martes, 11 de enero de 2011



Cap. IX - Parto (Múltiple) de Gentilicios 
(de mi novela "Yo, Rodrigo de Siglos")




      Al concluir las hostilidades de la Guerra del Rosellón (o como tal, de Los Pirineos) en 1795 -finalmente suscribiose un armisticio de paz entre Francia y España en la ciudad suiza de Basilea-, la totalidad de la isla de la Hispaniola pasó a formar parte de la república galesa.
       Entonces era Saint Domingue (uf).
       Tediosa (odiosa) era fue.
       Más…
       Yo, apenas “Bonjour, bonjour, Monsieur”, aprendime. Cierto, érame patoso con los idiomas, y nunca…   
       (Ayer español nací / a la tarde fui inglés / en la noche etíope fui / Hoy dicen que soy francés / No sé que será de mí…, o algo así, oí se decía)
       Tanto, la vida proseguía.
       (1801)
       Fiel, y con los denarios (bastante) que conseguí de la venta de mi vasta hacienda en el Higüey, monté un surtido negocio de venta de mercaderías y artículos comestibles no perecederos, en la calle de las Atarazanas Reales de la Zona Colonial, oficio que ocupó todo mi tiempo útil (plausible entonces) detrás de un mostrador.
       (Montesquieu sostenía que el calor afecta el coraje, relaja el cuerpo y el espíritu, e induce a la sexualidad, la flojera y la modorra, lo que conlleva al natural destas tierras a...)
       Oíanse nuevas de revueltas de esclavos en el lado oeste de la isla -comandados por un tal Toussaint (Louverture)-, y reinaba un ambiente tenso en Santo Domingo.
       Al final, los rumores fuéronse ciertos. Y após burdas escaramuzas con las tropas coloniales francesas, el nombrado Toussaint alzose con el santo y la limosna: tomose la ciudad. (Aun Juan Barón -tal- y un grupúsculo enfrentósele sin éxito o...)
       Empero, por breve lapso. Y al mando del general (napoleónico sí) Kerversau, los franceses rescatáronse la plaza: Toussaint es enviado esposado (en barco) a Europa. ¡Bon voyage!, pifiáronse.
       Gustaba de la incidencia, ya…
       (A bailar el carabiné, a bailar con la punta el pie)
       Al iniciar el año de 1804, Desallines -lugarteniente de Toussaint- proclama la independencia dese lado de la isla: nace la República de Haití (siendo mayormente diezmados los galeses por la fiebre amarilla, entereme). A ultramar, la Revolución Francesa afloraba en sus primeros sarmientos.
       Y en intempestivo arrebato -aquel por el sur, y Cristophe por el norte-, invaden este lado. Ya, Ferrand les derrota.
       Tristemente célebre, y a su paso por Santiago, los haitianos ensáñanse acre contra la población: los cadáveres llenaban las calles de la ciudad, niños y mujeres, acribillados a tiros... Y los pocos sobrevivientes preguntábanse, aterrados, a dónde irían...
       (Lamenté la apresurada salida hacia Cuba -con todo y familia- del dilecto historiador y amigo don Antonio del Monte y Tejada, agobiado por...)
       Aquella tanta inestabilidad (y refriegas) no era buena para mi incipiente negocio, por lo que tuve que ingeniármelas para subsistir, e intenté hacer contactos (arriba) con la Gobernación, a ver si… (desconfiábanse, innegable). Aún no lograba deshacerme del acento ya… 
       Hastiados del dominio foráneo, sublevámosnos.
       Aquella tarde (memorable) en que nos reunimos (criollos todos) en la casa de don Juan Sánchez Ramírez, gestose el movimiento de la reconquista.
       (1808)
       Armados hasta las narices -y con el apoyo expreso de la Gran Bretaña en pertrechos y logística-, batímosnos en la batalla de Palo Hincado, saliendo airosos (capitulanse aquellos).
       Yo apenas, con un leve rasguño en un dedo (tropeceme). Siempre mantúveme en la retaguardia, cuidando el trasero, por si… Celebramos hasta el día siguiente (con licor de coto) la sonada victoria.
       Entonces, el lado este volvía a España.
       (Aun fue en 1814 cuan oficializose mediante el Tratado de París, al Francia devolver a Su Majestad Católica la…)
       Mas a una España boba (ni caso hicién).
       Doce años (perdidos) con escasa o casi nula intervención de la metrópolis en los asuntos de gobierno, y demás.
       (¡Era oro!, exclamose el loro…)
       Tanto, los fondos para pagar a los empleados públicos nunca llegaban. La economía estaba estancada. Nada movíase.
       Y por supuesto en mi almacén, tampoco. Nada (ni moscas).
       Estuve a punto de ir a la quiebra…
