lunes, 15 de junio de 2015

Cap. VII - De Botines, y Piratas... (de mi novela "Yo, Rodrigo de Siglos")



Cap. VI - De Botines, y Piratas... 
(de mi novela "Yo, Rodrigo de Siglos")




Y vaya si me sobrepuse (demás). Alebrequeme.
Oneroso, y tras descubrirse el enredo con la mujercita del Alcayde (la tal Etzaida) -caramba, ni sabía, pero que…-, no quedome de otra que fuyir. O habría de acabar como Lemba, colgada mi chola de un muro (guindando pos).
Aciaga visión, que repetíase (y reincidía) en mis parvos sueños...
So, en aquellos pastizales, en las afueras de Santo Domingo (hacia el noreste), a brazo partido subsistime cazando tórtolas y reptiles que adobaba con orégano salvaje y otras hierbas, y dormía como tal a la intemperie, al pie de un riachuelo (o bajo un árbol cualquiera en la sabana).
(...En lugares de delicados pastos me Haréis descansar, junto a aguas de reposo me Conduces... / Salmo 23:2)
Concuerdo ahora, tierras labrantías a barbecho que luego transformaríanse en conglomerados urbanizables, viles (profetizaba yo).
Aún sabía de la existencia -por ahí- de algún aldeorrio conformado por negros prófugos, denominados Los Minas, pero desconocía su ubicación exacta...
Al cabo de un tiempo -y ya hastiado de vivir como anacoreta, y no de la vida-, poco a poco, arrimeme a la villa en estro.
Corté mi pelo (desaliñado), y arregleme la barba, oh…
Nadie reconociome.
Ansí, pronto conseguime chamba en el proyecto de izaje de la muralla de la ciudad.
A fin de protegerla del asedio de los corsarios que infestaban entonces las aguas del Caribe, don Cristóbal de Ovalle -y no el Cristóbal aquel, que fuen trulla-, Capitán General designado por la Corona española en la isla, invirtió cuantiosos recursos en tan ciclópea tarea.
(Añoro) refiriéronme a don Marcos de Cáceres -creo así se llamaba-, el maestro constructor (designado) de la obra, quien al vuelo contratome, de cara a mi acrisolada contextura, y (jovial) disposición.
A pesar de mis años (y azares), tantos (centenario yo)…
Bueno, ésto último ocultelo.
Sé, empecé de inmediato.
(Cierto) arduo laborío, bajo el candente sol destos trópicos, que en nada me amilanaba.
Trataba de redimirme.
(Harto) vituperado, raudo recupereme, no tardando en ganarme el aprecio y el soporte de mis superiores y correligionarios (todos).
(Testifical, los más -perezosos-, tumbábanse demás a dormitar, bajo una mata, holgazaneando, cuando no eran vistos, jo)
De todos modos, había que mantener la cabeza (fría) ocupada, para olvidar…
Mas, los trabajos avanzaban de manera lenta.
Y los fondos, disponíanse aún más perentorios.
Nesa racha (recuerdo), era víspera de Año Nuevo, y en la ciudad respirábase un ambiente festivo.
Las calles atestadas de transeúntes, que cruzaban (y birlaban), mostraban un desusado trajinar.
Cresas (dizque), las damas (encopetadas) de la Corte, (y demás cortesanos), lucían sus mejores vestidos (y prendas), acordes con los leales festejos.
“Que este 1586 nos llene de prosperidad y dichas buenas, tantas”, entanto brindaban -con vino de Oporto-escuché yo en la cocina don ayudaba a la servidumbre a organizar aquel hiperbólico festín: un redil de perniles secados a sal, y sol, sazonados con pimienta, y tocino mechado con hojas de Palo de la India, ora postres confitados de...
(¿Vanus actio?).
Tanto, en mi vecindad (arriba la Cuesta de San Miguel) esperábame, de manera más modesta, un arreo con caldo y tajo, y ajos (sólo).
(Inicieme el trazo de las cabañuelas, o primeros doce días del año, correspondientes a sus doce meses. Si llovía nese día, llovería nese mes, pos. Aprehendilo)
Ya, las nuevas provenientes de fuentes “no tan confiables” (argüíase), perturbáronse a muchos, y no a pocos encorajinaron.
