Cap. XVI - Viaje de LSD: Garabatos
(de mi novela "Yo, Rodrigo de Siglos")
(de mi novela "Yo, Rodrigo de Siglos")
Nun inicio, y huyendo de las hordas
incendiarias que signábanme como acólito del tirano, refugieme (suprimime) en
la vecina isla de Puerto Rico: la tierra
del encanto (Borinquen).
Con documentos
apócrifos que conseguí a fuerza de papeletas
-aquestas bien avaladas ahora en
oro del Banco Central-, a mucho empeño logré burlar al guardia de aduanas,
quien titubeaba (a ojerizas) al verme (tembloroso).
“Mal de
Parkinson”, adújele. Y creyóselo.
Valijas
varias (don fajos)…
(¿Alianza para el Progreso?, el
Gobernador Muñoz Marín expresose en… -leía en una revista local, tirada a…)
Allén tuve contacto con el entonces
exiliado Presidente Juan Bosch -depuesto incumbente del primer gobierno electo
democráticamente tras la dictadura, derrocado a escasos meses por un grupo de
militares cavernarios-, quien
trasvasome (y sin saber quien yo era) algunas de sus artes literarias en un taller que organizose la comunidad
dominicana (residente).
No para
menos, llamábale Profesor (agentaba
yo).
(Mal), nuevas
pijoteras arribaban de Quisqueya (la bella): un Triunvirato
neo-trujillista (o en su defecto, gorilista)
presidido por Emilio de los Santos, Manuel Tavares y Ramón Tapia como miembros,
instaurábase y… No, ahora (co)mandaba Donal Reid, y acompañábanle los mismos… (Esperad), Ramón Tapia apéase, y sube el Manuel Cáceres… Bueno, ora
sale Manuel Tavares, y queda sólo el Cáceres
Manuel… (Tantos manueles, y no enmanueles)…
Seguía (pro) Donald Reid tutelando…
(Qué rebú –o rebulú– armose…)
A pesar, poco
duró el ensayo en la isla (bajo fideicomiso americano).
Y de manera
subrepticia, vía Haití -a pies el Masacre en Dajabón, tras la intentona por Elías Piña-, retorneme a
la que ya consideraba mi patria adoptiva.
Aun, sorprendiome
la cantidad de asentamientos humanos informales
que bordeaban la autovía (hacia la ciudad), arrabalizando a aquel otrora eglógico
paisaje atrás dejado…
(Algunos
vendedores de frutas, y frituras u -padres
de familia, pos-, bajo toldos o lonas desvencijadas, y sombrillas -o a
pleno sol-, expendíanse en el suelo a...)
Ya en la
Capital, encontré posada naquella
pensión (La Sinforosa), subiendo la nombrada
Cuesta del Vidrio, en la Zona Colonial (aún en escombros, tras concluir las
refriegas de la Revolución de Abril),
y la cual pelechaba por recobrar su
cotidiana normalidad.
Cuan, resultaba harto difícil.
Fiel, y al
desembarco de veintidos mil marines
norteamericanos -L. Johnson evitaba
otra Cuba, u otro Castro pos- a
confrontar “a un pueblo desafiante que negábase a claudicar” (pedíase el
regreso de Bosch), las hostilidades entre ambos bandos tejiéronse fratricidas: Wessin,
Benoit, del lado invasor, y del otro, Caamaño, Fernández Domínguez, Montes
Arache, Capocci, Jacques Vieau…
¡Tantos
héroes! “¡Yanqui, vuelve a tu casa! ¡Vuelve
a tu casa, yanqui!”, clamaba el poeta
Abelardo (asentaban). Y retumbose nel
planeta...
1965.
(El general Charles de Gaulle llevolo al seno
del Consejo de Seguridad de la ONU, protestando enérgicamente a favor de los
constitucionalistas que...)
Con un grave
saldo de millares de muertos y heridos,
y aquella ciudad en ruinas, para colmo, los sucesos que sucediéronse
tampoco fueron para nada agradables - amagos de Estado, despotismo (o nepotismo)
y revueltas-, extendiéndose hasta par de décadas después y a varias
generaciones.
La historia
entonces trastocábase… (inhalaba yo)… Lucy in the Sky with Diamonds… (de trasfondo, sonose)… Exhaleme (a pos).
¿Psicodelia?
Había
adquirido (raros) hábitos indeseados al
otro lado del charco, y urgía (a más)…
(Peace and Love)
Tras el
copioso gaudeamus -con sancocho de
siete carnes y todo- nel habitáculo
vecino (após la siesta), moría de
tedio. So, decidime evadir la abulia.
