viernes, 29 de junio de 2012

Viaje de LSD: Garabatos



Cap. XVI - Viaje de LSD: Garabatos 
(de mi novela "Yo, Rodrigo de Siglos")




            Nun inicio, y huyendo de las hordas incendiarias que signábanme como acólito del tirano, refugieme (suprimime) en la vecina isla de Puerto Rico: la tierra del encanto (Borinquen).
       Con documentos apócrifos que conseguí a fuerza de papeletas -aquestas bien avaladas ahora en oro del Banco Central-, a mucho empeño logré burlar al guardia de aduanas, quien titubeaba (a ojerizas) al verme (tembloroso).
       “Mal de Parkinson”, adújele. Y creyóselo.
       Valijas varias (don fajos)…     
       (¿Alianza para el Progreso?, el Gobernador Muñoz Marín expresose en… -leía en una revista local, tirada a…)
       Allén tuve contacto con el entonces exiliado Presidente Juan Bosch -depuesto incumbente del primer gobierno electo democráticamente tras la dictadura, derrocado a escasos meses por un grupo de militares cavernarios-, quien trasvasome (y sin saber quien yo era) algunas de sus artes literarias en un taller que organizose la comunidad dominicana (residente).
       No para menos, llamábale Profesor (agentaba yo).
       (Mal), nuevas pijoteras arribaban de Quisqueya (la bella): un Triunvirato neo-trujillista (o en su defecto, gorilista) presidido por Emilio de los Santos, Manuel Tavares y Ramón Tapia como miembros, instaurábase y… No, ahora (co)mandaba Donal Reid, y acompañábanle los mismos… (Esperad), Ramón Tapia apéase, y sube el Manuel Cáceres… Bueno, ora sale Manuel Tavares, y queda sólo el Cáceres Manuel… (Tantos manueles, y no enmanueles)… Seguía (pro) Donald Reid tutelando…
       (Qué rebú –o rebulú– armose…)
       A pesar, poco duró el ensayo en la isla (bajo fideicomiso americano).
       Y de manera subrepticia, vía Haití -a pies el Masacre en Dajabón, tras la intentona por Elías Piña-, retorneme a la que ya consideraba mi patria adoptiva.
       Aun, sorprendiome la cantidad de asentamientos humanos informales que bordeaban la autovía (hacia la ciudad), arrabalizando a aquel otrora eglógico paisaje atrás dejado…
       (Algunos vendedores de frutas, y frituras u -padres de familia, pos-, bajo toldos o lonas desvencijadas, y sombrillas -o a pleno sol-, expendíanse en el suelo a...)
       Ya en la Capital, encontré posada naquella pensión (La Sinforosa), subiendo la nombrada Cuesta del Vidrio, en la Zona Colonial (aún en escombros, tras concluir las refriegas de la Revolución de Abril), y la cual pelechaba por recobrar su cotidiana normalidad.
       Cuan, resultaba harto difícil.
       Fiel, y al desembarco de veintidos mil marines norteamericanos -L. Johnson evitaba otra Cuba, u otro Castro pos- a confrontar “a un pueblo desafiante que negábase a claudicar” (pedíase el regreso de Bosch), las hostilidades entre ambos bandos tejiéronse fratricidas: Wessin, Benoit, del lado invasor, y del otro, Caamaño, Fernández Domínguez, Montes Arache, Capocci, Jacques Vieau…
       ¡Tantos héroes! “¡Yanqui, vuelve a tu casa! ¡Vuelve a tu casa, yanqui!”, clamaba el poeta Abelardo (asentaban). Y retumbose nel planeta...
       1965.
       (El general Charles de Gaulle llevolo al seno del Consejo de Seguridad de la ONU, protestando enérgicamente a favor de los constitucionalistas que...)
       Con un grave saldo de millares de muertos y heridos,  y aquella ciudad en ruinas, para colmo, los sucesos que sucediéronse tampoco fueron para nada agradables - amagos de Estado, despotismo (o nepotismo) y revueltas-, extendiéndose hasta par de décadas después y a varias generaciones.
       La historia entonces trastocábase… (inhalaba yo)… Lucy in the Sky with Diamonds(de trasfondo, sonose)… Exhaleme (a pos).
       ¿Psicodelia?
       Había adquirido (raros) hábitos indeseados al otro lado del charco, y urgía (a más)…
       (Peace and Love)
