miércoles, 2 de febrero de 2011



Biografía de Jesús, 
El Mesías   
                                                                                                
Hacia el año cero de nuestra era, y tras millones de años de evolución, la humanidad empieza un nuevo ciclo, para entonces apenas reseñado. 

Una nueva era, tránsito de la barbarie extrema hacia la más sofisticada civilización inicia, y al ser humano no le queda más remedio que adaptarse al imperio de los nuevos tiempos, a merced de avezados y altruistas paradigmas, donde habría de reinar definitivamente la paz y la confraternidad entre todos (soñamos), dejando atrás la confrontación y los hábitos autodestructivos. 

Mas ha sido un largo y doloroso proceso de aprendizaje a envergadura. 

Con sus altas, y sus bajos, y épocas oscuras, y cruentas, con hasta hoy rezagos graves. 

Tal, mucho se ha avanzado (creo). 

A contrapelo de los modernos, y de siempre, catastróficos profetas que nos trocan pesimistas, y hoscos. 

Todo empieza, - y acorde a reconstrucciones de los Textos Sagrados -, en un humilde portal en Belén, entre reses, y ovejas, y alfalfa, y estiércol desperdigado. 

Allí lleganse los Tres Reyes Magos a adorarle, tras seguir a la Estrella. Había nacido el Hijo del Altísimo! “Y venía a redimir a los hombres”, mascullaban entre sí. 

El Ángel del Señor había anunciado a la virgen María, entonces comprometida con José (de ascendencia davídica): “Concebirás un hijo, al que pondrás de nombre Jesús”. 

Más tarde, el niño Jesús, -y por ser primogénito, y varón-, sería llevado al Templo para ser consagrado ante Dios. Y ofreciéronle en oblación una pareja de tórtolas! 

Entretanto, Aquel  Niño crecía, y se desarrollaba pletórico en sabiduría y Gracia Divina

Y ya a los doce años, sentábase en medio de los Maestros de la Ley, a quienes escuchaba y hacía preguntas. Y todos los que le oían quedaban asombrados ante su inteligencia y sabios esquemas. 

Más tarde, -y esto no puedo afirmarlo a ciencia cierta-, marcha a las  montañas del Tibet, y cuentan que llegose hasta las riberas del Ganges sagrado, donde abreva (o es viceversa?) del saber y filosofía reberverante por aquellos lares y predios fabulosos

De estos años existe muy poco o casi nada escrito, lo cual envuélvelos en un velo de misterio e inéditas fantasías inenarradas. 

Escribiose Lucas entonces: "...y Aquel crecía en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres...". 

Así, y al arribar a los treintas, Jesús acude a recibir el bautismo en el Jordán (río) de manos de Juan El Bautista, el cual ya había dicho: “Detrás de mí  viene uno con más poder que yo, y del cual yo no seré digno ni siquiera de desatarle las correas a sus sandalias”. 

Y cuentan, que “el cielo abriose, y el Espíritu Santo bajó sobre Jesús, en forma de paloma”. 

E inspirado en El, intérnase en el desierto, durante cuarenta días y cuarenta noches, donde - y ante infructuosas tentaciones del maligno -, pasó hambre y sed, subsistiendo entre animales salvajes. 

Luego retorna a Galilea, donde empieza a proclamar la Buena Nueva

Allí conoce a los discípulos o doce apóstoles, a los que les proclama: “Síganme, y yo les haré pescadores de hombres”. 

Entonces, les instruye y enseña sus preceptos. 

Al mismo tiempo, empieza su labor de sanación divina. En Cafarnaúm, cura y sana a un endemoniado, y luego a muchos, y a muchos más, con dolencias de toda índole y gravedad. 

Y a tantos curó, que ya ni podía entrar públicamente al pueblo. 

También, veíasele perdonar los pecados. Recuérdase decíale a los fariseos: “No he venido a llamar a justos, sino a pecadores”. 

Tanto, siguiole una inmensa muchedumbre por todas las ciudades vecinas. 

Y el rumor, y las historias propalanse. 

Como aquella de la pesca milagrosa (Mateo 4, 18-22). 

O como cuando acalmó a la tempestad (Marcos 4, 35-41). 

O la hermosa parábola del sembrador (Mateo 13). 

