viernes, 21 de octubre de 2011




El 
Clavicordio 

Prodigioso



                                                                                                                                                      

Situada al pie de los Alpes gélidos, la entonces villa arzobispal de Salzburgo acogía entonces en su seno sacro a quien luego vendría a convertirse en su más universal promotor. 

“Madame Mutter” quebraba aquella noche su acostumbrado silencio y buena traza, e irrumpía en sollozos de jubilo y bienaventuranzas al Creador. Don Leopoldo, quien y a duras penas arribaba al lar, tras sortear el vendaval de nieve y viento que asolaba a la señorial comarca, tomó al pequeño Wolfgang en sus brazos, y alzolo al cielo, agradecido. 

Aquel inclemente clima no era ciertamente el más propicio para tan frágil criatura esbozar sus primeros pasos, mas la Divina Providencia protegiolo, a sabiendas de su glorioso devenir. 

Transcurría el año de 1756, y doña Ana María, que así se llamaba en realidad la también enfermiza tutora, se desvivía por mantener al pequeño bebe en aséptico y estuósico resguardo ante el asedio de las pestes que asolaban al continente por aquellos días. 

Mas, - y por si las moscas -, a la mañana siguiente ambos aprestáronse a presentarse en la sacristía de la Catedral, con aquel niño bien envuelto, a fin de que recibiese los sagrados oleos. 

Desde entonces, ambos dedicáronse en cuerpo y alma a hacer del pequeño Wolferl –como cariñosamente le apodaron- un hombre de bien. E instruyéronle rigurosos en ese sentido. 

Este a su vez aprendió del padre todo lo concerniente a la música, y desde muy enano veíasale componer galantes piezas que asombraban por su genialidad y maestría al interpretarlas al piano. También aprendió a tocar el clavicordio, y el violín, y también el clavecín! 

Ambos estaban sorprendidos de la precocidad del niño, y consideráronlo una gracia de lo Alto. Por lo que seriamente obtemperaron y acordaron mostrar sus ya  geniales dotes al mundo. 

Y presto armaron sus bártulos, y partieron tras la gloria. 

En esos afanes, -y pese a su quebradiza salud-, dan a parar a Munich, donde el pequeño Mozart y su hermana Nannerl hacen galas de sus habilidades y virtuosismos frente a la corte, recabando exacerbados encomios y atinadas ponderanzas merecidas. 

Y claro, la voz corriose, y toda la realeza europea quiso regodearse entonces en tan elevadas notas.  Así el azar, presentáronse en los salones del Palacio Schönbrunn de Viena, impresionando grandemente a sus imperiales huéspedes. 

De inmediato, inician un largo periplo por toda Europa que les lleva a presentarse en los principales palacios y teatros del Viejo Continente: Frankfurt, Paris, Londres, Bruselas, La Haya, etc., etc. Recién cumplía los siete años, y ya había compuesto su primera sinfonía! Con pleitecía todos exclamaban: “Que prodigio! Cuanta genialidad!”. 

Por aquellos días conoce al hijo del excelso Johan Sebastian Bach, J. Christian, con quien entabla una fructífera afección. Así, pletóricos en elogios, mas con las árganas exhaustas, retornan a Viena, donde aquel reanúdase su sarta de éxitos. 

Hacia la Navidad del 1766 regresan al  dulce lar. Tras una breve pausa para recargar las pilas, se traslada junto a su padre a Italia. En Bolonia, el joven Wolfgang es increíblemente aceptado, - y digolo, dada su imberbe edad-, en su muy prestigiosa Academia Filarmónica, bajo la tutela del gran maestro Battista Martini. 

Allí el Sumo Pontífice, Clemente XIV, le nombra Caballero de la Orden de la Espuela de Oro. Entonces escribe varias composiciones operísticas de impecable valía. Finalmente, regresan de nuevo a Salzburgo, donde Mozart continúa componiendo, principalmente conciertos para violín, así como para piano y orquesta, verdaderos y pulidos exponentes del romanticismo europeo. 

Mas de cierto remunerábanle apenas, lo cual le disgustaba, y sacaba de casillas (Scheisse!), por lo que un día, enfurecido, se harta, y renuncia! Tanto, infructuosamente busca trabajo fuera de su patria. En estos inusitados afanes, conoce en Munich a la hermosa joven Aloysia Weber, de quien se enamora perdidamente. Mal, y a desfortuna, no es correspondido. 

Entre tanto, su persistente falta de recursos le seguía jugando de las suyas. Y estando lejos, recibe la desconcertante y devastadora noticia de que su madre había fallecido (dicen, que por desatención). 

Definitivamente, “se le caían los palitos”. Pero nada de esto le amilanaba. Y continúa componiendo. Y tras aceptar a regañadientes – y digo a regañadientes por causa del ínfimo salario que habíanle ofrecido- , regresa a Viena. 

