Cap. VI - De Botines, y Piratas...
(de mi novela "Yo, Rodrigo de Siglos")
Y vaya si me sobrepuse (demás). Alebrequeme.
Oneroso, y tras descubrirse el enredo
con la mujercita del Alcayde (la tal Etzaida) -caramba, ni
sabía, pero que…-, no quedome de otra que fuyir.
O habría de acabar como Lemba, colgada mi chola
de un muro (guindando pos).
Aciaga visión, que repetíase (y reincidía) en mis parvos sueños...
So, en aquellos pastizales, en las afueras de Santo Domingo
(hacia el noreste), a brazo partido
subsistime cazando tórtolas y reptiles que adobaba con orégano salvaje y otras
hierbas, y dormía como tal a la intemperie, al pie de un riachuelo (o bajo un árbol
cualquiera en la sabana).
(...En lugares de delicados pastos me Haréis descansar,
junto a aguas de reposo me Conduces... / Salmo 23:2)
Concuerdo ahora, tierras labrantías a barbecho que luego transformaríanse en
conglomerados urbanizables, viles (profetizaba yo).
Aún sabía de la existencia -por ahí- de
algún aldeorrio conformado por negros prófugos, denominados Los Minas, pero desconocía su ubicación
exacta...
Al cabo de un tiempo -y ya hastiado de vivir como anacoreta,
y no de la vida-, poco a poco, arrimeme a la villa en estro.
Corté mi pelo (desaliñado), y arregleme
la barba, oh…
Nadie reconociome.
Ansí, pronto conseguime
chamba en el proyecto de izaje de la muralla de la ciudad.
A fin de protegerla del asedio de los
corsarios que infestaban entonces las
aguas del Caribe, don Cristóbal de Ovalle -y no el Cristóbal aquel, que fuen trulla-,
Capitán General designado por la Corona española en la isla, invirtió
cuantiosos recursos en tan ciclópea tarea.
(Añoro) refiriéronme a don Marcos de
Cáceres -creo así se llamaba-, el maestro constructor (designado) de la obra,
quien al vuelo contratome, de cara a mi acrisolada contextura, y (jovial)
disposición.
A pesar de mis años (y azares), tantos
(centenario yo)…
Bueno, ésto último ocultelo.
Sé, empecé de inmediato.
(Cierto) arduo laborío, bajo el
candente sol destos trópicos, que en
nada me amilanaba.
Trataba de redimirme.
(Harto) vituperado, raudo recupereme, no
tardando en ganarme el aprecio y el soporte de mis superiores y
correligionarios (todos).
(Testifical, los más -perezosos-, tumbábanse demás a
dormitar, bajo una mata, holgazaneando, cuando no eran vistos, jo)
De todos modos, había que mantener la
cabeza (fría) ocupada, para olvidar…
Mas, los trabajos avanzaban de manera lenta.
Y los fondos, disponíanse aún más perentorios.
Nesa racha (recuerdo), era víspera de Año Nuevo, y en la ciudad respirábase
un ambiente festivo.
Las calles atestadas de transeúntes, que cruzaban (y birlaban),
mostraban un desusado trajinar.
Cresas (dizque), las damas (encopetadas) de la Corte, (y demás
cortesanos), lucían sus mejores vestidos (y prendas), acordes con los leales
festejos.
“Que este 1586 nos llene de prosperidad y dichas buenas, tantas”, entanto brindaban -con vino de Oporto-escuché yo en la cocina don ayudaba a la servidumbre a organizar aquel hiperbólico festín: un redil de perniles secados a sal, y sol, sazonados
con pimienta, y tocino mechado con hojas de Palo
de la India, ora postres
confitados de...
(¿Vanus actio?).
Tanto, en mi vecindad (arriba la Cuesta de San Miguel) esperábame, de
manera más modesta, un arreo con caldo y tajo, y ajos (sólo).
(Inicieme el trazo de las
cabañuelas, o primeros doce días del año, correspondientes a sus doce meses.
Si llovía nese día, llovería nese mes, pos. Aprehendilo)
Ya, las nuevas provenientes de fuentes “no tan confiables” (argüíase),
perturbáronse a muchos, y no a pocos encorajinaron.
