Cap. VII - El Galipote Azul
(de mi novela "Yo, Rodrigo de Siglos")
(de mi novela "Yo, Rodrigo de Siglos")
(Días y días, mero),
ya río arriba...
Observábase a
la multitud que bajaba.
(Abriendo trillos, se llega…)
Tras la patosa ordenanza -que hasta entonces
desconocía- del infame Gobernador Osorio para destruir todas las poblaciones al
norte y oeste de la isla (ya 1605), dizque porque estaban contrabandeando
mercancías, y hasta biblias protestantes, trasegadas desde Holanda y otros
países del norte de Europa, sus moradores non
tuviéronse más remedio que trasladarse al perímetro insular don permitióseles la vida.
(Ésto, a pesar de las intentonas
facciosas de Hernando Montoro y el padre Méndez -en Guaba-, o Fray Rodrigo -de
La Vega-, implicados en...)
Hacia los
territorios abandonados -y como era de esperarse-, fúganse esclavos libertos, ora remanentes de grupos indígenas (aislados).
Más tarde (entereme), instálanse bucaneros (natos de Francia) y filibusteros
(de Inglaterra), corsarios, matuteros neerlandeses, y otras aves de rapiña, que primero se adueñan
del islote nominado La Tortuga -Ah Bertrand d'Ogeron-, y luego de toda la parte
oeste de la isla, siendo el Imperio Galés el que oficialmente (y finalmente)
álzase con el trofeo (y lo expolia).
Tanto, esa
fue otra historia…
Recuerdo (desapercibido) infiltreme en
el grupo.
Y a orillas
de la confluencia de los ríos Amina e Inoa (afluentes ambos del gran Yaque del
Norte), conformamos -y digo veraz, conformamos- aquel pobladejo, que luego bautizáronse
como San José (de las Matas), cierto y conforme a la saga vernácula, otrora
gratificante estancia don las
deidades aborígenes (taínas) paganas y la naturaleza abrevanse (pos)...
Dotado yo de
innatas dotes organizativas (nin
payola), presto erigiéronme en cabeza -Corregidor- de tan novelera, digo
novelesca villa. Perdón.
Vueltas que
daba la vida…
Posición cual
creo ejercí con vasto decoro, hasta que...
Bueno (y no
nos apresuremos), lo cierto es que aquel carguito
agenciome pretendientes (¡tantas!). Y como (asigún
decíanse), “el tranca no se pone
viejo”, siempre manteníame en forma (atusaba, bah).
Al final, decidime por Lusitania.
Malojeada quizás, aquella resultose
estéril. Apenas, restonos adoptar a un real chavea. Aqueste, serpollo (sin
serlo) de una nieta (menor, fallecida) de la vecina de la madre de mi consuegra
(o sea la abuela) uf, misérrimos que…
Como tal,
nombrámosle Cándido Martín Oprobio del Pilar y Borromeo. Socorrido, titulámosle de hecho Cándido (fijo).
“La suerte
está echada”, remembro acotele.
De naturaleza
algo huidiza, ya poco imbuído en los asuntos terrenales, marchose un día a París, a estudiar Haute Couture. Clichésico (sé).
Al cabo de
unos años, Cándido retornose (con muitas
costumbres raras en la cabeza, noteme).
A más,
tendíase las horas necias en su atelier, adosado a su cuartucho (aparte),
elaborando ruidosos trajes (y caretas), ya disfraces de arlequines (o fantasías
medioévicas, tropicalizadas). Veíale, en vez.
Laborío que nada
agradábame, pero qué se le iba a hacer (refunfuñaba entre dientes, malrecuerdo)…
Claro, no era
lo mismo el otro que el mío.
Aparte destas menudencias (cotidianas), vivíamos
felices, en la Mansión, a la vera de la Loma Prieta (como
nombrábanle).
Ora, siempre habíase algún pelo en el sancocho (decía la nana Lola).
Y las
crecientes aserciones de raptos y molestias
a jovenzuelas, cuan desoyendo a sus mayores trasgredíanse
los dominios de aquel nombrado Bosque de
Matas Grandes, eran (ralo) la comidilla.