Claro, olvidar (trasgredir), filosofar quizás, era la treta…
(Oinc, aquellos paquitos o comics de Mafalda -o Archi, y la Pequeña
Lulú demás- apilaban al...)
Áulico, aquel
ambiente bucólico, y fasta nostálgico
de la Zona, adosado, inspirome a escribir.
¡Tamaña osadía la mía! (penseme entonces). Aún. Guillado, nada perdía (y me entretenía). Tal, de cuando en vez
esbozábame algún relato (roto), o (amorfo) poema.
(En ira de narcisos, admítolo)
Non juicioso laborío que ocupó largas
horas de inacabable abdicar (tac,
tacatac, tac) naquella etapa ya
avanzada -450 y más años yo tendría- desta
harto accidentada existencia (nesta
Tierra).
Torvo, en
veces reprendíame a mí mismo, y me
instaba: “¡Quiebra eso! ¡Rompe eso!”
A la coda, les
guardaba. Imperfectos. O atrofiados. Regurgitos. Ora, míos. Eran. Quizás, malhadados engendros de mi mente
exacerbada -¡Ah Casco Duro yo!- que
bullía o borboteaba (en frenesí).
Assy, y aquella tarde, de no sé exacto
que día, o que mes (me confundía), escribile algo feliz (penseme) a mi gato (compondríale).
Bauticelo Garabatos (¿al gato, o el cuento?). Ya, nin supe...
(Fu).
Tal recuerdo,
(cuanto) aquel palidecía. Crucifícale,
vociferaban. ¡Sacrifícale! ¡Sacrifícale!,
repitiéronse -exacerbados-, aquestos escribanos fariseos (de la peña
iliterante, digo, itinerante).
¡Zape!
Leal. Cólera.
Blanco, en tipografía Royal 200 (normal),
respirábase (a grandes rasgos, o trazos).
Era decisión
impostergable. Grave,... violenta. Cruenta yo diría. Descarnada. Inhumana. ¡Jo!
Desde su
génesis, fue por demás enfermizo, débil. Trasladábase con dificultad (repareme).
Mas (y cual Cid), siempre por él campeaba,
como si por mí mismo fuese...
Aún siempre,
sobrevivíase (¿siete vidas?). Traseguelo. Manque
cojease duna pata. Fuese aquesta. O si aquello. O que lo otro. Tanto,
tantos. Expelíame (ya). ¡Azaroso existir! (similar a…). Consternaba yo.
Luego,
arribáronse otros (cientos). A contrahaz, más sobrios o asequibles, y
fervientes. O ya revés, tan divertidos. O volátiles. Y hasta aplomados. Farto, nunca como aquel.
Observábale,
y reía (yo). Escudriñaba... Y por más vueltas que le daba, siempre acogíale de
vuelta, a mi redil. A mi redil privado, de fantasías. Onírico.
Desprendía
(pensaba) una luz, sagrada, tríptica, como de catedral. De catedral inconclusa.
Gaudiana. Tan cierto en sus entrañas, algo ni encajose. Como, si algo no
funcionara a como debía.
¿Padecería
algún disformismo genético?, cavileme... “Mixtura inocua, de caracteres
endógamos”, acotábase coprofágico alguno. Introitus,
y Kyrie. (?)
Aquel verano,
cuando partí al interior (dizque de peregrinaje
al Santo Cerro, por el can) -aun
cercano, habíame olvidado de aquello-,
trájelo conmigo. ¿Sobreviviría a la travesía? (raciocinaba yo).
But, ¡miraculously subsistiose! Após
demás altos, y bajos, y turbulencias, juntos, aferrámosnos al subsuelo. Y en
duelo (mordaz) con las gaviotas (urghhhh), batimos al maldito.
Entonces, mi
imaginación volaba...
Contendíame por
él. A viva traza. Alegría. Júbilo. Templanza... Sus defectos (legos), sus
andanzas, y su avatar de escudero sin fierros,
ni apocanle. Bregaba, dispuesto a
defenderle. A exculparle. A resguardarle, bajo mi palio. Bajo mi silueta.
Rácana (extinguía). Mal, otros desleales
insistían, y exhortábanme a deshacerme de él. Vano, todo esfuerzo, fue
inútil.
Obnubilado (o
tardo), aquella tarde, flaqueeme. Y dos veces, penselo. Penselo. Cuan fiel,
volvía a mis reales. (Oh) Revolvíanme
los sesos. Y mi psique, exacerbada, (ora) asqueada, retortijome.
