Años más tarde, mudeme a un edificio (piso tercero) de la
calle 19 de marzo, vía que aún cercena en dos a la zona intramuros de la
capital dominicana. Precisamente, aquella noche en que (los guardias coloraos)
asesináronse al periodista opositor Goyito (Gregorio García Castro), a escasos
pasos, concuerdo.
(No hay batallas sin bajas, se decía)
Aun luego,
fue Orlando (Martínez), y Sagrario (Díaz), y...
Al Presidente
Balaguer le había sido encomendada la (sangrienta) tarea de pacificar el país y
deshacerse de sus remanentes revolucionarios e izquierdosos (de la Gesta del
65), y vaya qué si lo hizo. Tanto más, obras (y construcciones): “Gobierno que
trabaja, país que progresa….”, leíase por doquier, faraónico (desmemoriaba yo).
Cual Ovando (aquel)
destos tiempos.
La Universidad -ora autónoma, dizque-, convirtiose
en el último reducto. Desvalida (ya), vulnerable…
(Balaguer, Balaguer, muñequito de papel…
Mas, no solo él era de papel -pedazos-, también nuestra augustísima
Constitución, una vez dijo…)
Tal, y como
había decidido no entrometerme naquestos
asuntos, ni para allá atrevime a mirar (culebreeme).
Si al final
todos resultáronse iguales…
Demás, ni cuántos
tereques (que apenas pude arrumar nesa
madrugada).
Mi ahora holgado
y espacioso domicilio colindaba con una desvencijada casona a esquina con la calle
Padre Billini, erigida a finales del siglo XVI (lejanos recuerdos).
Su dueño inicial,
otrora preeminente personaje de la corte virreinal -y quien solitario allí
morose-, padecía de una enfermedad incorregible y deformante (pos) que le acomplejaba. Aquel, y ante
las burlas de los más imberbes, un día decidió cubrirse todo con un gran fardo
y una capucha -oh San Benito-, y así apenas (sin mostrar su rostro) veíasele
deambular (cual cenobita) por las calles y hasta túneles soterrados de la
ciudadela vieja.
(Donde yo compré, venden…, una vez bajo
me dijo)
Desde
entonces conociose como Casa del Tapado.
Tan, no fue
su único inquilino (sucediéronse tantos, asevéranse).
Así el tortuoso
periplo -tras la nombrada contienda patria-, aquel denostado palacete fue
abandonado a su azarosa bienandanza.
Y como tal
aconteciose con otras viviendas similares en la ciudad, dicho predio fue
ocupado por un arrebol de familias de
escasos recursos que allí, y desde entonces, habitáronlo.
Ansina, aquella descomunal caterva
pululaba por sus atortojantes pasillos y salones, destartalando a aquel palaciego antro hasta el extremo de
degradarle a un grado más que paupérrimo e insostenible.
(Gofio, y esquimalitos -nalgún raído afiche- se expendía, perdurose en…)
Una de
aquellas familias (venidas del interior) que como tal apoderáronse de aquel bien fueron asaz los Saboya (confiero). El
padre, técnico en refrigeración, e indudable, de todo aquello que husmease a
electrónica (la cual aprehendiose de la vida), pasábasela superocupado en su
taller sobreatiborrado de artefactilugios
y entresijadas niblerías, localizado
en la parte frontal de aquella cuartería,
desbordada ya.
Su nombre era
Irrisorio (dizque Duque) de Saboya (de Cebolla, relajábale yo). Cierto, aquel vanagloriábase
de ser descendiente daquella casa
real (nel norte de Italia), y…
“Maromas que
daba la vida…” (Lengua larga,
enjaretele).
Verídico era,
que a su mujer llamábanle Liguria (creo
existíase una Santa Liguria, mas no estaba seguro...). Sic, así le nombraban (lembreme). Aquella confeccionábase unos pasteles en hoja célebres por demás, y
que como tal expendíase (humeantes) en las tardes (frescas) de contrito ocio, don alistábame yo (siempre) como fiel asiduo.