Más tarde estrena en Munich la opera “Idomeneo, Rey de Creta”. Tal, los constantes enfrentamientos con su requiriente y altivo superior, el Arzobispo Colloredo, terminan en que fuera “sacado a patadas” de aquel sacro antro, lo cual indispúsole con su padre, quien le rogó sobremanera que  se excusara ante Su Venia. 

Mas todo fue en vano. Por lo que decide instalarse en Viena, actuando como compositor e interprete independiente, despreciando aquel odioso mecenazgo. Así, concluye su opera “El Rapto en el Serrallo”, en idioma alemán, la cual constitúyese en un éxito total. 

En eso, se entera que los Weber se han transferido a Viena, y propicia una inusual visita, que tórnase en desencanto al enterarse que su amada Aloysia ya se había desposado a otro... 

Sumido en aquel trance, conoce a Constanze, hermana de la susodicha, quien se enamora de él al vuelo. Y claro, aquel, ni corto ni perezoso…  

Bueno, aunque las malas lenguas dicen que más que amor, lo que primose fue interés, pero yo nunca creo en lo que habla la gente, por demás… 

Sin embargo, el asunto es que al poco tiempo contraen sagradas nupcias, y procrean seis hijos! Aunque solo dos lograron sobrevivir. Deslices de los tiempos que corrían! Entre la peste, y el hambre, y el inclemente tiempo - sin las modernas tecnologías -, y la insalubridad, otrora reinante, cierto encuentro poco aconteciose

Por aquellos años compone “La Flauta Mágica”. Prodigiosa! Y su aclamada “Sinfonía Júpiter”, con clara influencia de los maestros Handel y Bach (sin aliento!). 

El nivel de vida de los Mozart mejora sustancialmente por aquellos días, y alcanzan a disfrutar de algunas excentricidades. Pero, - y como dicen, que la felicidad en casa de pobre dura menos que un cirio en medio de una tormenta -, el despilfarro y el mal uso de los ingentes recursos entonces llévales presto a la ruina. 

Y cuentan que hasta tenían que coger “a rédito” para y duras penas subsistir.  Tal, el Gran Genio seguía en lo suyo, y como riéndose de la vida, estrena su famosa opera cómica, “Las Bodas de Fígaro”, con subrepticio y maquillado cariz político, - para muchos desestabilizador - la cual constitúyese en un rotundísimo éxito. 

Luego, y ahora con su vanguardista versión del Don Juan, estrena en Praga su notoria “Don Giovanni”. Y más tarde, su maravillosa “Cosi fan tutte”. Por aquella época, la lamentable muerte de su progenitor le afecta demasiado (cuentan), por lo que no pudo disfrutar bien y a plenitud de aquellas mieles. 

Tanto, en 1787 es designado Compositor de Cámara por el Emperador José II, lo cual le da de nuevo cierta estabilidad económica. Mas apenas por un breve lapso, ya que la inminente guerra entre este país y Turquía, sume a Austria en una gran crisis, lo cual, y por supuesto, también afecta al clan Mozart, obligándoles a llevar un nivel de vida más modesto, asunto que no le cuadraba al compositor, quien entonces cayó en un cuadro depresivo, y enfermó gravemente. 


Aunque hay tantas historias e hipótesis sobre su fatal - y a destiempo deceso -, que hasta se habló de muerte provocada, para allén de conspiraciones y actos de clara envidia. 

Sin embargo, sus biógrafos más conservadores se transan por la tesis de “óbito por fiebre reumática”, dolencia que por demás le aquejó a todo lo largo de su aciago discurrir.  

En sus últimos años de vida compone muchas de sus obras maestras, entre las que cabe destacar su hermoso Concierto para Piano y Orquesta Número 27 en si bemol mayor, entre otras gloriosas piezas. 

Así como el controversial Réquiem en re menor, dedicado a sí mismo (dicen), y que nunca concluyó. 

Fue enterrado muy modestamente en el Cementerio St. Marx de Viena, donde hasta hoy reposa. No en una fosa común!, como muestra la laureada película de Milos Forman. 

Aunque sí, y ciertamente, fue transportado hasta su morada final en una carreta, solo, aquel y el sepulturero, de acuerdo a las normas de salubridad de entonces. 

En la actualidad se le considera una de las glorias de la música universal, y ciudadano excepcional e ilustre de su natal Austria.  

Loor a su traza indeleble! 

La humanidad entera te reverencia, Mozart!

                                                                                 C.V.

 

viernes, 16 de septiembre de 2011


Frases Mías
(y de todos...)


"Nada humano

(Nothing human,)



me deslumbra"
(astonishes me)

                                                                             C.V.

domingo, 28 de agosto de 2011



Frases Mías
(y de todos...)


"La
honestidad es
(Honesty)
una 
rara
 virtud"
(is a rare virtue)

                                                    C.V.




Frases Mías
(y de todos...)


"Ser
honesto
(To be honest)
cuesta caro!"
(costs a lot!)