Y es que habíanse avistado extraños buques fondeando las costas de la
Hispaniola, hacia el sureste, próximo al islote de Santa Catalina, propalándose
el “insano” rumor de una posible incursión pirata.
Tal, pocos (en los niveles altos) lo creyeron.
Y muy quitados de bulla, las
autoridades hicieron caso omiso a las “elucubraciones malsanas de facinerosos
sin oficio que…” (bla, bla, bla)...
Aquesta ciudad volviose a su eterna e insulsa cotidianidad (poblana).
Tras días de agobio, las infaustas noticias arribáronse: “¡Son como
setecientos!”, se decía (aún intuyo). Luego sumose medio millardo (dijéronme).
Antonces, el caos reinose.
Tantos, ya hatajos escabulliéronse a los carrascales cercanos, lejos
del perímetro cero, acarreando sus escasos teneres de valor (y animales), en
dirección hacia Guanuma y Peralvillo.
Peor se supo, que hasta el propio Capitán General, fuyose despavorido (oh inaudito),
atrincherándose riacho arriba (nas
acequias). Mientras, y apenas una cuadrilla (dunos cuantos), apertrechámosnos con escasas municiones y algún que
otro mosquete (tieso), dispuestos a hacerle frente a los interventores.
¡Bellacos!, la angurria de aquel clan
era inopinada y salvaje.
Obviously, tan exiguo contigente fuese de plano (apabullannos), poniendo todos pies
en polvorosa….
Al mando de un tal Draque, los
intrusos compareciéronse a las mismísimas puertas desta egregia ciudadela, en medio de un silencio (pecaminoso).
Aquestas huestes barbáricas -de garfio, tuertojos y pañoletas- arribáronse
dispuestas a todo. Y no hubo almacén, o cobertizo (o tienda) que no arrasasen:
viandas, vinos, y textiles, terinas, cacerolas, y hasta cerdos (y gallinas),
todo ayermanse (no olvido)…
Fasta usanse a la augustísima
Catedral Primada (sagrada) como bastión y cárcel (¡Ya apostasía!), desecrándola.
Memoro, aireme indignado (demás). ¡Ni hostias!
Denostado a más, empiné el codo
(ni modo).
Ora, asiduo al Bar de la Aldaba
-nelos andurriales-, conocí a aquel curioso personajillo venido con las hordas predatorias. Certo, no todos fuense
iguales.
A aqueste llamábanle Wilson
(de pila, y por pila).
Una vez, verduzco de tragos,
confesome (conturbado): “Ni embrollos en que imbuíme (a ras). ¡Cuánto escarnio!”.
So veíale internarse -a escondidas de
sus superiores, que le aguijoneaban- hacia las cantinas y fiel sórdidos lupanares
(en ruta al Cibao).
Rehuía (pareciome).
Atormentado, una tarde contose: “It
was September (14). Zarpamos -con
buen pie- del puerto de Plymouth (en Inglaterra).”
“Aquello era un enjambrerío humano”, narraba. “Habíame enrolado yo (como
grumete) a las mesnadas expedicionarias
de Sir Francis Drake, que otrora partía hacia las Indias Occidentales. Era mi
primera empresa deste tipo, por lo
que y a ciencia cierta no sabía en lo que me metía…”. Fruncime de cejas.
“Así -prosiguiose aquel-, y tras varios intentos fallidos, apostaba a
reencontrarme con mí mismo, de cara al tráfago baldío de mi inexistencia
(amordazada)…”
Ya más rodado comprendile.
Venido de las plácidas regiones pastoriles della alta Gaelia -leído él, fasta
obras en castellano del siglo XIII atarugose-,
había emigrado a la ciudad, tras el buen azar y la fortuna...
(Al imaginario popular, duendes, elfos, y hasta gnomos o dragones
alados, maniatábanse sus taludes psíquicas de aventuras y...)
“Ya, y a nuestro paso por el puerto español de Vigo, empecé a caer en cuenta de la absurda errata. El
saqueo fue feroz, y el robo la ley y el juicio. No quedose vaca en pie (remembro).
Mas ya era tarde (figuraba)...”