Mal, de pelo malo (alisaba, o desrizaba)... ¿Y
qué te hizo el pelo (malo)?, decíale. ¡Crespo, pelo crespo, rizo jo!
Nun ocaso
(esparcido) de esos, conocime a Idilio -aqueste,
de pelo bueno anjá (liso). Bueno
(guasa). Vástago (único) de la condicha pareja, con el que hice buena enjundia,
pos.
Aquellos
holgados pasadizos horadábanse a tan peculiar habitáculo, que a la zaga
conducíanse a un denodado jardincete, con
una fontana en medio
-agora sin agua y polvorienta, afogada en yerbajos-, don pasábamos occisas horas charlando, acerca
de cientias o teología dizque.
(¿Existe, o
no existe? Recurrime a las Cinco Vías de...)
Deso ocupábamosnos,
cuan Ma Liguria (vímosle) asilose en su alcobenda (estrecha), farto
exhausta (imaginamos). Había concluído sus labores al perol cedo, y…
De súbito,
escuchose aquel alarido que estremecionos a helar. Y veloz (no marcio),
apersonámosnos al dormitáculo aleve de aquella, quien soez yacía tendida ora, echada
(largo a largo), naquel desvencijado camastro.
(?)Fieros, sus ojos mostrábanse como brotados. O alucinada (arredrámosnos).
Ya en algún
ininteligible lenguaraje, apenas balbuceose un sanantonio (¡C...!), al tiempo
que su mirada (exorbitada) seguía el paso
de algo que no veíamos, empero acá estaba,
y (eso) atéstolo (encrispeme yo).
Luego enmudeció,
y durmiose un largo sueño.
Cuando despertó
al día siguiente, don Irrisorio postró (acullá)
al pié del diván (o catre), contome más luego Idilio, a espera del fiel relato.
Tal, la Liguria, aún azorada, nin fablose (señalanse). Y claro, como non
sabía escribir...
Tan, sus ojos
delatábanse el horror, cauterizados...
Los galenos
(consultados) ni acertanse a
descifrar el mal. (Jo) Al final, (oí)
aduciéronse demencia. O quizás exceso de chamba.
O talvez, de tanto coraje o rabia (mucha) acumulada por su existencia ayerme
(sospecheme yo).
Factual,
aquella nunca dejó de confeccionar sus pasteles, ya en cada onomástico...
(aunque a veces salíanles desabridos,
je).
Al cabo del
tiempo, cerrose esa página (todo olvidose), y don
Irrisorio prosiguiose con su afán y faenas en el taller. A pesar de los
quejidos, y los gritos espaciados, y sonidos, que en las noches se escuchaban,
y que achacábanse a “algún vecino tormentoso”. ¡Zarandajas!, desdeñáronse…
Trabajaban allén otros obreros (o técnicos), por ajuste,
tan ninguno con la pericia y el dominio de tales artes como el mentado. Su fama -a certidumbre- sobrepasose los
confines de la zona y el Distrito (Nacional), y hasta del Monte de la Jagua (sé),
en el centro de la isla (nel Cibao),
arribaban a requerir de sus servicios.
Aquel
prosperose farto, que hasta se hizo
de ahorros, y ese diciembre decidiose reinvertirse algo de ello en mejorar su
negocillo.
Memoro (ellos
mismos) remozáronse la fachada (su pedazo,
visible). Y hasta las cerámicas del piso (en diagonal) fuen reparadas, corrigiéndose resquicios y tamices. Lián (a rédito), y el cielo raso
embalsamaron, sobreembarrándolo de escayolas (y argamasas, varias)... Las
paredes, reempañetáronlas (tan lisas, o sedosas), pintarrajeándolas luego de
marrón (muy tenue), con un trazadillo doble en “verde botella” delimitando su
tercio bajo. Divertido, simuleme yo…
Bufo, el problema mayor surgiose al magrear la
pared del fondo, atrás (resistiose, pos).