                                                   C.V.

sábado, 20 de agosto de 2011


Cap. XIV - El Cuentacuentos (Tendido) 
(de mi novela "Yo, Rodrigo de Siglos")



              Tras la salida oficial (y no oficiosa) de los marines estadounidenses el 13 de julio de 1924 -luego de ocho años de odiosa intervención y férrea resistencia nacional desde La Barranquita, do hasta gavilleros patriotas tuvimos, y santos Liborios-, respirábase en el país una grata (ya inusual) atmósfera de prosperidad y progreso.
       (El Plan Hughes-Peynado -apoyado por el Presidente Harding, a contrapelo de su rival y antecesor Wilson-, y bajo encono de la Unión Nacional Dominicana -presidida por Emiliano Tejera, y la cual propugnaba por una desocupación pura y simple, sin más-, acordó nombrar a un Presidente Provisional -Vicini Burgos- que organizase elecciones y...)
       (Aunque) al amparo de aquellos, el recién instaurado gobierno constitucional de don Horacio Vásquez, quien ascendía por vez tercera al solio presidencial, daba muestras de espabilamiento institucional y orden.
       Entanto, seguía yo al frente de mi venta (en popa).
       (Lo último que se debe perder es la confianza en uno mismo…, sostenía)
       Recuerdo construyose la primera versión del Acueducto de la Capital. Y se remodelaron los tres ejes troncales viales que enlazaban a esta urbe con el norte, el sur y el este de la isla, entre otras grandes obras de infraestructura civil de importancia, así como algunos edificios de varios pisos en la ahora concurrida vía del Conde. 
       (Ups, aqueste único vehículo -de manivela- por poco atropéllame al...)
       Tal, y a la fronda de aquel glorioso almendro (nel Parque Colón), las tertulias diarias (vespertinas) abundáronse.
       Se hablaba de todo, y demás (admitime). De pelota (beisbol), de mujeres -las de Nagua, o Mao…-, y de política (claro).  
       La lides democráticas efervescían…
       (La visita de Charles Lindbergh en su Spirit of St. Louis -recibido con honores oficiales- convirtiose en todo un acontecimiento, donde más de 20,000 personas aplaudiéronle en...)
       Entonces conocime a tanta gente. Artistas, pintores, violinistas, alabarderos del régimen, alquimistas, etc. Toda una pléyade de singularidades humanas expresas en un solo duelo de palabras, y oquedades.
       (Reminiscencias uh).
       Uno desos prolíficos personajes (autodidacto pos) denominábase a sí mismo como tal Arquímedes. Nada que ver con aquel de la Antigua Grecia, pero ¡y Eureka!, ¡qué ameno la pasábamos!
       Sus historietas, algunas verídicas, unotras no tanto, de plano alegráronme la existencia por aquel verano (interminable). Desde los cuentos de Juan Bobo y Pedro Animal, hasta el Niño de los Higos, o las de Lapén y Buquí. Retantas.
       Una desas… Narraba aquel (fiel transcríbolo). Transpórtome:
       “En algún apartado poblado” -empezó diciendo-, “situado al noreste de la capital dominicana, engoladamente denominado Hato Mayor del Rey” -lugar de donde éste provenía-, “subsistía un muy peculiar clan familiar, conformado endeble por un anciano (dable), un mozalbete y un jamelgo (gris).”
       (¿Gris?)
       “Empero, de aquel real paraje donde desenvuélvese nuestra historia -reescrita en tantos escenarios diversos-”, acotose nin fue plagio, no, “nombrado así desde el siglo XVI, pues fue el mayor y más fructífero de los hatos ganaderos de aquellos alrededores -tal apotestado por Su Majestad Cesárea Carlos I de España y V del Sacro Imperio Germánico-, poco quedaba. Y apenas unas pocas viviendas de mampostería ya (lábiles) techadas en concreto armado, con algún que otro detalle nimio ornamentado, sobrevivíanse a aquellas glorias viejas.”
       Alelaba yo. ¡Ah vastísimo conocimiento!
       “Los padres del infante Zacarías”, prosiguiose, “-que así se llamaba el niño-, habían fallecido hacía largo tiempo, y el ahora jovenzuelo en ciernes hacíase grande a salvaguarda de su abuelo, quien también había enviudado.”
       (Oh)
       “El lar de los Porrera”, que así tal se apellidaban, glosose, “erigíase malhecho de tablones desvencijados y planas de cana curada en el techo. ¡Apenas sosteníale el Santo Espíritu!”, pifiose.
       (Sé)
