viernes, 29 de junio de 2012




Cap. VII - El Galipote Azul 
(de mi novela "Yo, Rodrigo de Siglos")

                                        


        (Días y días, mero), ya río arriba...      
       Observábase a la multitud que bajaba.
       (Abriendo trillos, se llega…)
       Tras la patosa ordenanza -que hasta entonces desconocía- del infame Gobernador Osorio para destruir todas las poblaciones al norte y oeste de la isla (ya 1605), dizque porque estaban contrabandeando mercancías, y hasta biblias protestantes, trasegadas desde Holanda y otros países del norte de Europa, sus moradores non tuviéronse más remedio que trasladarse al perímetro insular don permitióseles la vida.
       (Ésto, a pesar de las intentonas facciosas de Hernando Montoro y el padre Méndez -en Guaba-, o Fray Rodrigo -de La Vega-, implicados en...)
       Hacia los territorios abandonados -y como era de esperarse-, fúganse esclavos libertos, ora remanentes de grupos indígenas (aislados). Más tarde (entereme), instálanse bucaneros (natos de Francia) y filibusteros (de Inglaterra), corsarios, matuteros neerlandeses, y otras aves de rapiña, que primero se adueñan del islote nominado La Tortuga -Ah Bertrand d'Ogeron-, y luego de toda la parte oeste de la isla, siendo el Imperio Galés el que oficialmente (y finalmente) álzase con el trofeo (y lo expolia).
       Tanto, esa fue otra historia…
       Recuerdo (desapercibido) infiltreme en el grupo.
       Y a orillas de la confluencia de los ríos Amina e Inoa (afluentes ambos del gran Yaque del Norte), conformamos -y digo veraz, conformamos- aquel pobladejo, que luego bautizáronse como San José (de las Matas), cierto y conforme a la saga vernácula, otrora gratificante estancia don las deidades aborígenes (taínas) paganas y la naturaleza abrevanse (pos)...
       Dotado yo de innatas dotes organizativas (nin payola), presto erigiéronme en cabeza -Corregidor- de tan novelera, digo novelesca villa. Perdón.
       Vueltas que daba la vida…
       Posición cual creo ejercí con vasto decoro, hasta que...
       Bueno (y no nos apresuremos), lo cierto es que aquel carguito agenciome pretendientes (¡tantas!). Y como (asigún decíanse), “el tranca no se pone viejo”, siempre manteníame en forma (atusaba, bah). 
       Al final, decidime por Lusitania.
       Malojeada quizás, aquella resultose estéril. Apenas, restonos adoptar a un real chavea. Aqueste, serpollo (sin serlo) de una nieta (menor, fallecida) de la vecina de la madre de mi consuegra (o sea la abuela) uf, misérrimos que…
       Como tal, nombrámosle Cándido Martín Oprobio del Pilar y Borromeo. Socorrido, titulámosle de hecho Cándido (fijo).
       “La suerte está echada”, remembro acotele.
       De naturaleza algo huidiza, ya poco imbuído en los asuntos terrenales, marchose un día a París, a estudiar Haute Couture. Clichésico (sé).
       Al cabo de unos años, Cándido retornose (con muitas costumbres raras en la cabeza, noteme).
       A más, tendíase las horas necias en su atelier, adosado a su cuartucho (aparte), elaborando ruidosos trajes (y caretas), ya disfraces de arlequines (o fantasías medioévicas, tropicalizadas). Veíale, en vez.
       Laborío que nada agradábame, pero qué se le iba a hacer (refunfuñaba entre dientes, malrecuerdo)…
       Claro, no era lo mismo el otro que el mío.
       Aparte destas menudencias (cotidianas), vivíamos felices, en la Mansión, a la vera de la Loma Prieta (como nombrábanle).
       Ora, siempre habíase algún pelo en el sancocho (decía la nana Lola).
       Y las crecientes aserciones de raptos y molestias a jovenzuelas, cuan desoyendo a sus mayores trasgredíanse los dominios de aquel nombrado Bosque de Matas Grandes, eran (ralo) la comidilla. 
