despreciando aquel odioso mecenazgo. Así, concluye su opera “El Rapto en el Serrallo”, en idioma alemán, la cual constitúyese en un éxito total. 

En eso, se entera que los Weber se han transferido a Viena, y propicia una inusual visita, que tórnase en desencanto al enterarse que su amada Aloysia ya se había desposado a otro... 

Sumido en aquel trance, conoce a Constanze, hermana de la susodicha, quien se enamora de él al vuelo. Y claro, aquel, ni corto ni perezoso…  

Bueno, aunque las malas lenguas dicen que más que amor, lo que primose fue interés, pero yo nunca creo en lo que habla la gente, por demás… 

Sin embargo, el asunto es que al poco tiempo contraen sagradas nupcias, y procrean seis hijos! Aunque solo dos lograron sobrevivir. Deslices de los tiempos que corrían! Entre la peste, y el hambre, y el inclemente tiempo - sin las modernas tecnologías -, y la insalubridad, otrora reinante, cierto encuentro poco aconteciose

Por aquellos años compone “La Flauta Mágica”. Prodigiosa! Y su aclamada “Sinfonía Júpiter”, con clara influencia de los maestros Handel y Bach (sin aliento!). 

El nivel de vida de los Mozart mejora sustancialmente por aquellos días, y alcanzan a disfrutar de algunas excentricidades. Pero, - y como dicen, que la felicidad en casa de pobre dura menos que un cirio en medio de una tormenta -, el despilfarro y el mal uso de los ingentes recursos entonces llévales presto a la ruina. 

Y cuentan que hasta tenían que coger “a rédito” para y duras penas subsistir.  Tal, el Gran Genio seguía en lo suyo, y como riéndose de la vida, estrena su famosa opera cómica, “Las Bodas de Fígaro”, con subrepticio y maquillado cariz político, - para muchos desestabilizador - la cual constitúyese en un rotundísimo éxito. 

Luego, y ahora con su vanguardista versión del Don Juan, estrena en Praga su notoria “Don Giovanni”. Y más tarde, su maravillosa “Cosi fan tutte”. Por aquella época, la lamentable muerte de su progenitor le afecta demasiado (cuentan), por lo que no pudo disfrutar bien y a plenitud de aquellas mieles. 

Tanto, en 1787 es designado Compositor de Cámara por el Emperador José II, lo cual le da de nuevo cierta estabilidad económica. Mas apenas por un breve lapso, ya que la inminente guerra entre este país y Turquía, sume a Austria en una gran crisis, lo cual, y por supuesto, también afecta al clan Mozart, obligándoles a llevar un nivel de vida más modesto, asunto que no le cuadraba al compositor, quien entonces cayó en un cuadro depresivo, y enfermó gravemente. 


Aunque hay tantas historias e hipótesis sobre su fatal - y a destiempo deceso -, que hasta se habló de muerte provocada, para allén de conspiraciones y actos de clara envidia. 

Sin embargo, sus biógrafos más conservadores se transan por la tesis de “óbito por fiebre reumática”, dolencia que por demás le aquejó a todo lo largo de su aciago discurrir.  

En sus últimos años de vida compone muchas de sus obras maestras, entre las que cabe destacar su hermoso Concierto para Piano y Orquesta Número 27 en si bemol mayor, entre otras gloriosas piezas. 

Así como el controversial Réquiem en re menor, dedicado a sí mismo (dicen), y que nunca concluyó. 

Fue enterrado muy modestamente en el Cementerio St. Marx de Viena, donde hasta hoy reposa. No en una fosa común!, como muestra la laureada película de Milos Forman. 

Aunque sí, y ciertamente, fue transportado hasta su morada final en una carreta, solo, aquel y el sepulturero, de acuerdo a las normas de salubridad de entonces. 

En la actualidad se le considera una de las glorias de la música universal, y ciudadano excepcional e ilustre de su natal Austria.  

Loor a su traza indeleble! 

La humanidad entera te reverencia, Mozart!

                                                                                 C.V.