       Tras el copioso gaudeamus -con sancocho de siete carnes y todo- nel habitáculo vecino (após la siesta), moría de tedio. So, decidime evadir la abulia. Claro, olvidar (trasgredir), filosofar quizás, era la treta…
       (Oinc, aquellos paquitos o comics de Mafalda -o Archi, y la Pequeña Lulú demás- apilaban al...)
       Áulico, aquel ambiente bucólico, y fasta nostálgico de la Zona, adosado, inspirome a escribir. ¡Tamaña osadía la mía! (penseme entonces). Aún. Guillado, nada perdía (y me entretenía). Tal, de cuando en vez esbozábame algún relato (roto), o (amorfo) poema.
       (En ira de narcisos, admítolo)
       Non juicioso laborío que ocupó largas horas de inacabable abdicar (tac, tacatac, tac) naquella etapa ya avanzada -450 y más años yo tendría- desta harto accidentada existencia (nesta Tierra).
       Torvo, en veces reprendíame a mí mismo, y me instaba: “¡Quiebra eso! ¡Rompe eso!”
       A la coda, les guardaba. Imperfectos. O atrofiados. Regurgitos. Ora, míos. Eran. Quizás, malhadados engendros de mi mente exacerbada -¡Ah Casco Duro yo!- que bullía o borboteaba (en frenesí).
       Assy, y aquella tarde, de no sé exacto que día, o que mes (me confundía), escribile algo feliz (penseme) a mi gato (compondríale).
       Bauticelo Garabatos (¿al gato, o el cuento?). Ya, nin supe...
       (Fu).
       Tal recuerdo, (cuanto) aquel palidecía. Crucifícale, vociferaban. ¡Sacrifícale! ¡Sacrifícale!, repitiéronse -exacerbados-, aquestos escribanos fariseos (de la peña iliterante, digo, itinerante).
       ¡Zape!
       Leal. Cólera. Blanco, en tipografía Royal 200 (normal), respirábase (a grandes rasgos, o trazos).
       Era decisión impostergable. Grave,... violenta. Cruenta yo diría. Descarnada. Inhumana. ¡Jo!
       Desde su génesis, fue por demás enfermizo, débil. Trasladábase con dificultad (repareme). Mas (y cual Cid), siempre por él campeaba, como si por mí mismo fuese... 
       Aún siempre, sobrevivíase (¿siete vidas?). Traseguelo. Manque cojease duna pata. Fuese aquesta. O si aquello. O que lo otro. Tanto, tantos. Expelíame (ya). ¡Azaroso existir! (similar a…). Consternaba yo. 
       Luego, arribáronse otros (cientos). A contrahaz, más sobrios o asequibles, y fervientes. O ya revés, tan divertidos. O volátiles. Y hasta aplomados. Farto, nunca como aquel. 
       Observábale, y reía (yo). Escudriñaba... Y por más vueltas que le daba, siempre acogíale de vuelta, a mi redil. A mi redil privado, de fantasías. Onírico. 
       Desprendía (pensaba) una luz, sagrada, tríptica, como de catedral. De catedral inconclusa. Gaudiana. Tan cierto en sus entrañas, algo ni encajose. Como, si algo no funcionara a como debía.
       ¿Padecería algún disformismo genético?, cavileme... “Mixtura inocua, de caracteres endógamos”, acotábase coprofágico alguno. Introitus, y Kyrie. (?) 
       Aquel verano, cuando partí al interior (dizque de peregrinaje al Santo Cerro, por el can) -aun cercano, habíame olvidado de aquello-, trájelo conmigo. ¿Sobreviviría a la travesía? (raciocinaba yo).
       But, ¡miraculously subsistiose! Após demás altos, y bajos, y turbulencias, juntos, aferrámosnos al subsuelo. Y en duelo (mordaz) con las gaviotas (urghhhh), batimos al maldito. 
       Entonces, mi imaginación volaba...
       Contendíame por él. A viva traza. Alegría. Júbilo. Templanza... Sus defectos (legos), sus andanzas, y su avatar de escudero sin fierros, ni apocanle. Bregaba, dispuesto a defenderle. A exculparle. A resguardarle, bajo mi palio. Bajo mi silueta. Rácana (extinguía). Mal, otros desleales insistían, y exhortábanme a deshacerme de él. Vano, todo esfuerzo, fue inútil.
       Obnubilado (o tardo), aquella tarde, flaqueeme. Y dos veces, penselo. Penselo. Cuan fiel, volvía a mis reales. (Oh) Revolvíanme los sesos. Y mi psique, exacerbada, (ora) asqueada, retortijome.