       Conforme a los aterrorizados testigos, “apenas seguir el rastro a aquellas zancadas, após la deleznable felonía, lo extraño era que las trazas desvanecíanse en el aire, como si se desintegraran...”. ¿Abducción deífica? (mofas). O quizás, ¿algún hechizo? (risotadas). Curioso caso (trisqueme)...
       ¿Qué inaudito ente (o mortal) realizábase tan hiperbólico prodigio?, perguntáronse.
       Entonces, algunos valíanse de conjuros, y aguzados amuletos (de azabache), y hasta cruces benedictas, p’aconcharse de su agible asedio.
       A obstar, (en fin) ¿qué érase aquello?
       Unotros horrorizados asiduos acusaban haber visto, “en noches de luna clara, a un ser semejante a un ave peregrina, de plumaje grisáceo o azul, manque de dimensiones considerables y rasgos cuasi-humanos, el cual (intempestivo) esfumábase al vuelo, tras la fechoría”.
       (Empero) aquello no érase versión creíble, por. Sin embargo,…
       “¡Eso e obra de un galipote!”, afirmábanse avezados algunos. “Ha de ser un galipote zancú (o zángano)”, aseverábanse los más doctos (dizque). “¡Patrañas! ¡Patrañas!”, externábanse varios, incrédulos. Pos.
       Referíanse a “seres metamorfoseados en animales, o fasta a veces en objetos inanimados, y que siempre estaban a hacer de las suyas, con acciones de naturaleza perversa y enotras violenta, mayormente en contra de indefensas damiselas, o hasta viajantes”, se decía.
       ¡Pamplinas! (infundime de).
       (Tenaces), las pesquisas continuaron. Mas, a ningún lado conduciéronse.
       Los lugareños lucían consternados (preocupados muy). Desasosegados.
       Y mi Lusitania, no era definitivamente la excepción a la regla.
       Nese plazo (sopláronme las veedoras), aquesta prendió un redil de velas a la imagen del Sagrado Corazón, y tendido rezose una letanía de padrenuestros y avemarías, pidiéndole “al Dios Padre que resolviérase aquel misterio”.
       (Bambula, o quiyombo, lindantes los atabales o palos…)
       Folklórico, evoco a doña Eterolisa -nigromántica de oficio-, aconsejarse esperar al Viernes Sacro, que ya estaba próximo, y “en ese día” hacerse de unas ramitas, -o quizás de una buena vara dirían algunos-, del nombrado Palo de Cruz, y entonces “caerle a fuetazos limpios” a aquel “espíritu maligno”, como llamábale el Taita Elodio, y quien de cuando en vez expelíase: “¡Destente animal feroz!” O un “¡Aléjalo, San Alejo!, p’alivianar”.
       (Aun, Lela la Bizca aventuraba, sola, mas bolaJo)
       Toda la comunidad (exacerbada), virtualmente permaneció en vigilia. “Aquí no se va a dormir jamás hasta que no se atrape al mentao galipote e m….”, expresose ya hasta hastiado don Getulio (yerno y juez), entanto tirábase par de tragos en la Cantina e la Ochava, mientras la claque asentíase, y ramoneaban (cotorreáronse asaz), contendiendo con aquella ruidosa bandurria (o mandolín) que...
       (¡Y baila, Santa Cecilia!)
       Esa noche (oy revivo), alrededor de las diez y algo, el mentado galipote (des)volviose a sus andadas.
       (Oh)
       Aquel estentóreo grito (en lo escuro, dijién), nela lejanía, hacia el apartado bohío de doña Higoria, la vendepailas -retanto el café majaba, al pilón-, alertonos de inmediato a todos.
       “¡Vaya osadía! Y agora (mesmo) en nuestras narices…”, expresose (cauto) alguno (oí).
       “Peidió ei prigilio” (o la vergüenza perdió), caló otro.