       Si no hubiese sido por una caldosa herencia que (inesperadamente) recibí de una extinta sobrina -doña Casiodora del Alba y Siglos, a quien talvez conocí, mas que nunca casose (jamoneaba ya)-, hasta hambre habría pasado. Os juro.  
       Demás, la situación general tornose inoperante.
       Y las protestas soterradas no se hicieron esperar, hasta brotar ingentes como un volcán de lava (revolucionaria). Panfletario, oh.
       Los patriotas, al mando de don José Nuñez de Cáceres, rebeláronse contra el yugo infando que aprisionábales, so declaráronse la independencia: instalose el Estado Independiente del Haití Español.
       (Supe, utilizáronse el adjetivo de dominicano -por vez primera- en su prontuario constitutivo...)
       ¡Jolín!, América entera se levantaba: Bolívar, Sucre, Artigas, Hidalgo, San Martín, Morazán, O'Higgins,...
       (Lapidario) efímero duró el ensayo por acá: apenas dos meses, y siete (misérrimos) días...
       (Ya 1822)
       Los haitianos, al mando de su general Boyer, invaden esta parte, izando el pabellón rojiazul –sin el flanco blanco francés- en todas las fortalezas y dependencias oficiales. ¡Demontres! Memoro, cerrose la Universidad de Santo Domingo, ya que reclutáronse a todos los jóvenes entre dieciséis y veintiséis años en la milicia (no hubo quorum). Por supuesto, aboliéronse la esclavitud (de manera oficial), y após organizáronse la tenencia de tierras.
       (De mi memoria exhumo a don Pedro Valera, Arzobispo Primado de las Indias, y quien negose rotundo a sacralizar la Palma de la Libertad plantada en la Plaza de Armas por los usurpadores)
       Cábeme destacar que fue justo por aquella época –si bien recuerdo, 1825- cuando Francia finalmente acepta a su ex-colonia como ente jurídico libre y soberano en su bagaje exterior, ya previo exigiéndole un oneroso e impagable pago por daños y perjuicios ocasionados por la masacre de blancos y el despojo ilegal...
       (Entanto, en el treinta (contanme), que un Comisionado Especial –Felipe Fdez. d Castro– arribose a Puerto Príncipe, dizque reclamando a Haití la devolución de la parte española, jo) (¡Cosas veredes!)
       Tal, impusiéronse un gravoso impuesto que encabritome (to).
       A todos.
       ¡Odioso tributo!
       Por lo bajo, el descontento, y las ansias de libertad, proliferaban.
       Hasta pensé en huir a Cuba.
       Mas, reinsistía. Tanto (hosco) centreme en mi negocio. So, nin jaraneaba. O de parrandas me diba (exageraba). Obcecado, al fragor de una tardía (y aislada) Revolución Industrial que…
       Empero, y de cuando en cuando, sacaba tiempo para reunirme con algunos amiguetes que recién conocía, y los cuales (de manera furtiva) complotábanse contra el dominio haitiano -conchabando, y repartiendo volantes separatistas-, catalizando el descontento y el sentimiento emancipador reinantes entre los nuestros.
       Fue entonces, cuan conocime al celebérrimo patricio Juan Pablo Duarte. Otrora, ni tan eximio (pos)…
       Tras su arribo de los Estados Unidos y el Viejo Continente (España, Inglaterra y Francia) -y con un catalfal de ideas libertarias y progresistas en la cabeza-, aquel se aboca a las labores comerciales, donde veíale siempre arrumando y contabilizando artículos de marinería y unotros efectos ferreteros, en el local familiar contiguo al mío.
       Arráez de doctrinas lúcidas y firmes, deslumbrome con su sabia locuacidad (ideario) y oratoria.
       Así, el 16 de julio de 1838, y junto a un grupo de correligionarios, funda la organización secreta La Trinitaria, cuyo objetivo angular era “implantar una república libre, soberana e independiente de toda dominación extranjera, y que denominaríase República Dominicana”, recuerdo decía. Luego más tarde también fórjaríase a La Filantrópica, basamentando su proselitismo en las tablas.
       Desgraciadamente, yo no disponía de mucho tiempo para aquellos afanes autonomistas, tanto siempre seguía de cerca el proceso, cooperando a menudo en metálico con la causa.
       El gobierno del general Boyer, -a la sazón amo y señor de toda la isla de La Hispaniola-, otrora liberal y reformista, habíase desgastado y a tal punto, que comenzó a tener problemas internos.
       (Las bayonetas y las espadas de una soldadesca tiránica -incluso, para el mismo negro- habían reemplazado al látigo que habíales...)