“Y por más
que reintentamos -contose aquel trío, y no el de Los Panchos (que aún deleitábannos)-, el rebozado ni adheriose… ¿De
tanta humedad, quizás? O algún líquido (o humor) que manaba...”, dedujeron.
Croábanse,
desesperados: “¿Acaso quebramos aquí algún tubo? Aquellas cañerías eran
reviejas… Mas nada aflorose...”
“...Y
con aquella mandarria (enorme), decidimos hacer un
agujero. Quizás, a modo de ojiva (o ventanila) a drenar, a ver que ocurría… En eso, trascendiose algo correoso (?), o
vacío (hueco), y cediose el amasijo. Al traste, el recubrimiento de cemento desplomose
(!)”, relatanse después.
“Como tal, previmos
un corto atajo (hacia algo oscuro), cual un túnel o escondrijo, que y quién sabe
a dónde (diablos) conducíanos... Atónitos, ni atrevíamos a…”
Don
Irrisorio, como usual (de fusta y vara), viéronle armose de un fanal de
baterías y un palo hosco, arrestándose
a bajar. A aquel par (aterrorizado), no quedole más remedio que seguirle
(refunfuñaban, contáronme).
“Aspirábase -narrose
el Duque- un oreo ya socarrado o
fétido (recreaba)... Y bajo un arco de ladrillos, dibujose una escalera en caracol, don transfigurábase un recinto aún más hondo, al parecer... ¡Mazmorras!, desveleme… con
barrotes atezados hasta el suelo, y aquel (atrancado) cerrojo, oh...” Reculanse (ante el hallazgo).
“Así de enliados,
algo (de metal sonose) rodose, cayose al suelo… Mal, su eco retumbaba
(ensordecionos). Y huímos. Aunque más tarde, retornamos con refuerzos...”
Todavía acuerdo
(hubo) un gran aglomeramiento de curiosos, y de policías. Aún terciaba el tema
de los cuatro cabezas calientes (ultimados)
-hacia los cañaverales, y el Ingenio- por revoltosos (dizque), y…
(Cantos -ingénuos- de hacha) Repelús.
Al saldo, empleados (auxiliares) de la Oficina del Patrimonio Histórico,
clausuráronse total el edificio. “Podría derrumbarse”, se aducía...
Las proles que
aquí habitaban fueron
reubicadas en un multifamiliar de las afueras de Santo
Domingo: al Simonico les envíaron. Los
Saboya, por supuesto, fuense de raso.
(Aun, ni con cola pegaban…)
Tras los
acontecimientos, perdime el contacto con Idilio.
Contimás, após traslademe a los suburbios, lejos (don relacioneme con una tal Justina,
zalamera ella).
Bueno…
Tanto, y no fue
hasta (ha) bastante tiempo después, cuando reencontreme con Idilio nun café de la calle El Conde (donde
tertuliaban asiduos Pedro Mir -el gran don Pedro-, Villegas, Lupo, Cifré, Fefé,
Avilés y unotros intelectuales,
quizás sobre postumismo o de Poesía
Sorprendida oíles. Ya el marrado desembarco
guerrillero en Caracoles que...).
Al filo, nuestro
nexo reanudose.
(Amistad,
familiaridad -o afacimientos-, confraternidad,
nunca son circunstanciales. Definitivamente, son eternos. Al menos, para mí…)
Por supuesto,
aludiome: “No te caen los años. Tal como una Turritopsis Nutrícula”. (?) Variedad de medusa -luego indagueme-,
biológicamente inmortal (jo), por vía de consecuencia de un proceso
celular de transdiferenciación perpetua (ah). Habíase graduado recién de Oceanografía, y a chanza envarábase con aquellos términos
(científicos) rebuscados (dilatose).
Desgraciadamente, yo no podía decir lo
mismo. Aquel estaba acabado (muy), y…
(Tarde era para ablandar habas)
En tanto
conmutar la plática, preguntele por sus padres.
(Aquel
dilucidaba...)