       Fiel, Tístulo -a mi auxilio- contome cuan Ma Higoria excretaba: “¡Mi jija! ¡Mi jija! -o ¡mi hija, mi hija!-, desgañitose (ve). Y posesa arrebatole a la muchacha a aquel ser (jum) -nela cintura a horcajadas trepola-, ya escabulliose (circense) por la ventana superior (abierta) daquel tragaluz que daba a… - habla, habla, inventa - …y en lúdicas zancadas, internose hacia los sombríos y encizañados lupanares arbóreos que bojeaban a aquel caserío, apenas afufando alguna que otra pluma azul (repajilaba)…”
       (Aquel cuarterón -un cuarto de indio y tres  de español, se decía- dábaselas de escribiente, mas carecíase de la capacidad de sindéresis, o juicio cierto o recto y…)
       “¡Esa cosa dejose el pelerío!”, nomás (bufeáronse).
       Acoquinábanse todos.
       “¡Jodidas historias de galipotes y hechiceras sabichosas!”, resopleme para mis adentros. “Tu verás, ahoritica mismo me voy a hacer guardia a lo profundo del bosque, y como que me llamo Rodrigo Casco Duro -remonteme yo- ¡voy a atrapar a ese (maldito) pájaro!”, furioso expelime.
       (...jamaba un puré de yuca o mandioca -con huevos revolteados-, y perejil, que preparome la doncella de servicio no...)
       Incojonado demás, apertrecheme con aquel pistolón (de Cataluña, recuerdo) y junto a un titubeante Tístulo, apersoneme al nombrado Alijar de los Samanes. Aunque dispuesto a aventurarme mero, (aposta) procuré el apoyo de los hombres más aguerridos de la demarcación, a ruego del Mayoral (que impetraba).
       El camino que llevaba al bosque (mentado) oteábase bien claro. Era noche de luna densa, y el sonido lejano de los saltamontes y grillos cantorros -cri, cri, cri,… - inundaba a aquella lóbrega atmósfera multipoblada de fantasmagorías y nimitas flagrantes (o cocuyos), cual si en estival cinegética… (rememorome a mi canicular Granada).
       Tanto, la persecución, mordaz, iniciose.
       Y ansina (ras, ras), un chasquido leve tras los arbustos delatose la presencia de aquel non fetén espécimen (¿o especimen?, ¡no!).
       Entonces, cargué mi arma, y voceé: “¿¡Quién vive!? ¿¡Quién vive!?” Mas naide -se decía- respondiose. Falsa alarma (reposáronse).
       Aterrorizado, Siño Tístulo (entretanto) advirtiome del reflujo a aquella osadía. “Con esas cosas no se juega, Jefe…” “¡Pamemas!  ¡Pamemas! ¡Tonterías!”, repliquele una, y otra vez.
       Al ínterin, un leve alboroto como de correoso aletear de aves remeniose la copa de las umbrías arboledas hacia el este. “¡Es el galipote! ¡Es el galipote!”, oí desgañitose (entumecido) el Caporal. “¡Alto ahí! ¡Alto ahí!”, vocifereme, y excitado (o fatuo yo) realicé varios disparos al aire “que retumbáronse hasta en la comarca vecina”, arguyense luego.
       (¡Bang!, ¡bang!, ¡bang!)
       En el pueblo comentaban: “Ta cogío, ta cogío” (está cogido, traducíame). Asustadas, las comadres engarzábanse a sus rosarios, temerosas… La parroquia atestose de gente.
       (...Arca de la Alianza, rogad por nosotros..., Consuelo de los Afligidos, rogad por...)
       Y en las rúas, unotros (más osados), manteníanse a la expectativa, comentándose al sesgo (non obvios)…
       Pos, decidí jugármelas. ¡So!, dispareme certero.
       (¡Bang!, ¡bang!, ¡bang!)