       “Adosado a él, erguíase un gigantesco flamboyán (antonces florido) que inundábase siempre la casa con sus vainas, mas que también cobijábales paternal de cara al agobiante calor destas latitudes, así como de los furibundos huracanes y cíclicas tormentas tan comunes por aquestos predios (protegíales)”, ripostaba.
       (Ya)
       “Aquellos supervivíanse en una eterna vecindad muy pobre… Hacia la argallera…”, y bajó los ojos.
       Pos.
       Aserto, nuestro interlocutor provenía de los estratos más vulnerables (o bajos) de la sociedad -fue lustrabotas-, y con gran esfuerzo había conseguido un empleíto en el Gobierno con el cual de manera decente y honrada vivía (¡aunque bebía como un alambique!)…
       (Eh)
       Ponderable, es consignado (vox populi) como el Zar de la Historieta. ¡Cuánta prolija imaginación en autos hablados, perpetrados en público!
       (Oh)
       Arquímedes retomaba: “Sus vecinos, mayormente jornaleros y agricultores, ingeniábanselas para digerir al menos dos de las tres diarias, entanto los más afortunados dábanselas de comer viandas y tajo, en veces. Tal, y en su gran mayoría, eran gente honrada, y buena”, decía.
       (Los hombres -y mujeres- del campo dominicano caracterízanse por ser dulces, afables y hasta mansos, aun solitarios o en veces huraños, mas no haraganes, no. Ya, hállanse -y no jállanse- salvedades)
       Pues.
       “El tal don Abstemio, como llamábanle al (inefable) abuelo, tenía un pequeño conuco que había heredado de sus ancestros, donde día a día cultivaba hortalizas y hasta víveres, que luego salía a vender, al lomo de Jeremías, -que así se llamaba el burro / rebuznaba oía-, al mercadito del pueblo, a buen precio”, aseverose.
       Ve.
       “…Y dizque amarraba (o flojaba) las aguas, a su antojo, se decía, pa’ no afectar la cosecha, o en época de sequía…”, dejó caer.
       (Oer)
       “Nimio -¡Ah villa angosta!-, el ocio daba espacio al comadreo y a los chismes, y los dimes y diretes diseminábanse cual maleza, en aras dalgún postor. En torneos de dominó, y hasta en rezos, y bautizos o velorios, o doquiera hubiese gente y bureo, aquestos disfrutábanse a pierna suelta del convivio ajeno. ¡Jodido vicio!”, conminose aquel.
       Unotro trago (timaba)…
       Bah.
       “(Raudo) corría julio, y el sopor que desprendíase de los tejados de zinc del extinto Club de Rodeos -ya farto desvencijado-, podría nítido asar a una guinea, sin despellejarla siquiera”, excretose. “Mal, el rumor que algunos (abyectos) esparciéronse fue ingrata -y no gratuita- comidilla ...”
       (Cuchicheaban)
       Mal.
       “Aquella (polvorienta) callejuela que conducía al Zoco (o Mercado Viejo), trascruzaba justo al tumulto. Es que no tienen nada en los sesos, comentáronse. Y, ¡Qué injusticia, María Santísima!, cacareábase doña Cilantra (con su turbante enliao). Grave, badajeaba Canto Prío.”
       Oh.
       “Los demás, secundábanles, juiciosos (no). Tozudo, don Abstemio apenas se inmutaba, o hacíales caso, siquiera (decían). ¿Qué les pasa, Abue?, inquiríale confundido Zacarías. No le hagas caso, mi jijo (hijo). Como quiera hablan. Y aquel, imperturbable, seguía montado al lomo de Jeremías, quien gustoso terciaba su preciada carga de tomates (jugosos), lechugas (repolladas), ajíes, y hasta zanahorias o molondrones (muy óptimos), acoplada en remilgadas árganas pendiendo a sendos costados, mientras Zacarías caminaba juicioso a su vera, como un lazarillo fiel.”
       (Sólo él)
       Arquímedes nin pausaba para respirar. Tanto, libaba…
       “Nela acera de enfrente, doña Atalana, socarroneaba con sus compinches: Abusador el viejo ese. Carajo a la vela, oíle rezongaba. Cruenta, Tartalia consentía. Y Anatemia quemaba como la candelita por lo bajo... Abue, si quieres, podemos cambiar…, accedía Zacarías. Ya don Abstemio, terco como una cabra (¿o era como una mula?, bueno…) nin transigía.”
       A par.
       “(Real) día tras día, entreverábase la misma jodienda. Y farto dio el cubo a la lata, que don Abste decidió chambear de sitio con el niño. ¡Jo! Agora Zacarías iba al lomo, y aquel anciano, a su diestra, garbeaba.”
       (¿Cuál?)
       “Tal, ahí no quedose el asunto, caballeros…”
       Un silencio yacijal abacoronos a todos.
       Pos.
       Cierto, era otra época. Y la gente, ingenua (demás) era…
       (Eran)
       “Naquella tarde pasáronse, como de costumbre, en dirección al Mercado Viejo, frente al jolgorio sempiterno de la Placita (Pública), explanada situada a un lado de la iglesita antigua, donde reuníase la crema y nata de los hatomayorenses.” 