Su madre había
fallecido ya, hacía algunos años, de apoplejía (so, externele mis sentidas condolencias). Igual, su padre. Pereciose
de un infarto (detallome), así de súbito, una mañana temprano, mientras se
alistaba para el trabajo en el nuevo taller que armose tras los infaustos
sucesos.
A propósito, preguntele
sobre aquello, y del resultado de las pesquisas, pues todo siempre fue un misterio. (Reticente), la prensa poco
explayose.
Tan Idilio
contome todo (al dedillo), sobresaltado…
“Recuerdas
aquel día, cuando nos trasladaron al Simonico,
te acuerdas, ese mismísimo día, expertos y arqueólogos (peritos) del Gobierno y de fuera, iniciaron las investigaciones”,
novelose (parecía).
“Azogados nin, confirmáronse lo de la celda que
había visto mi padre naquel trance, y
con aparatos sofisticados y hasta soldadores láser,
quebráronse aquel sello lacrado”.
Sin respirar
apenas, prosiguiose con su relato.
“Tal, ¡y ah
sorpresa!, en su interior, encontráronse aquellas osamentas, atadas a sendos
grilletes empotrados bragados al suelo, de etiología desconocida”.
Fruncime el
ceño. “¿Y…?”
“Al cabo del
tiempo -interrumpiome-, y tras escudriñar en los archivos historiográficos de
la ciudad (vieja), determinose (de manera) indefectible que aquellos restos
humanos pertenecíanse a una connotada dama de los tiempos denominados de la Gran Inestabilidad Republicana, que al
parecer habría sido allí encepada por
su celoso esposo, un influyente funcionario de alguno de los efímeros gobiernos
de turno. Ni a exactitud supe…”
Crucial -e
hice memoria-, sucediéronse naquella anómica
etapa, y en apenas tres añicos, digo añitos (1876-1879), ¡diez presidentes! Uf.
E inflijo, uno repitiose tres veces. Unotro,
jurose dos (Oh Cesáreo Guillermo). Par de Consejos de Secretarios de Estado, y hasta
una Junta Militar, pos… (Marcos
Cabral o, ya Jacinto de Castro) Todo aquesto,
nun ambiente de anarquía, exiliados,
renuncias, gobiernos de facto, y (encima) una agobiante crisis económica (refería
yo).
“Aquel, y al
parecer en un arranque de ira, tapiose él mismo (!), ladrillo a ladrillo -blindó el muro-, para enterrarla viva
(aún joven y lozana, se decía)”, rematose en vez.
“¡Horroroso!”,
insuflaba y cuestionele: “¿Y nadie notose su ausencia entonces?”
“El 4 de
agosto de 1877 -Idilio elucidose- y según reséñase en las actas de la época,
aquel declaró a las autoridades que, y tras una riña, su esposa se había marchado
de vuelta a Badajoz, con sus progenitores (al parecer, falsificó los papeles),
abandonándole, quedando devastado, el pobrecillo.
Versión que muchos no creyeron, pero como el dinero compra la honra...”,
alegome. Perplejo, anonadaba (yo).
“Mas ahí no
terminose el cuento”, añadiose el susodicho. “Un día, leyendo mi padre el
diario de la tarde, en su mecedora (ya reviejo), descubriose aquel artículo
donde contábase la historia de la señora
encerrada en la casona don antes
moraban. Un relato espantoso, atizado de detalles.”
“¿Y qué decíase?”,
hoceeme yo (ansioso).
“Tras la
necropsia (y los estudios casuísticos, forenses) evidenciáronse las torturas y
vejaciones a que aquella fue sometida, y todo su sufrimiento (tanto), reflejado
en las rasgaduras y el tejido sanguinolento, entramado en sus ropas… Mesmo (en dicho diario), mostrábase una
pintura (a óleo creo) de aquella -coetánea-, la cual aún exhibíase nun museo de la ciudad de Madrid, y que
no sé por qué carajo se la llevaron. ¡Hermosa!,
exclamose mi padre (recordaba), y atropellado corrió a mostrársela a mi madre,
quien al verla, milagrosamente balbuceose (palabras) por vez primera en años: Era ella, era ella, era ella...,
repitiose ma Liguria. Desde entonces volvió a hablar -contome mi acendrado
progenitor (que en paz descanse)-, ya como una gallareta. No paraba, relajaba.”