       Mordaz, en lo alto de aquel maguey (calculé), tambaleose aquella silueta con forma de gente (¿o ave?), algo como azul o gris nácar, que a la luz de los astros deslumbrome, y cual tal, vile (¡rian!) desplomose, abalanzándose al suelo -nentre pitahayas-, perpetrando un tétrico alarido como el de ganzúas a rescoldo que desregose por leguas…
       (Mas) ¡Oh horror! Cuando acercámosnos al sitio donde supuestamente habría de yacer ferido el temible galipote, quien allí tendíase inerte (ya) y (a) boca abajo ¡no era otro que mi Candido!
       Cual, y en un (tris) periquete desangrose.
       (Ay)
       ¡Cuánta atrocidad! (perpetreme), entre dientes exclamaba.
       (Nin salíame de tan inusitado trance)
       En vano aferreme a su cuerpecillo (inerte), so acezando repelía, “qué he hecho Dios mío, qué he hecho, hijo mío, mi hijo, qué he hecho…”, repetía, (oh fregado) repetime.
       Dotra vez la tragedia ensañábase contra mi vida, y nesta por mi grande locura (e imprudencia), ahondaba...
       (Obreme)
       Y prorrumpí en tan supino (llanto o) sollozo que impío (a más) desperteme a toda aquella fauna y jaurías consuetudinarias daquesta sagrada floresta (encandilada), y fasta alrededores, pos.
       Todos quedamos de una pieza. Petrificados. Estupefactos. Patidifusos. Inermes…
       Cruel, tal fantástico atavío, elaborado en coloreadas plumas de faisán (azul) y -ah ardid- oleosas zancas de seda y plata refulgentes -agora parcialmente deshecho y ensangrentado-, relumbró (de manera póstuma) a parrafadas...
       ¡Horripilante brete!, cotilleanse.
       Aquella fatídica noche, al enterarse mi consorte Lusitania del trágico desenlace a las pesquisas, rompiose a dar gritos y alaridos de dolor (execraba a más), y a escasos meses falleciose recluída en un renombrado sanatorio para enfermos mentales de la ciudad de Santiago de los 30 Caballeros (Y a mí enclaustraban, jo).
       Encomiable (dizque), la justicia actuose.
       Asolado (derruíme). “Cómo iba a saberlo”, salmodiaba (para mí), naquella murria trena. Nin sobaba, após
       (Sorbime -con cuchara de jícara de coco, recuerdo- un trago de aguaza amarga como retama, naquella tinaja al suelo cual...)
       Así la historia, los fatídicos eventos de aquella infeliz noche erigiéronse en sangriento colofón a las macabras andanzas de aquel fabuloso y mítico ser en la otrora bucólica población de San José de las Matas, que por fin sosegaba.
       ¡Cándido galipote!
       Ya aquel mítico veste, y non solo aqueste, toda su colección de fantasías medioévicas (satíricas) y caretas, y disfraces -luego puesta en exhibición en foráneos y diversos foros no aversivos propios-, sirvió de muestra y acicate a unotros artistas y artesanos de la isla que siguién sus directrices, en quizás (lejana) génesis de nuestra tradición carnestoléndica (o carnavalesca, asigún)…
       (Especulaba yo)
       En loa a su vileza, indeleble -¿o era a la mía?-, adscribiose (luego) algún aeda, perturbado (¿o fue Tístulo?): “…Y cuentan, que en noches claras de luna atesta, aún vésele a aquel correr, solitario, dentre montes y veredas innombradas, a traviesa de ríos y arroyuelos tumultuosos, con su glorioso plumaje azul y gris, y zancas de seda y plata, cual si un ánima extraviada del averno, a morar hoy nel birlado paradiso…”.
       (Oh) Remordía, yo. ¿O no?
       (Virtuoso, o malvado -del todo-, nadie lo era… Apenas su devenir, y las circunstancias, le…)
       Inefable (?), al final liberáronme (paguelo todo): aquel juzgado de marras dictaminose homicidio involuntario. Si fue accidente (o insanía, aducía). Tanto, mi incipiente carrera política decayose. Por supuesto.
       Atribulado demás, huíme de manera precipitada, rumbo al este, dejando atrás todo (y nada).
       Y a Nuestro Señor, comendeme.
                                                                
                                                                                                                                   C.V.