“Su
enfermedad era incurable” -¿o era la mía?-, aguzábanme muitos. ¡Críticos, bah! (egos, super-egos). Jamás volvime a la
piara tertularia… (¡Ah anomalía!). Decidí relegar el asunto. Ya remembro (des)centreme
en otros trazos, más legibles…
Usual, y al
regresar a mi hábitat, cautivo, retozaba de nuevo con su grafema (ingrávida). Pretendía
alivianarle... Desdoblar su tara, inhérita. Lábil. Redoblar (sin zozobrar) sus desperfectos. Subsanar su maca.
Renqueaba,
admitía. Trompicaba (sornaba). Tanto, era feliz. Y así me hacía. Aun los demás,
tal, censurábanme. Reía. Destrazaba (yo). E insistía. Mas de balde.
Cuando arribose
nuestro invierno axiomático de los
trópicos, disfracele con volutas ajenas.
Agreguele una pelliza de organza (azul) y escarpines en gamuza, al zanquear nel arcén, mojado...
Tan la
ventisca arrastraba sus letras (al pelambre). Y las corcheas volaban como
zánganos a punto de…. ¡Buen punto!, exclameme. Cruento, el punto era que ni los
puntos (y aparte), o el cogollo ya, se sostenían. (Vi) tambaleaba. Reteníale
con mis manos, impasible, entumecido (lloraba).
¿Sol?, nin
noteme al orvallo (o la lluvia) que
cesose...
Desgarrado,
acogile, junto a mí. A mi pecho (asile).
¿Huíme? ¡No! Propaleme
-contendíame con un tal Armstrong- fasta
el alba tan lejana de Cepheus. Altercando el divagar esquivo de los exiguos cometas
-oriundos d’Ort-, al surcar el cinturón magenta
de los asteroides (y Ceres)...
Luego, explicáronme
aquella chanza. Tal por demás, nunca entendilo.
(¿Ciclo de Acuario?)
So acudime al auxilio de mis dogmas. ¡Tríptico,
bah! Y eleveme una plegaria. Escucháronme, pensaba. Titubeaba, entonces. Resopleme.
(Hasta los tarados cometen perjurio). Sandeces. Dislates (exhumaba)…
Hostil, aquella
gollería lejana, ataviada con
clavicordios foráneos, oteome al
reojo: ¡Maldito loco!, birlose.
(Episódica astral
tirada en kaleidoscopias truncadas, estupefacientes pos…)
Nese interregno, regreseme con el fajo
en la cabeza. Estaba decidido (no). ¡Crucifícale!
¡Sacrifícale!, azuzaban aún. ¡Bestias!, murmureme. ¿Civilización, o
barbarie? Era el título de algún libro que había leído, entonces no recordaba
dónde, pero dábame vueltas...
Al arribar al
lar, herido encontrelo a aquel,
tendido sobre la estera. Aún respiraba. El viento le había zumbado de sobre la
credensa. La tal Fámula había
olvidado las ventanas abiertas, y al vendaval...
(¡De Porres, San Martín!, exclamose aquella)
Sollozando
(yo), recogile, como un dije. Abracele de nuevo, junto a mí. A mi pecho
(aferreme). De nuevo. Sentí sus latidos, leves. Sutiles, imperfectos,
quebradizos. Enfermizos, o flébiles. Moribundos. Ya intangibles...
(Moría)
Tristeza (a
más). Avasallante. Sórdida. Desgarradora. Fluía mi yo (verdadero)… A contumacia
(temía). Y aunque tanto (retanto) le quería, sabía, que si perviviese,
sufriría. Sufriría él, y todos (demás) sufriría(mos)...
Horror.
Fue el
momento epítome de la tragedia (agora
lembro). El final indeseado de todo cuento. Era un cuento malo. Pero era mi
cuento. Mi obra. O mi tollo. O mi engendro. Mas. Cólera. Blanco: debía partir.
Y así
aconteciose.
(Al cesto)
Pálido.
Raudo. Lánguido. En un segundo, extinguiose (cremele). Aún tocado (a cem). Claudicaba, pensaba. Tal, e
irremisible, ansí le recuerdo…
Se llamaba Garabatos, zollipé. (LSD oliscaba). Por
última vez (jurelo).
Entonces, iniciaban
los doce años (terribles) de Balaguer, bajo la tutela yanqui.
Y había que
estar bien sobrio…
C.V.
C.V.
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