Y es que habíanse avistado extraños buques fondeando las costas de la Hispaniola, hacia el sureste, próximo al islote de Santa Catalina, propalándose el “insano” rumor de una posible incursión pirata.
Tal, pocos (en los niveles altos) lo creyeron.
Y muy quitados de bulla, las autoridades hicieron caso omiso a las “elucubraciones malsanas de facinerosos sin oficio que…” (bla, bla, bla)... 
Aquesta ciudad volviose a su eterna e insulsa cotidianidad (poblana).
Tras días de agobio, las infaustas noticias arribáronse: “¡Son como setecientos!”, se decía (aún intuyo). Luego sumose medio millardo (dijéronme).
Antonces, el caos reinose.
Tantos, ya hatajos escabulliéronse a los carrascales cercanos, lejos del perímetro cero, acarreando sus escasos teneres de valor (y animales), en dirección hacia Guanuma y Peralvillo.
Peor se supo, que hasta el propio Capitán General, fuyose despavorido (oh inaudito), atrincherándose riacho arriba (nas acequias). Mientras, y apenas una cuadrilla (dunos cuantos), apertrechámosnos con escasas municiones y algún que otro mosquete (tieso), dispuestos a hacerle frente a los interventores.
¡Bellacos!, la angurria de aquel clan era inopinada y salvaje.
Obviously, tan exiguo contigente fuese de plano (apabullannos), poniendo todos pies en polvorosa….
Al mando de un tal Draque, los intrusos compareciéronse a las mismísimas puertas desta egregia ciudadela, en medio de un silencio (pecaminoso).
Aquestas huestes barbáricas -de garfio, tuertojos y pañoletas- arribáronse dispuestas a todo. Y no hubo almacén, o cobertizo (o tienda) que no arrasasen: viandas, vinos, y textiles, terinas, cacerolas, y hasta cerdos (y gallinas), todo ayermanse (no olvido)…
Fasta usanse a la augustísima Catedral Primada (sagrada) como bastión y cárcel (¡Ya apostasía!), desecrándola.
Memoro, aireme indignado (demás). ¡Ni hostias!
Denostado a más, empiné el codo (ni modo).
Ora, asiduo al Bar de la Aldaba -nelos andurriales-, conocí a aquel curioso personajillo venido con las hordas predatorias. Certo, no todos fuense iguales.
A aqueste llamábanle Wilson (de pila, y por pila).
Una vez, verduzco de tragos, confesome (conturbado): “Ni embrollos en que imbuíme (a ras). ¡Cuánto escarnio!”. So veíale internarse -a escondidas de sus superiores, que le aguijoneaban- hacia las cantinas y fiel sórdidos lupanares (en ruta al Cibao).
Rehuía (pareciome).
Atormentado, una tarde contose: “It was September (14). Zarpamos -con buen pie- del puerto de Plymouth (en Inglaterra).”
“Aquello era un enjambrerío humano”, narraba. “Habíame enrolado yo (como grumete) a las mesnadas expedicionarias de Sir Francis Drake, que otrora partía hacia las Indias Occidentales. Era mi primera empresa deste tipo, por lo que y a ciencia cierta no sabía en lo que me metía…”. Fruncime de cejas.
“Así -prosiguiose aquel-, y tras varios intentos fallidos, apostaba a reencontrarme con mí mismo, de cara al tráfago baldío de mi inexistencia (amordazada)…”
Ya más rodado comprendile.
Venido de las plácidas regiones pastoriles della alta Gaelia -leído él, fasta obras en castellano del siglo XIII atarugose-, había emigrado a la ciudad, tras el buen azar y la fortuna...
(Al imaginario popular, duendes, elfos, y hasta gnomos o dragones alados, maniatábanse sus taludes psíquicas de aventuras y...)
“Ya, y a nuestro paso por el puerto español de Vigo, empecé a caer en cuenta de la absurda errata. El saqueo fue feroz, y el robo la ley y el juicio. No quedose vaca en pie (remembro). Mas ya era tarde (figuraba)...”