       (¿Fuense?)
       “Mas desta vez, el comentario fue otro. El Taita Enerio apuraba: Hmmm, por eso es que estamos como estamos…. Hmmmmmmm, repitiose (como para ser oído)… Así es mi Compadre, así mismito es…, asintió Siña Matilde: Mamá Terotístate crió uno así, y le salió medio raro, eso dicen…. Si seguimos malcriando a nuestros muchachos de esa manera, no sabremos a dónde pararemos…. Verídico, cabeceose don Sigilo. Escrito está, comentose unotro (raro), con la cara desfigurada por la viruela creo...”
       (¿O no?)
       Arquímedes detuvose apenas para sorber dos gramos de alguna bebida fermentada (que ofrecienle).
       (Pues)
       Disfrutaba (yo) de aquellos diálogos tan coloquiales, recargados de tanta estampa vernácula (local, campesina). Maestro de maestros (autodidacta). De prosa limpia y…
       (Recréome).
       Aquel irrumpió en mi soliloquio, y prosiguiose: “¿Qué comentan ahora Abue?, requiriole el nieto a don Abstemio. No le hagas caso, mijo (mi hijo), ripostole aquel, como quiera hablan”.
       (Ya)
       “Y fue tan grávido el clamor, don generalizose que... ¡Infeliz anciano!, proferíase alguno. O Caray, Pobre viejo, recriminábase otro. ¡Mozuelo aprovechado! ¡Holgazán!, coreáronse al salto”.
       Ozú.            
       “(La barahúnda que armose…, supe). Abue, y si me bajo, y camino junto a vos, a lo mejor se sosiegan… No le hagas caso, sostuvo el abuelo. Ya me tienen harto (con jota), murmurose don Abstemio.”
       (Unjú)
       “Asaz, el rumor y la maledicencia pública crecían. Y aquel joven (Zacarías) mostrábase conturbado (muy). Abue, mejor me bajo, por el bien de todos nos abue, porfa…, díjole (conjuraba).”
       Todos impacientábamos (nos).
       “Está bien, mijo (mi hijo), está bien, pero no debemos dejarnos llevar por el que dirán, sabes, la gente nunca está conforme… Y esto dígolo (yo) más por viejo que por diablo…, sopesado hablose el anciano.”
       (No)
       Arquímedes gesticulose (y sorbía).
       (Ah)
       “Zacarías entonces bajó del lomo del jamelgo (reaparejaron), y caminose junto a su abuelo calle arriba.”
       “Soplaba un viento leve que apenas desgreñaba las copas de las palmas sediciosas que bordeaban el camino -cual si anuncio del inicio de la época de farras-, y aquella enjundiosa comunidad apertrechábase jaleosa de cara a los excesos por venir. Aquel merengue (de campo) lejano oyose…”, (¡tambora, güira y acordeón!) bailoteaba.
       Anjá.
       Regodeábame en sus trazos tan vividos (y muy vívidos)…
       (Mangulina p’aquí, p’aquí, y un perico ripiao p’allá)
       “Eran fiestas patronales. Consagrábanlas a la Virgen de las Mercedes, pos. Patrona desta comarca, y de la patria toda (sabéis)… ¡Hasta toros en ofrenda!”, aseverose.
       Eh.
       “Y entre salves y atabales, (avezados) colocábanse vistosos y encarnados listoncillos de colores, y artilugios (sortilegios) de papeles en los frentes de sus casas (recoletas), compitiendo (unos y otros) en originalidad y creativismo (?). Mas también, y eso puedo asegurarlo yo, en darle duro a la lengua (¡Recónchale!- a epéntesis del coño tabú)”, enfurfurose.
       Sé.
       Temía le diera una sirimba (o yeyo), por lo que… ¡Qué bah! Metíase en la piel de sus personajes, y como tal actuaba.
       A más.
       “Casi noche ya -elucubré-, don Abstemio y su nieto, caminaban (quebrando corozos), lado a lado a Jeremías, rumbo al pueblo, bordeando en zig- zag el río. El Maguá le nombraban. Impetuoso en los meses pluviales de mayo y junio, agora más reposado, tan no menos caudaloso y febril”, Arquímedes reseñose.
       (Hallé)
       “Aquel encorvado puente sobre la ría -construido en los años del Gobernador gringo Knapp-, hecho en cemento vaciado y madera, mostrábase hoy abandonado y baldío. No obstante, aún trenzaba a los viandantes, que era lo que importaba (supuse).”
       Eso suponía.