Conforme a
los aterrorizados testigos, “apenas seguir el rastro a aquellas zancadas, após la deleznable felonía, lo extraño
era que las trazas desvanecíanse en el aire, como si se desintegraran...”. ¿Abducción
deífica? (mofas). O quizás, ¿algún hechizo? (risotadas). Curioso caso
(trisqueme)...
¿Qué inaudito
ente (o mortal) realizábase tan hiperbólico prodigio?, perguntáronse.
Entonces,
algunos valíanse de conjuros, y aguzados amuletos (de azabache), y hasta cruces
benedictas, p’aconcharse de su agible asedio.
A obstar, (en
fin) ¿qué érase aquello?
Unotros horrorizados asiduos acusaban
haber visto, “en noches de luna clara, a un ser semejante a un ave peregrina, de plumaje grisáceo o
azul, manque de dimensiones
considerables y rasgos cuasi-humanos, el cual (intempestivo) esfumábase al
vuelo, tras la fechoría”.
(Empero)
aquello no érase versión creíble, por. Sin embargo,…
“¡Eso e obra de un galipote!”, afirmábanse
avezados algunos. “Ha de ser un galipote zancú
(o zángano)”, aseverábanse los más doctos (dizque). “¡Patrañas! ¡Patrañas!”,
externábanse varios, incrédulos. Pos.
Referíanse a “seres metamorfoseados en animales, o fasta a veces en objetos inanimados, y
que siempre estaban a hacer de las suyas, con acciones de naturaleza perversa y
enotras violenta, mayormente en contra
de indefensas damiselas, o hasta
viajantes”, se decía.
¡Pamplinas!
(infundime de).
(Tenaces),
las pesquisas continuaron. Mas, a ningún
lado conduciéronse.
Los lugareños
lucían consternados (preocupados muy). Desasosegados.
Y mi
Lusitania, no era definitivamente la excepción a la regla.
Nese plazo (sopláronme las veedoras), aquesta prendió un redil de velas a la
imagen del Sagrado Corazón, y tendido rezose una letanía de padrenuestros y
avemarías, pidiéndole “al Dios Padre que resolviérase aquel misterio”.
(Bambula, o quiyombo, lindantes los atabales o palos…)
Folklórico,
evoco a doña Eterolisa -nigromántica de oficio-, aconsejarse esperar al Viernes Sacro, que ya estaba próximo, y
“en ese día” hacerse de unas ramitas, -o quizás de una buena vara dirían
algunos-, del nombrado Palo de Cruz,
y entonces “caerle a fuetazos limpios” a aquel “espíritu maligno”, como llamábale
el Taita Elodio, y quien de cuando en vez expelíase: “¡Destente animal feroz!” O un “¡Aléjalo, San Alejo!, p’alivianar”.
(Aun, Lela la Bizca aventuraba, sola, mas bola… Jo)
Toda la comunidad (exacerbada), virtualmente
permaneció en vigilia. “Aquí no se va a dormir jamás hasta que no se atrape al mentao galipote e m….”, expresose ya
hasta hastiado don Getulio (yerno y juez), entanto
tirábase par de tragos en la Cantina e la
Ochava, mientras la claque asentíase,
y ramoneaban (cotorreáronse asaz),
contendiendo con aquella ruidosa bandurria (o mandolín) que...
(¡Y baila, Santa
Cecilia!)
Esa noche (oy revivo), alrededor de las diez y algo, el mentado galipote (des)volviose
a sus andadas.
(Oh)
Aquel
estentóreo grito (en lo escuro, dijién), nela lejanía, hacia el apartado bohío de doña Higoria, la vendepailas -retanto el café majaba, al pilón-, alertonos de
inmediato a todos.
“¡Vaya
osadía! Y agora (mesmo) en nuestras narices…”, expresose (cauto) alguno (oí).
“Peidió ei prigilio” (o la vergüenza
perdió), caló otro.