(Una botella de aguardiente -Tafiá- sobre la mesa “consumíase sola”, al parecer, je)
“A sazón, y cual si el legendario Jason, pilotando a los argonautas, tras el vellocino de oro -de manera grandilocuente aquel florido Wilson gesticulaba-, don Sir Francis Draque -nombrado así Sir por la reina Isabel I de Inglaterra por sus elevados servicios a la Corona y a la patria-, atravesamos aquel mar, inconmensurable (¡Océano vastísimo!), tras saquearnos a la isla de Santiago (de Cabo Verde), en tanto no perder la mala ralea.”
(Burp).
“Aquella macabra flota, nun principio dotada de veintiún esplendidos galeotes furto artillados (y alrededor, ¡de dos mil mercenarios!) -agora desperdigados-, sorteose chalados tiempos, fasta esquivos vendavales, a fin de cumplir con tan sagrada tarea: aniquilar todo lo que husmease a España, y a su rancio teocracismo.” Osaba.
“Capciosa, la travesía hilose perpetua”, desviviose aquel.
“Tal, y al cabo de varios meses (y endless weekdays), ¡finalmente arribamos al Caribe!, trasfondando por breve espacio en las entonces poco habitadas islillas de Dominica y San Cristóbal. ” Tomose (inflaba) un sorbo de aguardía.
(Patience is a virtue…)
“Aquel 11 de enero (postrero) -dubitose nuestro Wilson-, levanteme al alba, aún. La mar lucía inapacible, do a lo lejos avistábanse las escasas luces de aquella (para mí, atrás) ciudadeja apócrifa, que dormía.”
“(Veraces), las historias de riquezas fabulosas, y tesoros, corolarios de saqueos ancestrales, nin bullían en mi psiquis alborzada de boyero aleve enganchado a corsario. Antonces escucheme: (¡Launch the boats!) ¡Pinazas al agua!!!!!!!!, vociferó aquel maltramado Capitán, ofuscándome endeble (en mis oníricas divagancias).”
Aquestas tierras (núbiles), abríanse a mi espíritu (bardo) encandilado, que agora amerizaba en tierra agreste...”, poetizaba.
Consiéntome, non conocíale en esos menesteres…
So, aquella breve ensenada, adlater al pobladejo escaso de Haina (bajos) -a pocas leguas de Santo Domingo-, sirvionos de salvoconducto velado para acceder a la isla.”
          “Al calor de la tarde, nuestras huestes atravesáronse sin espanto la espesa maraña verde que arreciaba hasta la costa... Tal, lo demás, ya os conoceis”. Apenas atinaba a escucharle por la zapatiesta reinante.
Esa misma tarde-noche, empezaron los aprestos en aras de obtener un caldoso rescate por la ciudad.
En su indecible afán (descomedido), la plaza fue repetidas veces saqueada, e inmisericordemente destruida. Y sus templos, y comercios, y viviendas, (ras) violados, e incendiados demás (cuento). Ya arrapiezos, destruyense los archivos del Convento, y los libros execraron. Mal, sus aterrados moradores fueron puestos de rodillas (nin desagravios aduciéronse), ultrajados, humillados. A su merced.
¡Inicuo trance!, incoeme yo.
“Doscientos mil ducados -Wilson servía de intérprete-, esa es mi exigencia, pagable en oro o especias”, sentenciose aquel ruincillo corsarete (en andas), cuanto los mediatrices recusanse.
A aquelas encumbradas damas, y hasta a sus ayas, despojáronles (todas) de sus joyas, y vestidos protruyentes (desgarraban).
Y a sus nobles caballeros, fasta a avaros comerciantes (de Peravia unotros), desclaváronles sus más preciadas prendas y mercaderías en grave perjuicio.
Severo (y no de nombre), el Arzobispo vi cediose sus ahorros.
(¡Oh Beatísimo Padre!, añoro)
Pírrico, apenas reuniéronse unos veinticinco mil (ducados)...
Y es que, y de cara a los inconmensurables hallazgos posteriores (en oro y esclavos) de Tierra Firme, la isla había caído en un abandono evidente, haciéndose fehaciente la crisis que la agobiaba, a despecho de sus blasones rancios (espeteme).
“No se puede sacar de donde no hay, ni queda”, esgrimiéronse unotros.
Ansí los fastos denotábanse otra trova…
Al amparo de las negociaciones, la villa en asedio permanecía en perenne custodia por parte de los correligionarios de Drake, (veíase) subdividida en cuadrantes (al azar) de cara a su asaz resguardo.