       (Aquí discúlpome por retrancar a Arquímedes, pero apenas quería aclarar que durante la intervención norteamericana de 1916-1924, no todo fue aversión y lucha. Aquellos -mal que bien, y disponiendo de todo el dinero que el erario público acumulaba de las instituciones recaudatorias, y a través de las cuales cobraban sus acreencias- unificaron todo el país a través de un inédito y eficiente sistema de carreteras, puentes, caminos, escuelas, etc., ya conformose la denominada Guardia Nacional, con todo y pertrechos. Asimismo, organizose la tenencia de tierras -antes comuneras- mediante un novedoso mecanismo de registro de títulos -nombrado Torrens-, aun empleáronse el desalojo violento para expropiarse y construir sus factorías de azúcar, excediéndose en el este donde prácticamente la Central Romana Corporation adueñose de la región...)
       Je,je, bueno, hasta yo excedime, jo. 
       Confín.
       Sin darnos cuenta, una enorme algarada (cautiva) habíase agolpado alrededor nuestro para digerir al figurante
       Aun nadie interrumpiose (solazaba yo).
       “Y al cruzar junto al Local (de abastos y demás tiliches) del Turco”, continuó narrando aquel, cada vez más excitado (ya ávidos todos), “aquella cáfila -o sarta de tígueres, proferime- armose gran sorna (dienle cuerda pos): Que apretaos (osanse a dir / ir), con un burro al lado y éstos (zánganos) a pies, comentó uno. O arguno (alguno) arengaba: Ya ni sé cuál es más bruto, si los dueños o la bestia (zotes), ¡qué caco!”. Arquímedes resoplose.
       Ejem.
       (¡San Francisco -de Asís-, aplácales!, decíame)
       “Oye Abue, todavía critican, ufffff, nunca estanse satisfechos…”, externose contrariado Zacarías a don Abstemio. Así es mi jijo (hijo), te decía…, asentía el abuelo. ¡Son insaciables!”.
       (Pues)
       Empezaba a exasperarme (inoculaba…).
       Bah.
       “Y días, y días (y noches) pasanse, y el rumor, y las mofas, y las burlas, non pararon. Aquel duo hastiábase (ya), en veces (digo). Bueno…”, titubeose.
       ¿Y qué pasó entonces?, atinó un chusco.
       Pos.
       Vivo aquel, a más extenso (más tenso, y re-denso), por ende, más alcohol…
       ¡Oh estratagema!
       (Unotro trago).
       Arquímedes zancajeaba: “En las clases Zacarías era el centro del relajo. Y los motes y diatribas, mal frecuentes, tendíanle veraz en ascuas. Es que no se puede ser tan menso..., (aún) esgrimiéronse.”
       (Osé)
       “Don Abstemio airose (tanto), que zumbaba. Y lanzábase improperios a dos manos, trascontábanme (dizque).”
       ¿Qué?
       “Incordiado, Zacarías suplicole: Creo debemos variar de trote y montarnos los dos (a un tiempo) sobre Jeremías, a ver si así dejan de importunarnos…”.
       (¿Nos?)
       “Está bien mi hijo, pero recuerda siempre: como quiera hablan. Es el ocio lo que los tiene dañados…, a duras penas respondiole don Abstemio.”
       Ta.
       Tamaño relato, pos. Exaspereme.
       (Eh)
       “Ese mediodía -reanudaba-, tras un opíparo almuerzo en la Fonda de Doña Clara (la gacha), con mucha molla (doble) y gallina, reemprendiéronse la ruta acostumbrada hacia el Mercado Viejo, donde habrían de deshacerse (como siempre) de los productos cultivados, y así feliz obtener el ansiado diario sustento.”
       (Sol / nubes / sol)
       “El sol apenas picaba. Presagiábanse chubascos dispersos, y la (leve) jarina acaso comenzaba a aplacar el polvo levantisco del camino.”
       Oh.
       “Había demasiada gente (y palique demás se hablaba) frente a la Mansión del Gobernador. Vendría alguna comisión de la Capital, dizque para verificar ya ni sé ni qué cosa querían o auscultáronse demás. De todas formas, había que justificar el sueldillo...”, Arquímedes devanose.
       En vez.
       “Don Abstemio y Zacarías (tal cual habíanlo acordado), montáronse ambos al lomo del (ya) anonadado jamelgo que, y si bien es cierto, lidiose con aguzada destreza la desacostumbrada y encima pesada carga”, tuntuneaba aquel.
       La concurrencia se hizo aún más larga (desbordaba a la acera)…
       Ah.
       Arquímedes de pláceme (engolaba la voz). E increpaba: “Tanto, don Abstemio como el niño lucían felices. Finalmente acababan las burlas y los desquiebros, y podrían transitar por las calles de su aduar (idolatrado) sin mayores andanadas. Repensanse.”
       Bien.
       “¡Craso fallo! Allén, y a la vuelta de la cuadra, un grupo de (vagos) parroquianos repitiose mal jifero el experticio. (Bisbiseos), los decires fueron creciendo, y creciendo, y creciendo, como aquel Maguá indomable en temporada de torrencias”, execrose.
       Sé.
       Descorcháronse vi otra garrafa (de Alevía).
       Ah.