Idilio riose.
“Cómo, ¿mas
quién era aquella (la) de la pintura?”, sobreseíle.
“Era la
mujer que había
visto mi madre
aquel día en que enmudeciose, y oímosla gritar. ¿Te acuerdas?
Rayose el mismo rostro (cuitado), y
adusto temple (aquella corroborome), quien suplicante observábale e inquiría,
como queriendo decirle algo, entanto (espectral)
transfundíase con el seto (¿cual neutrinos?). Vestía toda de luto, luego narrose aquella”.
(Da. Aroza de Vilas, La Patrona, fechada en
1870 y de firma-autor ilegible)
“¡Hipóxico!”,
exclameme.
“Todavía
recuerdo ver a mis padres apersonarse a la Oficina
del Patrimonio Histórico, cuan
contáronle su versión. Nocivas, aquellas historietas de fantasmas y espíritejos
andantes no éranse muy creíbles para aquellos, tan eruditos. Y sin pruritos (ni
más) despacháronles al vuelo”.
Por
desventura, yo pensaba igual (entonces). ¡Chorradas! (discurría).
A pocos meses
(de aquella plática), murió Idilio. De apoplejía, igual (contanme).
Acongojado (demás) sentime. Abrumaba. De nuevo. Mi amigo (pana full) Y canchanchán…
Comenzaba ya
hasta hastiarme de todo aquello (¿Por qué vivía?). Cuan, olvidar (evadir), filosofar quizás, era la treta. Repetime.
Repetime. Repetía…
(Al desfasado
fonógrafo -de cuando Cuca y Roquetán
bailaban- el famoso danzón Nereidas
escuchábase a...)
Aunque, a
veces -y de vuelta en la zona, nostálgico-, pasaba enfrente de la casona
aquella, agora ya remozada y
convertida en opulento hostal (muy tétrico), tan ni para allá volteaba.
Normalmente,
no creo en esas cosas, pero a veces...
Aquella tarde
no circulose un alma. Real, la señorial
vivienda (como usual), lucía pulcra (sepulcral), inexpugnable...
Al parecer los
turistantes andaban todos de
excursión (penseme).
Claro, si era
feriado.
De súbito, la
última ventana (lateral izquierda) -¿título de algún film?- de a dos aguas
entreabriose. Y yo (vile) asomose aquella… Ataviada toda a negro
(pantagruélico),… de rostro ajado,
cubierto por un velo (de puntilla, parecía). Sonreía(me).
Hacía mucho
calor (34 grados C). Agobiante. So,
agitose un abanico.
Ofuscado yo
(demás), apureme el paso…
Tal, fue la
última vez que pasé por aquel (tenebroso) cruce. Apenas, por nada, no. No creo
en tales boberías. Es que había estado muy ocupado, ultimadamente (je).
Cierto, había
decidido sentar cabeza, y…(la Justina cazome).
(Ya, inmigrada de Moca -hermosa locación,
vergel de la isla-, aquesta aún no mostrábase sus...)
Enseriaba.
(Por amor, del compositor Solano
-cantada por Cáffaro, pos-, oíase al
otro lado, naquella chirriante consola que destrozaba mis...)
Y hasta
inscribime en un Círculo –cuadrado no- de Estudios del Partido (morado, con
una estrella amarilla), y repartía semanarios Vanguardias -ya boletos de rifas-, a ver si al final nos liberábamos. Tras la estampida del PRD -con
Peña Gómez- nel 73, sumeme a…)
¿Anfibológico,
no?
Dotra vez de Casco Duro, más.
Candente, la
situación escalfaba (a un).
C.V.