Fiel, Tístulo
-a mi auxilio- contome cuan Ma
Higoria excretaba: “¡Mi jija! ¡Mi jija! -o ¡mi hija, mi hija!-, desgañitose (ve). Y posesa arrebatole a la muchacha
a aquel ser (jum) -nela cintura a
horcajadas trepola-, ya escabulliose (circense) por la ventana superior
(abierta) daquel tragaluz que daba a…
- habla, habla, inventa - …y en lúdicas zancadas, internose hacia los sombríos
y encizañados lupanares arbóreos que bojeaban a aquel caserío, apenas afufando
alguna que otra pluma azul (repajilaba)…”
(Aquel cuarterón -un cuarto de indio y
tres de español, se decía- dábaselas
de escribiente, mas carecíase de la capacidad de sindéresis, o juicio cierto o
recto y…)
“¡Esa cosa dejose el pelerío!”, nomás (bufeáronse).
Acoquinábanse
todos.
“¡Jodidas
historias de galipotes y hechiceras sabichosas!”,
resopleme para mis adentros. “Tu verás, ahoritica
mismo me voy a hacer guardia a lo profundo del bosque, y como que me llamo
Rodrigo Casco Duro -remonteme yo- ¡voy
a atrapar a ese (maldito) pájaro!”, furioso expelime.
(...jamaba un puré de yuca o mandioca -con huevos revolteados-,
y perejil, que preparome la doncella de servicio no...)
Incojonado
demás, apertrecheme con aquel pistolón (de Cataluña, recuerdo) y junto a un
titubeante Tístulo, apersoneme al nombrado Alijar
de los Samanes. Aunque dispuesto a aventurarme mero, (aposta) procuré el apoyo de los hombres más aguerridos de la
demarcación, a ruego del Mayoral (que impetraba).
El camino que
llevaba al bosque (mentado) oteábase
bien claro. Era noche de luna densa, y el sonido lejano de los saltamontes y
grillos cantorros -cri, cri, cri,… - inundaba
a aquella lóbrega atmósfera multipoblada de fantasmagorías y nimitas flagrantes (o cocuyos), cual si
en estival cinegética… (rememorome a mi canicular
Granada).
Tanto, la
persecución, mordaz, iniciose.
Y ansina
(ras, ras), un chasquido leve tras los arbustos delatose la presencia de aquel non fetén espécimen (¿o especimen?, ¡no!).
Entonces,
cargué mi arma, y voceé: “¿¡Quién vive!? ¿¡Quién vive!?” Mas naide -se decía- respondiose. Falsa
alarma (reposáronse).
Aterrorizado,
Siño Tístulo (entretanto) advirtiome del reflujo a aquella osadía. “Con esas
cosas no se juega, Jefe…” “¡Pamemas! ¡Pamemas!
¡Tonterías!”, repliquele una, y otra vez.
Al ínterin,
un leve alboroto como de correoso aletear de aves remeniose la copa de las
umbrías arboledas hacia el este. “¡Es el galipote! ¡Es el galipote!”, oí desgañitose (entumecido) el Caporal. “¡Alto
ahí! ¡Alto ahí!”, vocifereme, y excitado (o fatuo yo) realicé varios disparos
al aire “que retumbáronse hasta en la comarca vecina”, arguyense luego.
(¡Bang!, ¡bang!,
¡bang!)
En el pueblo
comentaban: “Ta cogío, ta cogío”
(está cogido, traducíame). Asustadas, las comadres
engarzábanse a sus rosarios, temerosas… La parroquia atestose de gente.
(...Arca de la Alianza, rogad por nosotros...,
Consuelo de los Afligidos, rogad por...)
Y en las rúas, unotros (más osados), manteníanse a la expectativa, comentándose al
sesgo (non obvios)…
Pos, decidí jugármelas. ¡So!, dispareme certero.
(¡Bang!, ¡bang!, ¡bang!)