(Una botella de aguardiente -Tafiá-
sobre la mesa “consumíase sola”, al parecer, je)
“A sazón, y cual si el legendario Jason, pilotando a los argonautas,
tras el vellocino de oro -de manera grandilocuente aquel florido Wilson
gesticulaba-, don Sir Francis Draque
-nombrado así Sir por la reina Isabel I de Inglaterra por sus elevados servicios
a la Corona y a la patria-, atravesamos aquel mar, inconmensurable (¡Océano
vastísimo!), tras saquearnos a la isla de Santiago (de Cabo Verde), en tanto no
perder la mala ralea.”
(Burp).
“Aquella macabra flota, nun
principio dotada de veintiún esplendidos galeotes furto artillados (y alrededor, ¡de dos mil mercenarios!) -agora desperdigados-, sorteose chalados tiempos, fasta esquivos vendavales, a fin de cumplir con tan sagrada tarea: aniquilar todo lo que
husmease a España, y a su rancio teocracismo.” Osaba.
“Capciosa, la travesía hilose perpetua”, desviviose aquel.
“Tal, y al cabo de varios meses (y endless
weekdays), ¡finalmente arribamos al Caribe!, trasfondando por breve espacio
en las entonces poco habitadas islillas de Dominica y San Cristóbal. ” Tomose (inflaba)
un sorbo de aguardía.
(Patience is a virtue…)
“Aquel 11 de enero (postrero) -dubitose
nuestro Wilson-, levanteme al alba, aún. La mar lucía inapacible, do a lo lejos avistábanse las escasas
luces de aquella (para mí, atrás) ciudadeja apócrifa, que dormía.”
“(Veraces), las historias de riquezas fabulosas, y tesoros, corolarios
de saqueos ancestrales, nin bullían
en mi psiquis alborzada de boyero aleve enganchado a corsario. Antonces escucheme: (¡Launch the boats!) ¡Pinazas al agua!!!!!!!!, vociferó aquel maltramado Capitán, ofuscándome endeble
(en mis oníricas divagancias).”
“Aquestas tierras (núbiles),
abríanse a mi espíritu (bardo) encandilado, que agora amerizaba en tierra agreste...”, poetizaba.
Consiéntome, non conocíale
en esos menesteres…
“So, aquella breve ensenada,
adlater al pobladejo escaso de Haina (bajos) -a pocas leguas de Santo Domingo-,
sirvionos de salvoconducto velado para acceder a la isla.”
“Al calor de la tarde,
nuestras huestes atravesáronse sin espanto la espesa maraña verde que arreciaba
hasta la costa... Tal, lo demás, ya os conoceis”. Apenas atinaba a escucharle
por la zapatiesta reinante.
Esa misma tarde-noche, empezaron los aprestos en aras de obtener un
caldoso rescate por la ciudad.
En su indecible afán (descomedido), la plaza fue repetidas veces saqueada,
e inmisericordemente destruida. Y sus templos, y comercios, y viviendas, (ras)
violados, e incendiados demás (cuento). Ya arrapiezos, destruyense los archivos del Convento, y los libros execraron. Mal,
sus aterrados moradores fueron puestos de rodillas (nin desagravios aduciéronse), ultrajados, humillados. A su merced.
¡Inicuo trance!, incoeme yo.
“Doscientos mil ducados -Wilson servía de intérprete-, esa es mi
exigencia, pagable en oro o especias”, sentenciose aquel ruincillo corsarete (en andas), cuanto los mediatrices recusanse.
A aquelas encumbradas damas,
y hasta a sus ayas, despojáronles (todas) de sus joyas, y vestidos protruyentes
(desgarraban).
Y a sus nobles caballeros, fasta
a avaros comerciantes (de Peravia unotros),
desclaváronles sus más preciadas prendas y mercaderías en grave perjuicio.
Severo (y no de nombre), el Arzobispo vi cediose sus ahorros.
(¡Oh Beatísimo Padre!, añoro)
Pírrico, apenas reuniéronse unos veinticinco mil (ducados)...
Y es que, y de cara a los inconmensurables hallazgos posteriores (en
oro y esclavos) de Tierra Firme, la isla había caído en un abandono evidente, haciéndose
fehaciente la crisis que la agobiaba, a despecho de sus blasones rancios
(espeteme).
“No se puede sacar de donde no hay, ni queda”, esgrimiéronse unotros.
Ansí los fastos denotábanse otra trova…
Al amparo de las negociaciones, la villa en asedio permanecía en
perenne custodia por parte de los
correligionarios de Drake, (veíase) subdividida en cuadrantes (al azar) de cara
a su asaz resguardo.