O la del buen samaritano (Lucas 10: 25-37). 

Ya la del minúsculo grano de mostaza, que luego crecíase inconmensurable (Mateo 17:20). 

O la del hijo pródigo (Lucas 15, 11-32). 

Entonces decía: “Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que les odian” (Lucas 6:27). Uf, si hoy aún es difícil ésto practicarlo, ya podréis imaginar lo que era acaso osar decir aquellas palabras en aquella época. Por primera vez en toda la historia de la humanidad escuchábase algo semejante, y (a todos) asombraba: “Hagan el bien, y presten sin esperar nada a cambio” (Lucas 6, 27-36); “No juzguéis, y no seréis juzgado. No condenéis, y no seréis condenados. Perdonad y seréis perdonados” (Lucas 6:37). 

Aun retumbaban en los oídos de sus fieles acólitos las palabras del Viejo Testamento instando a la guerra, o a acometer cruenta revancha. O que nos obligaba a realizar sacrificios, algunos bestiales - hasta con hijos -, otros tan triviales como el de no poder hacerse cerquillos (al cortarse el pelo), o el del uso del polyester (tejidos con dos clases de hilo - Levítico 19:19), o los bling-blings (Timoteo 2:9), o comer lechón, o tomar vino...

Definitivamente, Jesús traía un Nuevo Pacto para los hombres. "Queda, pues, abrogado el mandamiento anterior a causa de su debilidad e ineficacia" (Hebreos 7:18).

Entonces, Aquel sentenciaba: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a tí mismo (Mateo 22:36-40). Luego agregose: "Porque esto es mi sangre del nuevo pacto que por muchos es derramada para remisión de los pecados"(Mateo 26:28). 

Mas habría aún de correr mucha sangre y martirios, para que todo aquello se hiciese factible. 

Decía: “Ustedes incluso serán llevados ante gobernantes y reyes por causa mía, y tendrán que dar testimonio ante ellos”. 

La fama de Aquel llegó a oídos del virrey Herodes. 

Este vió en Jesús a un agitador que amenazaba las cimientes del gran Imperio Romano. Y de inmediato hace prisionero a Juan El Bautista, decapitándole luego. 

Al enterarse, Jesús consternose (rabiaba), y alejose a un lugar descampado con su barca. 

Mas (y a pesar) hasta allí siguiole le multitud. 

Y es justo allí donde multiplica apenas cinco panes y dos míseros pescados, para que toda aquella gente comiese, y hasta sobráronse doce canastos llenos!, cuentan. 

Após, vésele caminar sobre las aguas, ante la mirada incrédula de los discípulos. 

Más tarde, Jesús confesaríales: “Debo ir a Jerusalén. Allí las autoridades judías, los sumos sacerdotes y los maestros de la Ley me harán sufrir mucho. E incluso, debo ser muerto. Mas resucitaré al tercer día”. 

Aquellos, espantados, exclamáronse: “Que Dios no lo permita, Señor. Nunca te sucederán tales cosas”. 

Mas todo estaba escrito ya. 

Días después Aquel llevoles a un monte alto, y a la vista de todos, su aspecto transfigurose completamente. Su cara brillaba como el sol, y su ropa se volvió blanca como la luz. En seguida vieron a Moisés y a Elías charlando con Jesús. En eso, y desde el cielo, una voz que salía de las nubes dijo: “Este es mi Hijo, el Amado. Este es mi elegido, escúchenlo!”.  

Luego marchó a Galilea. 

Allí le llevaron unos niños para que rezara por ellos, mas los discípulos recibiéronles mal, a lo que Jesús repuso: “Dejad que los niños vengan a mí. El Reino de los Cielos ha de pertenecerle a los que son como ellos”, refiriéndose a su pureza e inocencia.  

Finalmente, Jesús llega a Jerusalén, y ante toda su soberana humildad, - montado al lomo de un asno, dicen - recibiéronle con ramos y hosannas

Luego entraría al Templo y,- derrumbando las mesas y los puestos de los que cambiaban monedas y vendían palomas -, profirió airado: “Mi casa será llamada Casa de Oración, pero ustedes la han convertido en cueva de ladrones”. Tal, por este hecho tiene que dar explicaciones a las autoridades. 