Desa suerte, al agora ascenso alférez (de fragata) Wilson asignáronle el perímetro adláter a la necrópolis non seglar, al final del nombrado Callejoncete de los Curas.
Don justo (exacto) morábase Iluisa (!).
(Hum) extraña damisela, trasvestida de antaño -vi en ajustada y negra basquiña a modo de corpiño o saya, ya pelo trenzado-, y que nunca casose (se cuenta).
Oriunda de las alquerías descampadas, hacia el norte (demás dicen), no conocíasele prole, o acaso vinculante alguno que como tal la endosase (y así vivía).
De costumbres nocturnas (non diurnas), veíasele pulular en las noches (con farto garbo), y a tantos robole el sueño...
Y Wilson (cuan sincerose) no fue la excepción a la regla. Harto, prendado quedose a su primer trato (logrose, tal cuentan).
Curtido en las lides del buen amor y el romanticismo (epical) desa época, aquel presto hechizose con el embrujo de sus cadenciosos encantos (y babeaba).
Y claro la Iluisa, ni lerda o más perezosa, accediose -con donaire- a tales requiebros (a veces muy toscos) del forastero cortejante que le asediaba.
Sus colegas de infortunio (afortunado aquel, pitorreaban), bufoneáronse del ingenio para tan alocadas excusas, y carcajeáronse... En el fondo (¡del océano mejor estarían!), si no éranse tan atroces (o malvados). Eran los tiempos que corrían (se decía).
Desta potra, toda noche (¡trópico bendito!), solazáronse (en volandas encarnizadas de lujuria, exacerbeme pues). Cruel fandango…
Y hasta un duelo preterido suscitose (aquella). Disfrutolo Iluisa (conmináronle). Novelaban, se.
(¡Mondoooongo, mondongooooo!, despepitábase una marchanta -parda-, desubicada a más)…
La tarde en que ahorcaron a los dos nombrados frailes dominicos -y dale con los frailes dominicos- en plena vía luego denominada de Los Mártires (actual Duarte), dizque por sedición (se argüía), al tal Wilson encontráronle tendido (a pierna suelta), en su regazo (lampiño). Había ido a abastecerse de habanos (y unotros trastos, o petates), y...
(Tabaco uf, feo vicio, pestífero y rufianesco -veneno del diablo-, se decía. Siglos luego, símbolo de señorío y alto rango social, hoy desahuciado ya)
Aquel primero de febrero subsiguiente en que las tropas incursoras abandonaron a aquella escueta ciudadeja ya (transfigurada) en ruinas, algunos (por bojotes) desertáronse.
(1586, conmemoro)
Entre aquestos, mi comparte Wilson, quien había encontrado (finalmente) la razón de su existencia por estos predios...
Antonces, (para algunos) repicaron las campanas (del amor, oh tan cursi, penseme). Mas no las de la Catedral (!), pues éstas agencióselas el villano de Drake, como parte del botín que pidiéronse para liberar a la ciudad de su abominable asedio.
A propósito de botines y villanos, Iluísa no llamábase tal tal. Luis se llamaba (en antes). ¡Centímetros extras, jo!
(Sin ahondar en recovecos axiológicos…)
No juzguéis, si no queréis ser juzgados... / Lucas 6:37, acotaba yo.
(Por demás), vivieron felices. En las apartadas alquerías, al norte (descampadas aún)… Sin zaherirse a ninguno. Hasta el final de sus días (que fueron extensos), cual reseñan. Al fin y al cabo, es lo que atañe (y en eso indefectiblemente creo).
Relajeme (entonces)...
(¡Aengus Og!)
Manque la recuperación de la ciudad tardose siglos, y yo no podía esperar (reportele a don Marcos): a solaz, la muralla pervivíase (y no en trazos).
Tanto yo, de inquieto espíritu…
Decidí probar fortuna enotros predios.
Y enfilé hacia el interior: las encumbradas serranías (sibilinas).
Míticas (os fío).
Para entonces, un nuevo Gobernador regía en la isla.
Con funestos designios, lastrados (y non castrados, hubiese querido) bajo la manga…
                                                                                                            C.V.


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