        “¿¡Cómo es posible!?”, prosiguiose el Zar, “exclamose alguno, retirándose las lentillas del rostro, frunciendo grumoso el entrecejo: ¡Esto es un abuso vil e imperdonable! ¡Pobre asno! La multitud asintiose, y colegía.”
       ¿Más?
       “Fatuo, aquel Concejal (obeso) por lo bajo comentaba: ¡Son unos salvajes, que Dios se apiade! (palabrota antigua)”
       Enrojecime (yo).
       “Y como la gatica de María Ramos (aquella que lanzaba la piedra, y escondía la mano), su vecina Eulolia añadiose: Esa gente es medio rara…. A veces oigo ruidos extraños en esa casa, jum, regoso a…  Así mismito é, Comadre, yo también los he oído. Dicen que el pai era medio atronao, y que la mama bebía hasta por los sobacos, asegurose Bartolo, el del Cobertizo Timbo”, sonsacaba Arquímedes.
       Pues.
       “Ay, si la Sociedad Amiga de los Animales -pioneros éstos- se entera de semejante barbaridad, se las van a ver refeas… Y que no se crean que el pariente que tienen en el Gobierno les va a venir a meter la mano, esa gente, después que suben, bueeeno…”, largo y tendido parafraseose hosco (otro).
       Ah.
       Após un buche (más) de aguardiente, -agora casi totalmente bebido, ya-, aqueste retozaba con las palabras (y la gente): “¿Abue, y ahora que comentan Abue?”, inquiriole Zacarías a su abuelo. “Te lo dije Zaca, son enfermos, ¡y su enfermedad es de la lengua, jones! Es un vicio mortal. ¡Hasta cuándo! ¡Hasta cuándo! ¡Hasta cuándo!, marrose don Abstemio.”
       Oh.
       “Cruel, el run-run persistía”, reincidíase el Zar. “Y cundió prácticamente en casi en todo el lugar, y comunidades allende vecinas, y hasta más allá (dicen).”
       (Ven)
       “Y llegó a oídos desa gente (muy avezados ellos) que dizque protege a los animales, y hasta enviáronle una notificación por escrito, por semejante maltrato”, y hacía como si leyese (bajo sus gafas).   
       “Don Abstemio estaba que enloquecía”,
       Uf, uf, uf.
       “Y a Zacarías, expulsáronle del Liceo -tras tanto zafarrancho- aduciendo inconducta impropia, ya adrede acusáronle de alteración del orden.”
       Arquímedes altisonaba (creo exagerose).
       Osé.
       “Entonces, los amigos se alejaron. Y fasta cruzaban a la acera contraria cuando alcanzaban a divisarles, a lo lejos...”
       (Cabizbajo, dizque), quise arrebatarle la botella, tan…
       “Al filo del mes, aquel par cayó en una depresión inexplicable. O más bien, explicable. Y casi ni comían. O dormían. (Jeremías respingaba).”
       Bah.
       (Arquímedes se las ingeniaba para…)
       “So aquel nefando 24 de septiembre, a la luz y el estruendo de aquella pirotecnia festiva que repajilaba a la multitud no sobria (apilada en la Plazuela Pública), ocurriose el desaguisado”, consternaba parecía.
       (Mal)
       “Coincidente, a aquel puente nombrábanle como tal, el Pontón de los Desesperados…”
       Pos.
       “¡Y vaya que si estaban desesperados aquellos!”, sentenciose.
       Sé.
       (Reinose un silencio total)
       Ya, al climax de su histrionismo… “Al pie de la barandilla (endeble) apostáronse los tres: el burro, el abuelo y Zacarías. Y por vez postrera, observáronse aquel cielo apenas resquebrajado por las luces de artificio de las fiestas...”
       Miró arriba (luego abajo).
       Oh.
       “Y los tres a un mismo tiempo, ¡se jondearon! (dijén). La corriente desaforada del Maguá, en celo, tragóselos a un tris, sin mayores resquemores.”
       Uhhhhh, exclamamos (nos).
       El licor ya hacía estragos en aquel: Arquímedes bamboleaba.
       (Tal)
       Aún (anochecíase ya) aguaitáronse el desenlace.
       ¿Eh?
       “Al día siguiente, encontraron los cadáveres (muy) yertos de los tres.”
       Ohhhhh generalizado.
       “Lucían felices, vertió uno. O unotros, atreviense: Y tan buenos que eran. ¡Tan laboriosos! ¡Qué pérdida tan irreparable!” (sí), sollozose algunotra (gemiqueando)”, so fingía que gemiqueaba aquel.
       Fiel.
       “Al multitudinario entierro asistiose todo Hato Mayor del Rey. En pleno. Y hasta doña Cilantra (con su turbante enliao), y Canto Prío. Y doña Atalania, y Tartalia, y luego Anatemia. Y Siña Matilde. Y Mamá Terotístate. Y claro, el Señor Gobernador.”
       (Horror)
       “Y hasta el Honorable Concejal, el cual díjose un grandiefusivo discurso, pavoroso.”
       Oh.
       Arquímedes agitaba (batía) sus manos…
       (Dos)
       “Más luego fablose Eulolia. Y la Comadreja (aquella), quien recitose unas coplas (tan cursis, y redichas), alusivas.”