Aquel prosiguió con sus enseñanzas y parábolas, como la de los dos hijos en la viña. O la de los viñadores homicidas. O la de las diez jóvenes con sus lámparas, para recibir al novio. 

Nentre tanto, uno de los Doce, y nombrado Judas Iscariote, tramaba ya la traición a su Maestro. En la Ultima Cena, y donde “partiose el pan, y el vino”, Jesús referiríase al respecto, por lo que todos sintiéronse profundamente afligidos. Y después de cantar los salmos, partieron al Monte de los Olivos, acongojados. 

Jesús luego apartose al huerto de Getsemaní, a orar, preparándose para la partida. Allí fue apresado, tras Judas besarle en delación.  

Y comparece ante el Consejo Judío, o Sanedrín. Los discípulos intentan poner resistencia, pero Jesús llama a la calma... 

Y ante las acusaciones e improperios, permanece impertérrito. 

Aquel (denodado) gentío pedía a gritos su cabeza. Y hasta escupíanle a la cara. Y abofeteaban. Maltratanle. Ignorancia y salvajismo conjugados! 

Tal, Judas arrepentido, ahorcose. 

A Jesús lleváronle ante Pilatos, quien, - y ante el clamor de la multitud que pedía su crucifixión inmediata, y tras “lavarse las manos”-, entregóselo los guardias que acometeríanse el infausto Magnicidio. 

Años más tarde, los historiadores antiguos Flavio Josefo y Suetonio corroboraríanse los conturbadores sucesos. 

Camino al Gólgota, colocáronle una capa roja y una corona de espinas, y burlábanse de él gritando: “Que viva el Rey de los Judíos!”. Y continuaban golpeándole, y escupiéndole al rostro. 

Mas al crucificarle, y finalmente expirar, “la tierra cubriose de tinieblas, y el velo del templo rasgose. El suelo tembló, y las rocas se quebraron, y hasta destapáronse los sepulcros”. 

Aquellos apenas alcanzaron a decir, aterrorizados: “En verdad este hombre era el Hijo de Dios”. 

Luego, y por petición a Pilatos de José de Arimatea, bajaron el cuerpo de Jesús de la cruz, y sus acólitos sepultáronle. 

Tan, y como escrito estaba, resucitó al tercer día!, y luego “subió al cielo, donde está sentado a la diestra del Padre”. 

Cuentan, que luego aparecióseles en Emaús a los discípulos. Mientras comían, Aquel reprendioles por su falta de fe e incredulidad de cara al Sagrado Misterio. 

Asimismo, instoles a anunciar la Buena Nueva a toda la creación, en aras de la redención de la especie humana. 

Cierto, escasas referencias al respecto apenas encuéntranse en escritos de Tácito, y de Plinio el Joven, ante la intrascendencia e insignificante valor entonces de los hechos narrados. 

Corría el año 33 de nuestra era, y el hombre empezaba a reescribir su propia historia. 

Tal, aquel legado de amor y entrega de Jesús perviviose para siempre. 

Ya habrá de llegar el día, cercano creo, en que todos seremos como Él, y el planeta será común a todos. 

Donde no existirá ni el hambre, ni la envidia. Ni la conflagración, o el miedo. O la enfermedad, o el odio. Y conviviremos todos, juntos, como hermanos, bajo la sombra bienhechora del Altísimo.  

Hacia allí caminamos. 

A través de los siglos

Con la abolición de la antigua y moderna esclavitud. 

Con el destierro del oscurantismo medieval. 

Con el reconocimiento de  los derechos de los obreros. Y de la mujer. 

Con el afianzamiento de los derechos civiles de todos, y aquellos. 

Con el respeto al medio ambiente, y a todo ser vivo. 

Con la conquista de la libertad, y a la libre expresión de las ideas. 

Avanzamos, bajo su égida. 

Convirtiéndonos en la luz, y esperanza de los (aún) desventurados y oprimidos del mundo. 

Pues aún hay muchas, muchas, muchas batallas que librar, y causas, muchas, muchas, que acometer. 

A pesar de los tropiezos (mil), y tozudez (harta) de sus (de siempre) mentores,  remanentes del hombre viejo, y coadyudantes del atraso y el mal.  





                                                                                                                                             C.V.

No hay comentarios:

Publicar un comentario