viernes, 3 de diciembre de 2010





Nostalgia a priori




Caía una llovizna, leve.
Con sol.

Aquella urbe bullía,
presurosa.

O acaso

(quizás),
develábame
su congoja?

Yo observela,
cautelante.

El tráfago,
impetuoso,
arrastraba mis bártulos
hacia Las Américas.

Partía.

Atrás,

la vieja casona de décadas
augurábame un devenir histriónico.

Mi madre,
y el Jardín de las Orquídeas.

La abuela
cuasi centenaria.

Las tías.
Las primas.
Los sobrinos.
Los vecinos.
Los amigos….

Mis perros…

Una gata
color de azabache,

y una cotorra
verdialegre
que ladraba.

Mi Buenos Aires del Mirador,
querido.

Bajo
el incesante
bailotear
de los cocoteros,
erguíase
nuestra dominicanidad
profanada.

“Los Testaferros del Caos”,
mostrose.

Era el mar
convulso y azul
de los caribes...

Seguía siendo
una de las vías,
adyacentes al mar,
más hermosas
del planeta
(rezongueme).

El Malecón
de Santo Domingo.

Con su obelisco,
cabrío,
y brújula
de los viandantes…

Enclave augusto
de los conquistadores,
alevosos.

Aldabón de las Indias.

Primer asentamiento
urbano
de los europeos
en el Nuevo Mundo
(pifiaban).

Y el Ozama, proceloso…

El pabellón
rojiazul y cruzado
ondeaba
(a envés),
petulante…

Atrás,
los gritos,
y las curitas,
y las batas
blanqueadas
al sol,
y los esfínteres
desorfandados...

Los libros de consulta,
y las patadas.

Los niños...

Algos a priori….

Aquella tarde
que se hundía
en el crepúsculo,
a occidente,

el turquesa de las aguas
inspirome memorable….

Eran,
definitivamente,
los colores inaudibles
de la patria.

Y yo,
llevábalos todos,
en un relicario,
blindado de nostalgias,
junto a mi pecho…

henchido....


                              C.V.

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