       Aprovechando esta coyuntura, los revolucionarios, encabezados por Duarte, gestaron el movimiento separatista que daría al traste con la opresión vecina de más de dos décadas. Discurseaba alguna vez Juan Pablo (oíle): “Nuestra patria ha de ser libre e independiente de toda -y repetía de toda- potencia extranjera ¡o se hunde la isla!”. Mal, de plano exiliáronle en Curazao.
       Aún recuerdo cuando vendiéronlo todo (a mi vera) en aras de la causa de la patria. Doloroso.
       Sin embargo, y aquel ufano 27 de febrero de 1844, con la ausencia (forzada) del patricio, los revolucionarios -incluyéndose a quien relata, en bajo vuelo-, encabezados por Sánchez y Mella (a quienes también conocime), proclaman la República. Y “¡Dios, Patria y Libertad!” coréanse los conjurados frente a la Puerta del Conde (de Peñalva) aquella noche.
       Se cumplía finalmente el sueño de Duarte, quien regresa de inmediato al suelo propio.
       Claro, allén estábamos todos. A la Puerta de San Diego, recibiéndole con loas…
       (Núbil) aquella felicidad duró menos que una vela en un vendaval, tal cual decíase entonces. Y una llamada Junta Central Gubernativa, ahora conformada y dirigida por los sectores más recalcitrantes y retrógradas de la recién nacida nación, traicionaba el ideal de los trinitarios y se alineaba al redil (vil, si se puede afirmar) de los anexionistas.
       “Es que sólos no podemos enfrentar a los haitianos…”, arguíase entonces.
       Rabiaba yo.
       Y a punto estuve de enrolarme al movimiento emancipador (de lleno).
       Mas la Azoraida me retuvo: “Hazte el loco y tírate al río (fondo), que va a arrastrarte la corriente”, me decía.
       Yo, ni corto ni perezoso, caía tendido en su regazo (ya amodorrado, a más).
       Al final, casé con tan maja moza.
       Lábil, por muy poco tiempo.
       Aquella murió de un mal extraño, (telúrico) arrancándola de mi lado en un suspiro. ¡Azarosa vida la mía! (que en clave de soledad se…).
       Desconsolado (a rodar), refúgieme en el alcohol (so pretexto). Y no fue una ni dos las veces en que enfrenteme con la guardia (bravía) por tan pánfila cogorza. Apenas, aquel cadalso (ineludible) aliviome vil tara.   
       De ras, al abandonar aqueste recinto carcelario, la Nona (Lluberes) -prometida eterna de Juan Pablo y camarada de lides- contome (jipiando) que aquel y los demás (patriotas) habían sido enviados de manera abrupta al exilio.
       (...para lo cual os conminamos a Excomunión Mayor por..., bramaba el Arzobispo Portes desde el púlpito cuan...)
       Entonces, Santana devolvíase el suelo patrio ¡a la Madre España! (Inédito trance) Con encono -supe- que Duarte exclamó al partir (triste y apesadumbrado) hacia Venezuela: “Mientras no se escarmiente a los traidores como se debe, los buenos y verdaderos dominicanos ¡seremos siempre víctimas de sus maquinaciones!”.
       (Condenado ya, salvose de chepa...)
       “Pero Dios ha de concederme bastante fortaleza para no descender a la tumba sin dejar a mi patria independiente y triunfante”, escribió alguna vez el ya apaleado patricio a un amigo común, cuan deambulaba (errose) por la jungla amazónica.
       Y así fue. Finalmente, las huestes revolucionarias -al mando del General Luperón, del cual ya hablaremos- derrotan a la ignominia del anexionismo, y restáuranse la República.
       Duarte volvió (feliz) a su amada oriundez, alozanada. Je, je, creían venía a erigirse en cabeza de… (ah ilusos, desconocían).
       Tanto, y de manera atropellada, le mandan de Cónsul ¡en Venezuela, y Nueva Granada! (afuerianle, en pocas voces…)
       Ya, los viáticos ni dábanle para los medicamentos, uf.
       (¿Vaticinio?, no), a fines de julio de 1876, recibimos la infausta noticia de su triste fallecimiento en Caracas, a los sesenta y tantos años, sumido en la más absoluta pobreza (farto entereme).
       Como usual, siempre…
       ¡Oh San Esteban Mártir!
       Tal, y aún resuenan en mí sempiternas sus gloriosas palabras lanzadas (al viento) nuna tarde desas… “Por desesperada que sea la causa de la patria, siempre será la causa del honor, y siempre estaré dispuesto a honrar su enseña con mi sangre”. Antológico.
       Historia patria.
       Tanto, ¿cuándo conocime a Francisco, el de Olaya?

                                                                                                             C.V.

No hay comentarios:

Publicar un comentario