       (Talalá, talalá, talalá)
       La...
       “La multitud, aún en resaca, lucía de golpe y rasca compungida.”
       “Conmocionados todos.”
       (Interjecciones varias).
       “Nunca nesta comarca expeliose tanto dolor y pena, arengose alguno, desmemoriado (digo yo)”, y entretejía.
       Ah.
       Toque de queda (pautose)…
       Sé.
       “Tras el fugaz recorrido, aquel jamelgo, ya don Abstemio (vapuleado demás), y el mentado Zacarías, arribáronse gozosos al cielo.”
       ¡Oh!! (exclamose el auditorio).
       “Por fin, sus penas y suplicios acababan.”
       (¿Real?)
       “Así, y al final de aquellas refulgentes escaleras (muy aureas), espetadas por querubines alados” -y hacía como si subía- “…sobre tufos blanquiazules, bazuqueaba Simón Pedro (y su comitiva), requirientes.” 
       Es.
       Arquímedes explayó.
        “(Jubiloso) aquel, aprestose a recibirles, con pancartas (y más loas), contimás bambollas e hitos celestiales”, saludaba (ah afán).
       Tan.
       “(Ya), al arquearles (!), de inmediato refrendoles: Anjá, conque ustedes fueron los que tergiversando el sagrado Libro de la Vida, atentaron contra sus propias existencias, y estragaron lo que ya estaba escrito. Ustedes no pueden entrar aquí, definitivamente no. Ustedes no entran aquí. ¡No y no!. ¡Sois unos depravados!  ¡Sois unos… Y estampose aquel acceso denegado”,  enojado a más.
       (Más)
       “Aquellos tres se miraron, y al unísono estallaron en una estrepitosa carcajada que retumbose hasta el  mismísimo Tártaro (infería yo)”, bufeose el Zar.
       ¿Cuál?, desbarraba yo.
       “Bueno, y cierto, allí fue donde y al cabo del tortuoso viaje enviáronles”, hacia abajo señalaba (doblando el bembe).
       Ve.
       “Belcebú -en traje azulgris, y sin corbata, con zapatones muy anchos, y pelo coloreado de azabache, a más vírgula campechana…-, (sin mirarles a los ojos) recibioles aguzando su estilógrafo (¿o era tridente?), al tiempo que pronunciábase (eufónico): Más sé yo por viejo que por diablo”.
       Oh.
       Resultábame conocido…
       Carcajadas.
       Más.
       “Cuan prosaico agregose: Tal, ¡como quiera hablan!”.
       “Aquel lugar era un hervidero”, (y otro trago) (hic, hic).
       Ji.
       “Tanto cuentan, que mientras se cocían (el abuelo, Zacarías y Jeremías), se reían, y reían, y reíanse, a granel, se reían (¿Alferezía, sería?)…”
       Ele ía.
       Todos reían (menos el Zar).
       “Ah compatriotas nuestros (uf, uf), apenas aduciose aquel, de fisga y cachos”. Arquímedes mofaba.
       (Ideal)
       Los aplausos retumbaron hasta el atrio de la Catedral. Fasta el Arzobispo quejose.
       Sé.
       ¡Qué personaje!, reverencielo.
       Lo.
       (A Arquímedes, no al Arzobispo. Órale, también al Arzobispo…
         Pos.
         Luego entereme que aquel falleciose de cirrosis hepática. ¡Muy triste!
         (Arquímedes, perspicuo, no el Arzobispo)
         So, ajusteme una copa en su memoria…
(¿A la memoria del Arzobispo? ¡No!, ¡de  Arquímedes!)
El muerto al hoyo y el vivo al bollo...
(¿El Arzobispo al hoyo?, ¡no! ¿O al bollo? ¡Tampoco! ¡Arquímedes al hoyo!)
Bueno, al fin y al cabo los dos acabaron en el hoyo, o...
Dejémoslo así... (¡Qué tollo! Quedeme con el bollo y...)
¡Ya!
         A ciencia obvia, los años de Vásquez (Horacio) resultaron promisorios para mi agora bollante almacén, por lo que híceme de algunos bienes raíces (la plusvalía, ajá). Los ahorros en el banco producían dividendos, pero el dinero líquido se devaluaba, ligero (notaba).
       Asomaba la Gran Depresión (económica) mundial del 29.
       (A propósito, recuerdo para la época la firma de aquel histórico acuerdo con Borno para fijar los límites de frontera que…)
       A pesar de mi (aparente) perenne juventud que rebosaba, la edad (y los pesares) pesanse más…
       Tanto, era tiempo de escabullirme a nuevo. Ah escozor de neuronas, o de suelas... Desvariaba.
       Mastuerzo yo.
       (Penseme ir a San Pedro-la Sultana del Este-, ya los colonos penaban, cascados, a epílogo de la Danza de los Millones, y...)
         Ansí, armé mi bollo y redirigime al oeste cerquita: la benemérita provincia de San Cristóbal.
         Al paso que iba…
        (Tal)
                                                                                                     C.V.