Mordaz, en lo
alto de aquel maguey (calculé),
tambaleose aquella silueta con forma de
gente (¿o ave?), algo como azul o gris nácar, que a la luz de los astros
deslumbrome, y cual tal, vile (¡rian!) desplomose, abalanzándose al suelo -nentre pitahayas-, perpetrando un
tétrico alarido como el de ganzúas a
rescoldo que desregose por leguas…
(Mas) ¡Oh horror! Cuando acercámosnos al sitio donde
supuestamente habría de yacer ferido
el temible galipote, quien allí tendíase inerte (ya) y (a) boca abajo ¡no era
otro que mi Candido!
Cual, y en un
(tris) periquete desangrose.
(Ay)
¡Cuánta atrocidad!
(perpetreme), entre dientes exclamaba.
(Nin salíame de tan inusitado trance)
En vano
aferreme a su cuerpecillo (inerte), so
acezando repelía, “qué he hecho Dios mío, qué he hecho, hijo mío, mi hijo, qué
he hecho…”, repetía, (oh fregado) repetime.
Dotra vez la tragedia ensañábase contra
mi vida, y nesta por mi grande locura
(e imprudencia), ahondaba...
(Obreme)
Y prorrumpí
en tan supino (llanto o) sollozo que impío (a más) desperteme a toda aquella
fauna y jaurías consuetudinarias daquesta
sagrada floresta (encandilada), y fasta
alrededores, pos.
Todos
quedamos de una pieza. Petrificados.
Estupefactos. Patidifusos. Inermes…
Cruel, tal fantástico
atavío, elaborado en coloreadas plumas de faisán (azul) y -ah ardid- oleosas
zancas de seda y plata refulgentes -agora
parcialmente deshecho y ensangrentado-, relumbró (de manera póstuma) a
parrafadas...
¡Horripilante
brete!, cotilleanse.
Aquella
fatídica noche, al enterarse mi consorte Lusitania del trágico desenlace a las
pesquisas, rompiose a dar gritos y
alaridos de dolor (execraba a más), y a escasos meses falleciose recluída en un
renombrado sanatorio para enfermos mentales de la ciudad de Santiago de los 30
Caballeros (Y a mí enclaustraban, jo).
Encomiable
(dizque), la justicia actuose.
Asolado
(derruíme). “Cómo iba a saberlo”, salmodiaba (para mí), naquella murria trena. Nin
sobaba, após…
(Sorbime -con
cuchara de jícara de coco, recuerdo- un trago de aguaza amarga como retama, naquella tinaja al suelo cual...)
Así la
historia, los fatídicos eventos de aquella infeliz noche erigiéronse en
sangriento colofón a las macabras andanzas de aquel fabuloso y mítico ser en la otrora bucólica población de San
José de las Matas, que por fin sosegaba.
¡Cándido
galipote!
Ya aquel
mítico veste, y non solo aqueste, toda su
colección de fantasías medioévicas (satíricas) y caretas, y disfraces -luego
puesta en exhibición en foráneos y diversos foros no aversivos propios-, sirvió
de muestra y acicate a unotros
artistas y artesanos de la isla que siguién
sus directrices, en quizás (lejana) génesis de nuestra tradición carnestoléndica
(o carnavalesca, asigún)…
(Especulaba
yo)
En loa a su vileza, indeleble -¿o era a la mía?-, adscribiose
(luego) algún aeda, perturbado (¿o fue Tístulo?): “…Y cuentan, que en noches claras de luna atesta, aún vésele a aquel
correr, solitario, dentre montes y veredas innombradas, a traviesa de ríos y
arroyuelos tumultuosos, con su glorioso plumaje azul y gris, y zancas de seda y
plata, cual si un ánima extraviada del averno, a morar hoy nel birlado paradiso…”.
(Oh) Remordía,
yo. ¿O no?
(Virtuoso, o
malvado -del todo-, nadie lo era… Apenas su devenir, y las circunstancias, le…)
Inefable (?),
al final liberáronme (paguelo todo): aquel juzgado de marras dictaminose
homicidio involuntario. Si fue accidente (o insanía, aducía). Tanto, mi
incipiente carrera política decayose. Por supuesto.
Atribulado
demás, huíme de manera precipitada,
rumbo al este, dejando atrás todo (y nada).
Y a Nuestro
Señor, comendeme.
C.V.