sábado, 22 de enero de 2011






La Fábula de los Dos Amigos
(publicado en el periódico El Nacional, 2009)
                                                                                                    


"Los otros días” mi barbero contábame la siguiente anécdota condigna (o no tan digna) de Samaniego. 

Tal recuérdome decía: “Esta es la historia de dos amigos, muy pero muy requeteamigos. Panitas full, pero a nivel. Ambos estudiaban en la universidad del Estado. Abogacía. O Derecho (o como queráis). 

Un día, el más avispado del par le informa al otro de sus propósitos (o quizás sus despropósitos, ya ni sé) de irse a Nueba Yol en yola. Costase lo que costase. Y que iba allí a vender, tu sabes, lo que allí, y acá, y en todas partes se vende, y que regresaría rico a su tierra. 

Estás loco, le dijo el otro, más centrado. Y sabes que, - agregose el susodicho - te voy a sacar de la chirola cuando allí, y tras tus trastrueques y artimañas tú te encuentres (uf, lo dije!). 

Al cabo del tiempo, el que había marchado fraudulentamente, y había acabado con cielo y tierra en Nueva York, llevándose por delante hasta al mismísimo Lucifer, regresaba entonces - y tal cual el mismo habíalo pronosticado - rico, millonario. 

El otro, que había permanecido aquí en su país, estudiando Derecho en la Universidad, ya se había graduado, pero a duras penas subsistía con una esposa, dos hijos y una madre viuda a quien submantener. 

Había intentando, pero en vano, conseguir trabajo, y era ahora una cifra o un dígito más en las frías e intangibles estadísticas de nuestro malhadado y contrito desempleo. Y con sobrada tirria, rabiaba. 

Un día el diario del día cayole en sus manos, y mientras escudriñábale, sin mayor pericia, en la sección de Clasificados, una “reconocida” empresa requeríase los servicios de un abogado recién graduado, pero dotado de cierta experiencia en el área especificada (sin mayores detalles). 

Allí, sucinto, presentose aquel. 

Mas, y ah sorpresa! 

Quien acudió a entrevistarle, personalmente, fue su otrora amigo, y ex- compañero de la Universidad, su pana full longtime!, el que se había marchado “pa los países”, y quien con tarada y sorda sorna le estrujó: Así te quería ver, muchachito. Y ahora, quien lleva la batuta?, ripostole. 

De inmediato, contratole en su Empresa, colocándole en una elevada posición, con cierto un óptimo salario que el mismo amigo había elegido para su otrora par. 

En donde me había quedado yo? 

Que me había perdido? 

Donde estaba cuando cambiaron las cosas? 

En qué mundo vivía? 

A donde había ido a parar Samaniego? 

Cierto aún, y le doy vueltas, ni que lo entiendo. 

Tanto mi barbero insistía: Vox populi

Solo espero que éste no sea el final de la historia. 

Quizás al “bienhadado amigo”, finalmente lo arrolle un autobús (Que Dios me perdone), y entonces  en su “última voluntad post-mortem” aparezca una cláusula donde diga: “En caso de morir por accidente, déjole todos mis bienes, todos, al pendejo amigo que se quedo aquí fajao, tragándose los libros y cogiendo fuego como la arepa (dícese por arriba y por abajo), en aras de un futuro, para él y los suyos, menos indigno”. Dale, digo, Vale. 

Cierto hoy no estaba de humor…


                                                                                          C.V.

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