Desa suerte, al agora ascenso alférez
(de fragata) Wilson asignáronle el perímetro adláter a la necrópolis non seglar, al final del nombrado Callejoncete de los Curas.
Don justo (exacto) morábase Iluisa (!).
(Hum) extraña damisela,
trasvestida de antaño -vi en ajustada y negra basquiña a modo de corpiño o saya,
ya pelo trenzado-, y que nunca casose (se cuenta).
Oriunda de las alquerías descampadas, hacia el norte (demás dicen), no
conocíasele prole, o acaso vinculante alguno que como tal la endosase (y así
vivía).
De costumbres nocturnas (non
diurnas), veíasele pulular en las noches (con farto garbo), y a tantos robole el sueño...
Y Wilson (cuan sincerose) no
fue la excepción a la regla. Harto, prendado quedose a su primer trato (logrose, tal cuentan).
Curtido en las lides del buen amor y el romanticismo (epical) desa época, aquel presto hechizose con
el embrujo de sus cadenciosos encantos (y babeaba).
Y claro la Iluisa, ni lerda o más perezosa, accediose -con donaire- a
tales requiebros (a veces muy toscos)
del forastero cortejante que le asediaba.
Sus colegas de infortunio (afortunado aquel, pitorreaban), bufoneáronse
del ingenio para tan alocadas excusas, y carcajeáronse... En el fondo (¡del
océano mejor estarían!), si no éranse tan atroces (o malvados). Eran los
tiempos que corrían (se decía).
Desta potra, toda noche (¡trópico bendito!), solazáronse (en volandas
encarnizadas de lujuria, exacerbeme pues). Cruel fandango…
Y hasta un duelo preterido suscitose (aquella). Disfrutolo Iluisa (conmináronle).
Novelaban, se.
(¡Mondoooongo,
mondongooooo!, despepitábase una marchanta
-parda-, desubicada a más)…
La tarde en que ahorcaron a los dos nombrados frailes dominicos -y
dale con los frailes dominicos- en plena vía luego denominada de Los Mártires (actual
Duarte), dizque por sedición (se argüía), al tal Wilson encontráronle tendido
(a pierna suelta), en su regazo (lampiño). Había ido a abastecerse de habanos (y unotros trastos, o petates), y...
(Tabaco uf, feo vicio, pestífero y rufianesco -veneno del diablo-, se decía. Siglos luego, símbolo de señorío y
alto rango social, hoy desahuciado ya)
Aquel primero de febrero subsiguiente en que las tropas incursoras
abandonaron a aquella escueta ciudadeja ya (transfigurada) en ruinas, algunos (por bojotes) desertáronse.
(1586, conmemoro)
Entre aquestos, mi comparte
Wilson, quien había encontrado (finalmente) la razón de su existencia por estos
predios...
Antonces, (para algunos) repicaron las campanas (del amor, oh tan cursi,
penseme). Mas no las de la Catedral (!), pues éstas agencióselas el villano de
Drake, como parte del botín que pidiéronse para liberar a la ciudad de su
abominable asedio.
A propósito de botines y villanos, Iluísa no llamábase tal tal. Luis
se llamaba (en antes). ¡Centímetros extras, jo!
(Sin ahondar en recovecos axiológicos…)
No juzguéis, si no
queréis ser juzgados... / Lucas 6:37, acotaba
yo.
(Por demás), vivieron felices. En las apartadas alquerías, al norte
(descampadas aún)… Sin zaherirse a ninguno. Hasta el final de sus días (que
fueron extensos), cual reseñan. Al fin y al cabo, es lo que atañe (y en eso indefectiblemente
creo).
Relajeme (entonces)...
(¡Aengus Og!)
Manque la recuperación de la ciudad tardose siglos, y yo no podía esperar
(reportele a don Marcos): a solaz, la muralla pervivíase (y no en trazos).
Tanto yo, de inquieto espíritu…
Decidí probar fortuna enotros
predios.
Y enfilé hacia el interior: las encumbradas serranías (sibilinas).
Míticas (os fío).
Para entonces, un nuevo Gobernador regía en la isla.
Con funestos designios, lastrados (y non castrados, hubiese querido) bajo la manga…
C.V.
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