       “Su enfermedad era incurable” -¿o era la mía?-, aguzábanme muitos. ¡Críticos, bah! (egos, super-egos). Jamás volvime a la piara tertularia… (¡Ah anomalía!). Decidí relegar el asunto. Ya remembro (des)centreme en otros trazos, más legibles… 
       Usual, y al regresar a mi hábitat, cautivo, retozaba de nuevo con su grafema (ingrávida). Pretendía alivianarle... Desdoblar su tara, inhérita. Lábil. Redoblar (sin zozobrar) sus desperfectos. Subsanar su maca.
       Renqueaba, admitía. Trompicaba (sornaba). Tanto, era feliz. Y así me hacía. Aun los demás, tal, censurábanme. Reía. Destrazaba (yo). E insistía. Mas de balde. 
       Cuando arribose nuestro invierno axiomático de los trópicos, disfracele con volutas ajenas. Agreguele una pelliza de organza (azul) y escarpines en gamuza, al zanquear nel arcén, mojado...
       Tan la ventisca arrastraba sus letras (al pelambre). Y las corcheas volaban como zánganos a punto de…. ¡Buen punto!, exclameme. Cruento, el punto era que ni los puntos (y aparte), o el cogollo ya, se sostenían. (Vi) tambaleaba. Reteníale con mis manos, impasible, entumecido (lloraba).
       ¿Sol?, nin noteme al orvallo (o la lluvia) que cesose...
       Desgarrado, acogile, junto a mí. A mi pecho (asile).
       ¿Huíme? ¡No! Propaleme -contendíame con un tal Armstrong- fasta el alba tan lejana de Cepheus. Altercando el divagar esquivo de los exiguos cometas -oriundos d’Ort-, al surcar el cinturón magenta de los asteroides (y Ceres)...
       Luego, explicáronme aquella chanza. Tal por demás, nunca entendilo.
       (¿Ciclo de Acuario?)
       So acudime al auxilio de mis dogmas. ¡Tríptico, bah! Y eleveme una plegaria. Escucháronme, pensaba. Titubeaba, entonces. Resopleme. (Hasta los tarados cometen perjurio). Sandeces. Dislates (exhumaba)…
       Hostil, aquella gollería lejana, ataviada con clavicordios foráneos, oteome al reojo: ¡Maldito loco!, birlose.
       (Episódica astral tirada en kaleidoscopias truncadas,  estupefacientes pos…)
       Nese interregno, regreseme con el fajo en la cabeza. Estaba decidido (no). ¡Crucifícale! ¡Sacrifícale!, azuzaban aún. ¡Bestias!, murmureme. ¿Civilización, o barbarie? Era el título de algún libro que había leído, entonces no recordaba dónde, pero dábame vueltas... 
       Al arribar al lar, herido encontrelo a aquel, tendido sobre la estera. Aún respiraba. El viento le había zumbado de sobre la credensa. La tal Fámula había olvidado las ventanas abiertas, y al vendaval... 
       (¡De Porres, San Martín!, exclamose aquella)
       Sollozando (yo), recogile, como un dije. Abracele de nuevo, junto a mí. A mi pecho (aferreme). De nuevo. Sentí sus latidos, leves. Sutiles, imperfectos, quebradizos. Enfermizos, o flébiles. Moribundos. Ya intangibles...
       (Moría)
       Tristeza (a más). Avasallante. Sórdida. Desgarradora. Fluía mi yo (verdadero)… A contumacia (temía). Y aunque tanto (retanto) le quería, sabía, que si perviviese, sufriría. Sufriría él, y todos (demás) sufriría(mos)... 
       Horror.
       Fue el momento epítome de la tragedia (agora lembro). El final indeseado de todo cuento. Era un cuento malo. Pero era mi cuento. Mi obra. O mi tollo. O mi engendro. Mas. Cólera. Blanco: debía partir. 
       Y así aconteciose.
       (Al cesto)
       Pálido. Raudo. Lánguido. En un segundo, extinguiose (cremele). Aún tocado (a cem). Claudicaba, pensaba. Tal, e irremisible, ansí le recuerdo…
       Se llamaba Garabatos, zollipé. (LSD oliscaba). Por última vez (jurelo).
       Entonces, iniciaban los doce años (terribles) de Balaguer, bajo la tutela yanqui.
       Y había que estar bien sobrio…                                                                                                           

                                                                                                      C.V.

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